Luis Almagro 31 de agosto de 2022
@Almagro_OEA2015
El
país se encuentra en un infierno sin salida ya que todas las fórmulas ensayadas
hasta ahora proponen o la continuidad de lo que está, bajo la sombra de cierta
mezquina legitimidad, o borrar todo lo que hay para empezar de nuevo
Hace unas semanas escribí un artículo sobre cohabitación y cogobierno en Venezuela como un mecanismo para salir de la crisis política, social, económica, productiva, humanitaria y migratoria en la que se encuentra el país. Valoro enormemente la repercusión que tuvo (positiva y negativa). El concepto de por sí no intentaba ser novedoso. De hecho ya habíamos presentado esta idea en el 2017, incluso nos habíamos tomado el trabajo de proponer las adaptaciones institucionales que era necesario formular en función de esta propuesta.
Es
claro que Venezuela se encuentra en un infierno, un infierno sin salida ya que
todas las fórmulas ensayadas hasta ahora esencialmente proponen o la
continuidad de lo que está, bajo la sombra de cierta mezquina legitimidad, o
borrar todo lo que hay para empezar de nuevo. Las hipótesis que hablan de la
primera posibilidad son de continuidad y por lo tanto la repetición de todos
los errores y todos los problemas que enfrentamos ahora. En cuanto al concepto
de borrar todo, verdaderamente tiene una gran dificultad y es pensar que el
chavismo desaparecerá de la faz de la tierra por generación o degeneración
espontánea, hipótesis que definitivamente no es realista.
Por
otra parte, tampoco estábamos proponiendo un mecanismo de asociación con
criminales ni entre criminales. Como referido en el artículo, lo pensamos como
un sistema de balances y contrapesos que sirviera para terminar con la
corrupción, con las violaciones de Derechos Humanos, con el narcotráfico, con
las actividades de minería ilegal y otras actividades delictuosas que reinan
hoy en el país. Por supuesto, quiero que sea realizable y es responsabilidad de
venezolanas y venezolanos que así sea y también de la comunidad internacional
que no necesariamente debe dar por sentado y aceptadas todas las actividades
criminales que se cometen en Venezuela o que son inducidas a partir de
Venezuela en el resto del hemisferio y del mundo.
De la
nada al todo, del todo a la nada, de la nada al todo (y viceversa). Esta parece
ser la definición política del sistema venezolano actual, todos quieren el todo
y prefieren la nada antes que ceder y renunciar a la posibilidad de tener el
todo. Como está el país desde hace tiempo, la disputa por el todo se ha
reducido a una lucha por “toda la nada”.
Sí,
nunca he conocido un país en el que tanta gente quiere ser presidente del
mismo. Por eso es más que necesario un sistema colegiado de gobierno
como el suizo, como la Constitución uruguaya de 1952. Sí esto tiene un
problema, claro está, imagínense las dos hipótesis anteriores de trabajo:
borrar al enemigo completamente, borrar al adversario político completamente.
Por supuesto que en ese marco, en ese contexto es imposible concebir una idea
como esa.
Es por
eso que hoy tenemos un sistema por el cual a la presidencia autoritaria de
Venezuela no le importa qué magistrados nombra la Asamblea Nacional legítima,
pues nombra a los que les da la gana para tener su propio Poder Judicial. No le
importa si existe una Asamblea Nacional legítima, de hecho, pues nombra o
“elige” su propia Asamblea Constituyente primero o su propia Asamblea Nacional
luego. La cooptación de poderes se ha hecho de la peor forma por no existir un
sistema de contrapesos y balance en el Poder Ejecutivo; ello hizo que la
cohabitación desde otros poderes del Estado fuera imposible.
Entre
venezolanos, la noción de cohabitación se interpreta como una idea ignominiosa;
implica complicidad y connivencia. Esa es la cohabitación que existe hoy.
Desde luego que la propuesta que realizamos aquí no tiene nada que ver con eso,
propone un esquema garantista como el de las constituciones a las que hicimos
referencia. Implica compartir el gobierno, implica cogobernar, implica dar
garantías de probidad republicana y separación de poderes.
La
Constitución uruguaya de 1952 tenía un sistema fijo de asignación de cargos en
el Consejo Nacional de gobierno, no necesariamente en las mismas proporciones,
pero eso es absolutamente fundamental para avanzar en una solución de
legitimidad y gobernabilidad urgente para Venezuela. Para que nadie quede
expuesto a manipulaciones de resultados electorales.
Los
políticos venezolanos le deben a su pueblo soluciones, le deben un gobierno
legítimo que tenga las efectividades conducentes para ejercer el poder, le
deben a su pueblo mucho trabajo, eliminar las lógicas criminales, le deben
mucha probidad republicana.
Si el
plan sigue siendo, cómo ha sido por más de 20 años, someter unos a otros, no va
a funcionar, como no funcionó en los pasados 20 años. Si el plan es eliminar al
chavismo, no va a funcionar, como no funcionó en los últimos más de 20 años.
