Juan Guerrero 05 de marzo de 2020
@camilodeasis
Ser
venezolano y pobre, hoy, es de las cosas más miserables que un ser humano pueda
padecer. Esta afirmación, tajante y dolorosa, ciertamente que es extrema y
muchas personas no estarán de acuerdo en ello. Sin embargo, la realidad de
quienes vivimos, tanto dentro como fuera del país, esta dura y trágica
experiencia del chavizmo-socialismo del siglo XXI venezolano sabemos en nuestra
experiencia, nuestro pellejo, que es así.
Paulatinamente
la comunidad internacional ha entendido que en Venezuela no existe un gobierno
democrático, tampoco un sistema autoritario ni militarista. Se encuentra en la
fase de entender que es una cruel y brutal dictadura, mientras quienes la
padecemos entendemos y la sufrimos como lo que realmente es: un régimen
delincuencial de pillos que controlan por las armas inmensos espacios
geográficos ocupados por grupos paramilitares, guerrilleros, del crimen
organizado, narcotráfico y del terrorismo internacional. Por ello es difícil
que un ciudadano de un país europeo, australiano, canadiense o japonés,
comprenda la compleja realidad venezolana.
La
total y absoluta crisis política venezolana se suma a la declarada por los
organismos multinacionales, con la ONU a la cabeza, como emergencia humanitaria
compleja, porque en Venezuela se está llegando a un total estancamiento de la
producción de bienes y servicios, restricción casi total del acceso a los
medios de comunicación, libres y democráticos. Esto es: la censura absoluta y
definitiva de información, comunicación y circulación y tránsito.
Lo
anterior puede ser fácilmente verificado por la ausencia casi total de medios
impresos que en la actualidad circulan a escala nacional. Los escasos medios
impresos están restringidos a áreas geográficas concretas o son afectos al
régimen. Hay que agregar las emisoras de radio y televisoras que han sido
clausuradas. Los medios digitales venezolanos son permanentemente hostigados y
sus directivos y trabajadores, vigilados, amedrentados y perseguidos.
La
brutal humillación y agresión de las bandas criminales afectas al régimen contra
los ciudadanos es constante y bien planificada. Se orienta a los servicios
públicos: agua, electricidad, Internet, telefonía, transporte, gas, gasolina y
demás combustibles. En todos estos servicios la escasez y/o ausencia marcan la
vida del ciudadano. Los servicios son precarios y han sido asumidos por
personas sin formación profesional pertenecientes a “colectivos” que controlan
sectores poblacionales.
La
realidad actual de la vida del ciudadano venezolano es la de un ser de
existencia precaria, adaptado, por sobrevivencia, a los continuos controles,
restricciones, cambios constantes de “normas y procedimientos” y la diaria
incertidumbre alimentaria, médica y hospitalaria.
El
venezolano es un ser “insalubre” por donde se le pueda observar. La ausencia de
sanidad se puede constatar en cada rincón del espacio geográfico por donde se
desplaza. El país total es un “campo de concentración” inmenso, pútrido y
seccionado en otros sub espacios que a su vez contienen pequeños centros. Esta
es la actual realidad de la Venezuela del siglo XXI.
El
mundo que un venezolano puede ver y experimentar no abarca más allá de la
visión de un espectáculo de béisbol o ir a la orilla de un río para hacer un
sancocho dominguero, a no más de 30 kilómetros de su casa. Esto después de
acordar con amigos, familiares y vecinos la recolecta (inmenso esfuerzo) de
dinero y aportes en especie para recrearse.
Todo
aparece hoy en el espacio vital del venezolano sumamente contaminado, tóxico y
contagioso. Ser venezolano y pobre, hoy, es riesgoso. Tanto, que hay países
donde el venezolano no puede entrar o su ingreso es restringido. No tanto
porque no cumpla ciertos criterios de legalidad sino porque incluso,
genéticamente puede ser nocivo para mezclarse con los nacionales de un país.
Leí
hace pocos días la experiencia de un venezolano quien quiso donar semen para
guardarlo en un centro de reproducción y fue rechazado. La razón fue porque su
origen era venezolano y en ese país (Venezuela) los controles sanitarios y de
salubridad son “demasiado precarios” y primarios. El frustrado donante se fue
humillado por semejante explicación.
Como
se observa, el rechazo a los venezolanos y lo venezolano en el mundo es una
brutal realidad. No tanto por la condición de pobreza, sino por las
consecuencias que esa situación trae para otro país y sus nacionales.
La
verdadera responsabilidad, el origen de la tragedia venezolana es el
chavizmo-socialismo del siglo XXI. Una plaga que ha ido contaminando todo lo
que toca a su paso. El chavizmo-socialismo es un padecimiento físico y
psicológico degenerativo, una condición mental de inferioridad, de
resentimiento social que lleva al individuo al odio, la venganza y la violencia
contra su semejante e incluso, contra sí mismo.
Juan
Guerrero
@camilodeasis
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