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viernes, 6 de marzo de 2020

Indeseable, por @camilodeasis




Juan Guerrero 05 de marzo de 2020
@camilodeasis

Ser venezolano y pobre, hoy, es de las cosas más miserables que un ser humano pueda padecer. Esta afirmación, tajante y dolorosa, ciertamente que es extrema y muchas personas no estarán de acuerdo en ello. Sin embargo, la realidad de quienes vivimos, tanto dentro como fuera del país, esta dura y trágica experiencia del chavizmo-socialismo del siglo XXI venezolano sabemos en nuestra experiencia, nuestro pellejo, que es así.

Paulatinamente la comunidad internacional ha entendido que en Venezuela no existe un gobierno democrático, tampoco un sistema autoritario ni militarista. Se encuentra en la fase de entender que es una cruel y brutal dictadura, mientras quienes la padecemos entendemos y la sufrimos como lo que realmente es: un régimen delincuencial de pillos que controlan por las armas inmensos espacios geográficos ocupados por grupos paramilitares, guerrilleros, del crimen organizado, narcotráfico y del terrorismo internacional. Por ello es difícil que un ciudadano de un país europeo, australiano, canadiense o japonés, comprenda la compleja realidad venezolana.

La total y absoluta crisis política venezolana se suma a la declarada por los organismos multinacionales, con la ONU a la cabeza, como emergencia humanitaria compleja, porque en Venezuela se está llegando a un total estancamiento de la producción de bienes y servicios, restricción casi total del acceso a los medios de comunicación, libres y democráticos. Esto es: la censura absoluta y definitiva de información, comunicación y circulación y tránsito.

Lo anterior puede ser fácilmente verificado por la ausencia casi total de medios impresos que en la actualidad circulan a escala nacional. Los escasos medios impresos están restringidos a áreas geográficas concretas o son afectos al régimen. Hay que agregar las emisoras de radio y televisoras que han sido clausuradas. Los medios digitales venezolanos son permanentemente hostigados y sus directivos y trabajadores, vigilados, amedrentados y perseguidos.

La brutal humillación y agresión de las bandas criminales afectas al régimen contra los ciudadanos es constante y bien planificada. Se orienta a los servicios públicos: agua, electricidad, Internet, telefonía, transporte, gas, gasolina y demás combustibles. En todos estos servicios la escasez y/o ausencia marcan la vida del ciudadano. Los servicios son precarios y han sido asumidos por personas sin formación profesional pertenecientes a “colectivos” que controlan sectores poblacionales.

La realidad actual de la vida del ciudadano venezolano es la de un ser de existencia precaria, adaptado, por sobrevivencia, a los continuos controles, restricciones, cambios constantes de “normas y procedimientos” y la diaria incertidumbre alimentaria, médica y hospitalaria.

El venezolano es un ser “insalubre” por donde se le pueda observar. La ausencia de sanidad se puede constatar en cada rincón del espacio geográfico por donde se desplaza. El país total es un “campo de concentración” inmenso, pútrido y seccionado en otros sub espacios que a su vez contienen pequeños centros. Esta es la actual realidad de la Venezuela del siglo XXI.

El mundo que un venezolano puede ver y experimentar no abarca más allá de la visión de un espectáculo de béisbol o ir a la orilla de un río para hacer un sancocho dominguero, a no más de 30 kilómetros de su casa. Esto después de acordar con amigos, familiares y vecinos la recolecta (inmenso esfuerzo) de dinero y aportes en especie para recrearse.

Todo aparece hoy en el espacio vital del venezolano sumamente contaminado, tóxico y contagioso. Ser venezolano y pobre, hoy, es riesgoso. Tanto, que hay países donde el venezolano no puede entrar o su ingreso es restringido. No tanto porque no cumpla ciertos criterios de legalidad sino porque incluso, genéticamente puede ser nocivo para mezclarse con los nacionales de un país.

Leí hace pocos días la experiencia de un venezolano quien quiso donar semen para guardarlo en un centro de reproducción y fue rechazado. La razón fue porque su origen era venezolano y en ese país (Venezuela) los controles sanitarios y de salubridad son “demasiado precarios” y primarios. El frustrado donante se fue humillado por semejante explicación.

Como se observa, el rechazo a los venezolanos y lo venezolano en el mundo es una brutal realidad. No tanto por la condición de pobreza, sino por las consecuencias que esa situación trae para otro país y sus nacionales.

La verdadera responsabilidad, el origen de la tragedia venezolana es el chavizmo-socialismo del siglo XXI. Una plaga que ha ido contaminando todo lo que toca a su paso. El chavizmo-socialismo es un padecimiento físico y psicológico degenerativo, una condición mental de inferioridad, de resentimiento social que lleva al individuo al odio, la venganza y la violencia contra su semejante e incluso, contra sí mismo.

Juan Guerrero
@camilodeasis

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