Ahora
bien, ¿tiene esto un éxito asegurado? No necesariamente, hay gente que se está
beneficiando con las cosas como están y que solamente puede seguir ganando en
un contexto de gobierno ilegítimo/dictatorial, pues ¿de qué otra manera pueden
continuar con las actividades de narcotráfico, minería ilegal, contrabando y
demás ilícitos?
Por
supuesto que hay gente dentro del régimen que va a perder mucho o va a dejar de
ganar mucho si esto se termina. Por supuesto que hay gente dentro de la
“oposición” al régimen a la que le ocurrirá lo mismo. Esto que
proponemos es una solución política y en el régimen son muy pocos los que
quieren hacer política, buena parte quiere seguir ganando dinero de la manera
que está ganando dinero.
Habrá
que ver entonces si en el régimen hay quienes quieran ser políticos y hacer
política todavía, o si simplemente su naturaleza criminal ha prevalecido y
cooptado completamente el funcionamiento del mismo. Admito el escepticismo de
algunos al respecto. Porque, claro, ¡qué importa que el país pierda si pueden
seguir llevándoselo todo!
Sí,
claro, el régimen puede seguir por este camino, continuar en el infierno en el
que ha hundido al país. Sí, claro, los políticos venezolanos que se oponen al
régimen pueden seguir esperando a que Maduro un día les deje ganar una elección
y puedan ser presidentes de Venezuela.
La
primera cosa es muy mala y la segunda, irrealizable por lo que hemos visto. De
donde surge el ejercicio de la política del todo-o-nada, lo cual hace que
obviamente se tenga que alternar entre esas dos posibilidades. Lo cual además
implica costos muy grandes para un país como Venezuela, para su sistema
político e instituciones. El todo-o-nada en el que está inmersa la política de
hoy en día tiene muchos problemas que obviamente tienen que ver con esa
radicalización polarizada, con la enemización inducida por esta necesidad de
quedarse con todo o su alternativa, la nada.
De
esto surge una ecuación a la que hemos referido ya varias veces. A veces el 50%
+ 1 equivale a 100%. A veces el 30% + 1 o el 40% + 1 equivale al 100% y esas
son variables que definitivamente no tienen ninguna aplicación en la
matemática, pero aún menos su aplicación es admisible en la dimensión social,
de las relaciones humanas y de la política. La política es esencialmente buscar
la mejor forma de servir a través de los compromisos políticos y sociales,
económicos, productivos, acuerdos que amalgamen la más amplia gama de intereses
que tienen que estar permanentemente haciendo los que gobiernan. En la política
los acuerdos tienen efectos multiplicadores y dinamizadores exponenciales, dan
la tracción necesaria para soluciones sociales y productivas.
La
acción de prescindir de los demás intereses en la sociedad para hacer
prevalecer los propios es generalmente una forma de originar políticas de
fracaso. La opción de quedarse con todo y prescindir de intereses de los demás,
quienquiera que sean, es el problema esencial de las dictaduras, cuyas
prácticas son excluyentes. La redemocratización de Venezuela necesita a todas
las fuerzas políticas y tiene que representar la amalgama de todos los derechos
de la gente y todos los intereses nacionales. El camino más corto para
legitimar la democracia es con la participación de todos y la participación de
todos requiere que sea en el Poder Ejecutivo porque no han funcionado otras variables
de cohabitación entre Poderes como surge de la experiencia de años recientes.
Cuando
hablamos de cohabitación, cogobierno y contrapesos nos referimos no sólo a los
poderes del Estado y a los organismos de contralor sino principalmente al Poder
Ejecutivo, al brazo ejecutivo del Estado. El “todo o nada” en el que
trabaja hoy la política venezolana se basa en la ausencia de esos contrapesos.
En un país sin contrapesos a nivel político, a nivel social, y a nivel
económico, el que gana el brazo ejecutivo del Estado se queda con todo.
Es
necesario transitar de un Estado para pocos, a un Estado para todos, no importa
quién tenga circunstancialmente el poder del Estado. La lógica del
“todo o nada” sólo se puede romper acordando contrapesos que aseguren que el
brazo ejecutivo del Estado deja de ser un trofeo para unos pocos para
convertirse en un paraguas para todos.
Por
eso la conceptualización de hacia dónde vamos es muy importante en la política,
porque el camino de un país, el sendero de un país tiene que ser una ruta para
todos. No puede quedar gente excluida, no puede haber gente que sea víctima de
un proceso si ese proceso es democrático. No puede haber gente que quede
completamente fuera del camino, o perecer al costado de la ruta, o que esperen
al costado de la ruta sin que nunca les llegue su oportunidad.
