ELÍAS PINO ITURRIETA 01 de abril de 2024
@eliaspino
Dos
investigaciones históricas ofrecen nuevas visiones de asuntos poco estudiados
Es habitual que confundamos las crónicas del pasado venezolano con la investigación histórica. Las crónicas requieren de cierto acercamiento a las fuentes y de una narración clara, pero apenas rozan los límites de las indagaciones hechas y derechas. Informan al lector común, en ocasiones con propiedad suficiente, lo cual es meritorio y útil, pero son relatos de superficie. Aclaran panoramas, pero no se meten en la esencia de los procesos. Por fortuna, la ciencia de la historiografía produce material suficiente para que el lector distinga la magnesia de la gimnasia sin quebraderos de cabeza. Y sin desatender el asunto primordial de la revisión de conocimientos establecidos o, más importante, la creación de entendimientos nuevos.
El
párrafo que han leído, aparte de llamar la atención para que el lector no se
entusiasme más de la cuenta con la morralla, una especie que abunda en
las redes sociales, pretende saludar con entusiasmo la aparición de dos nuevos
libros de historia de Venezuela, escritos por investigadores jóvenes que
ofrecen revisiones de estreno sobre unos procesos que apenas se han estudiado,
o que se han subestimado o desconocido del todo. Si alguno de ustedes se
interesa en su lectura no solo entenderá el relativo valor de los trabajos
habituales que aparecen en los portales más consultados, sino que
también, en especial, tendrá a mano claves sustanciales para acercarse a los
orígenes de la sociedad en la que vive. De esas perlas que produce la
investigación hoy quiero referirme a dos, bordadas por profesionales a
quienes espero conocer para una felicitación personal: Laguerra
invisible. Espías yespionajeen la independencia venezolana. 1810-1821,
escrito por Andrés Eloy Burgos Gutiérrez; y Ajuar doméstico.Lujo y
ostentación en la Caracas del período colonial, obra de Betnaly González
Yáñez.
El
libro de Burgos Gutiérrez se ocupa del período de la Independencia, pero deja
de lado el seguimiento de los héroes consagrados y la apología de las grandes
batallas. Solo muestra interés por la actividad de los espías que trabajaron
para ambos bandos, hasta descubrir una urdimbre sin la cual no se puede
entender el resultado de la guerra. No solo busca los pasos de los «soplones»
patriotas y realistas, sino que también demuestra cómo sin ellos el desenlace
del proceso hubiera sido más arduo. O así lo puede entender el sorprendido
lector.
Muchos
personajes que nadie conocía ocupan ahora el centro de la escena, muchas
maniobras de individuos que apenas aparecieron en un rincón de los partes de
combate y de los papeles de los altos mandos, se convierten en figuras
imprescindibles; numerosos episodios llevados a cabo por unos sujetos
«despreciables», porque su asunto fue trabajar en la sombra, sin dar la cara,
son ahora los protagonistas de un estudio respetuoso y casi exhaustivo.
Hacía tiempo que no topaba con una explicación tan retadora y atrayente sobre
la época de la Independencia, como la que debemos ahora a Burgos
Gutiérrez.
El
libro de Betnaly González Yáñez se ocupa de muebles y de otros objetos que
adornan las casas de las familias ricas de nuestras postrimerías coloniales. Un
tema aparentemente soso, si se piensa que nos va a fastidiar la paciencia
con un inventario de peroles domésticos. Nada más alejado del interés de
un análisis cuyo objeto es mostrar cómo los futuros padres de la patria, o gentes
parecidas a ellos, querían exhibirse ante la sociedad de su tiempo para ser más
respetables o más poderosos de lo que eran; o para que la gente les ofreciera
acatamiento partiendo del ajuar que adquirían en un empeño de venderse
como figuras imprescindibles de la sociabilidad colonial.
Siguiendo
a la autora vemos cómo los objetos de las mansiones de la gente
principal son parte de un currículo, probanzas de una alcurnia, explicaciones
inmediatas de la razón que los ubica en la cumbre de la pirámide y anuncia la
continuidad de un hábito de autoridad.
Vistos
como credencial o como garantía de poder social, los elementos del menaje
hogareño a cuya valoración acude la autora, se convierten en clave para una
interpretación diversa de los intereses de la aristocracia criolla cuando está
a punto de desaparecer en el huracán de la guerra. De allí la trascendencia del
libro, el valor de los caminos que abre para miradas hartas de ver solo lo
habitual, lo conocido suficientemente, lo que trillan las crónicas.
Las
investigaciones de Burgos Gutiérrez y González Yáñez fueron las mejores
del Premio de Historia Rafael María Baralt, que convocan la Academia
Nacional de la Historia y la Fundación Bancaribe para la Ciencia y la Cultura.
Es un certamen para investigadores jóvenes que ha llegado a su novena bienal,
correspondiente a 2022-2023.
La
lectura de sus textos comprueba que las generaciones recientes pueden
atender grandes retos en el análisis de una sociedad que sigue su
marcha contra viento y marea, y que encuentra explicaciones profundas en
reflexiones realmente profesionales, divorciadas de
superficialidades. Bienvenidos los dos autores a la república de
Clío.
ELÍAS
PINO ITURRIETA
@eliaspino
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