Fernando Luis Egaña 12 de abril de 2024
La
lucha popular es con miras a reconstruir la nación y abrirle un camino de
futuro digno. La lucha cupular es para evitar todo eso y proteger los
privilegios y la impunidad.
Una es con las armas de la justicia, de la Constitución formalmente vigente, del ansía de cambio de raíz hacia la democracia, de la trayectoria civilista de nuestra Patria.
Otra
es con las armas de la hegemonía despótica y depredadora, con la violencia y la
represión, con el disfraz de una pseudodemocracia, con cualquier arma que sirva
para el continuismo por las malas y las peores.
La
primera lucha tiene el apoyo mayoritario del pueblo. La segunda la encarnan los
matoneros del poder y su abanico de secuaces.
La
lucha popular es con miras a reconstruir la nación y abrirle un camino de
futuro digno. La lucha cupular es para evitar todo eso y proteger los
privilegios y la impunidad.
No se
puede ser neutral al respecto. Los que se ufanen de serlo, no importa el
pretexto, son cómplices del despotismo. La dolorosa experiencia de estos años
de mengua así lo confirma.
Se
dirá que las cosas no son tan sencillas, y que debe tomarse en cuenta las
complejidades de los contextos y argumentos de ese tenor. Pero no. A veces las
cosas sí son tan sencillas y la realidad del país exige optar entre la dignidad
de un futuro posible, y el presente destructivo y envilecido.
La
lucha contra el despotismo debe triunfar para que renazca la paz, la
convivencia democrática, la justicia social y el desarrollo económico. La lucha
contra el despotismo es un deber patriótico. Acaso el más importante.
Fernando
Luis Egaña
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