La
lumpenización de la política venezolana ha sido la más dramática del
continente. La falta de principios y valores ha llevado a que 6.8
millones de venezolanos hayan tenido que abandonar el país, un exilio
forzoso por la crisis humanitaria, por la crisis de Derechos Humanos, por las
violaciones sistemáticas de Derechos Humanos, por los crímenes de lesa
humanidad, por las actividades criminales de integrantes del régimen los
venezolanos han tenido que tomar las rutas que los alejaban del país. El
éxodo más grande del mundo junto al de Siria y Ucrania, pero sin guerra ni
desastre natural alguno.
Esa no
es la mejor forma de generar condiciones políticas en un país y no es la mejor
forma de democratizarlo. Un gobierno de un país debe resolver los problemas
integrales de su sociedad porque cuando estamos en una gestión de gobierno no
nos debemos a 1 ó 2 ni a 3 ó 4 ni a 5 ó 10, nos debemos en el sentido más
amplio del término pero también el más profundo a alcanzar el bienestar
general, el bienestar de todos. Obviamente que el régimen puede seguir
gobernando para unos pocos y esos pocos llevarse mucho sin que les importen las
sanciones porque el mundo es demasiado grande y siempre hay por dónde escapar a
las mismas, incluso Venezuela es demasiado grande para escapar de las sanciones
allí mismo. Obviamente que puede haber gente que siga soñando con exterminar el
chavismo, pero tampoco van por allí las soluciones realizables y reales.
Hacia
adonde vamos es una pregunta recurrente en la política. Obviamente no debe
distraernos la pregunta si se sabe la respuesta, si se tienen claros los
objetivos, si se sabe que las metas son realizables para el bienestar general,
si los proyectos se van concretando. En la política hacemos permanentemente lo
que podemos e intentamos soluciones reales para un mundo real de gente real.
Hoy Venezuela necesita salir entre todos del infierno en el que está, una
construcción política entre todos, un esfuerzo hacia objetivos comunes hecho
entre todos.
La
noción de cohabitación subraya la necesidad de compartir el poder. Un sistema
de gobierno colegiado es una expresión institucional posible. Funciona con
contrapesos, no es un sistema de complicidad e impunidad, pues revertir la
crisis venezolana requiere un nuevo compromiso político.
Seamos
sinceros, estos años ha habido ¨cohabitación¨ en Venezuela, sólo que de la peor
manera y por las peores razones. Compartir es contrapesar. La
cohabitación sin contrapesos puede transformarse en complicidad. El esquema de
cohabitación a discutir en un proceso de diálogo debe dar garantías de
contrapesos para quienes cohabitan. En caso contrario será una frustración más.
Sin un
esquema de compartir el poder desde su base, en el que se asegure una
participación efectiva del chavismo y del madurismo, de la gente de Guaidó y
otros actores, la acción conjunta y coordinada de objetivos comunes hacia el
futuro, es esencialmente imposible. El oficialismo debe asumir que sin la
oposición la sociedad venezolana seguirá resquebrajada, dividida, desintegrada
social y geográficamente, y la oposición debe asumir que excluir al chavismo y
al madurismo significaría una invitación perpetua a reproducir un sistema
político de suma cero.
Ninguna
transición es un proceso sencillo. Una de las tareas más complicadas, luego de
la caída de una dictadura, es conciliar los intereses de los distintos factores
de poder con el objetivo de garantizar la estabilidad política. Mi propuesta
también sugiere que Venezuela se mire en su propio espejo de experiencias de
haber compartido el poder.
“Cohabitación”,
al concepto se le puede dar una acepción literal o, de manera creativa, captar
la metáfora que el mismo contiene, en el sentido de que implica un ejercicio de
diálogo político real, de institucionalidad compartida, de poderes del Estado
compartidos.
En un
esquema de tensión permanente, tiene que estar tan detalladamente regulado que
la mejor fórmula sigue siendo la fórmula suiza de sistema colegiado. El ejemplo
regional es la Constitución uruguaya de 1952. Pero no soy partidario de exportar
de manera automática a otras realidades diseños institucionales surgidos en
contextos históricos y culturales específicos.
Compartir
el poder implica que entre un todo o la nada existan espacios intermedios. La
noción de mayoría se suaviza, las minorías se protegen. De la legitimidad
inexistente o dudosa se pasaría a una legitimidad posible. En
el camino, se puede pensar en mecanismos que apunten a normalizar la vida
institucional del país para re-institucionalizar una nación devastada. Esa
debería ser la prioridad.
Que
nadie se llame a engaño, soy y seguiré siendo disidente de cada dictadura que
tenga este continente, sea Nicaragua, Cuba y Venezuela, los Videla, Pinochet y
Goyo Álvarez de estos tiempos. Aunque pretendan estar parados en otra dimensión
ideológica.
*
Nota: el título parafrasea el libro de Macedonio Fernández, Cuadernos de todo y
nada
Luis
Almagro
@Almagro_OEA2015
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