ZAIR MUNDARAY 12 de abril de 2024
@MundarayZair
El
proyecto de “Ley contra el fascismo, neofascismo y expresiones similares” deja
claro que su objetivo es la persecución del pensamiento
Nada
es más seductor para un autoritario que siempre tener la razón, los aduladores
del entorno se encargan de reforzar ese infantil comportamiento haciendo lo que
saben hacer, asentir, alabar y ensalzar sin medidas al sátrapa de turno, para
hacerle creer que es el dueño y amo de la verdad.
Tener siempre la razón irremediablemente conduce a la desconexión con la realidad, sobran los ejemplos de cómo los dictadores progresivamente se aíslan de lo que realmente ocurre y perciben un entorno bastante distinto del real.
Hitler,
por ejemplo, estaba convencido de ganar la guerra mientras estaba siendo
sitiado por los aliados, por decreto prohibió los suicidios de los militares
alemanes que preferían eso a seguir peleando.
Se han
escrito tratados acerca de la verdad desde distintas ópticas, Nietzsche
sostenía que no había verdad sino interpretaciones, y Foucault agregaba que,
entre todas las interpretaciones, la del poder era que la que se imponía y se
totalizaba.
De ahí
que todo tirano tiene su aparato de propagandas para imponer su narrativa, y lo
que empieza como persuasión e ideologización, termina siendo por la fuerza
cuando ya no convencen a nadie, para ello, nada mejor que echar mano de leyes
que persigan la información libre y obligan a repetir y expandir la versión
oficial.
Una de
las leyes más pintorescas, por decir lo menos, tendientes a imponer la verdad
del poder y cercenar cualquier iniciativa a la libre expresión, fue la ley de
prensa e imprenta de Francisco Franco de 1966, en su artículo 2, decía:
La
libertad de expresión y el derecho a la difusión de información, reconocidas en
el artículo primero, no tendrán más limitaciones que las impuestas por las
leyes. Son limitaciones: el respeto a la verdad y a la moral; el acatamiento a
la Ley de Principios del Movimiento Nacional y demás Leyes Fundamentales; las
exigencias de la defensa Nacional, de la seguridad del Estado y del
mantenimiento del orden público interior y la paz exterior; el debido respeto a
las instituciones y a las personas en la crítica de la acción política y
administrativa; la independencia de los Tribunales y la salvaguardia de la
intimidad y del honor personal y familiar.
¡Para
protegerte, mejor te callas! Sería la frase que mejor resume la confusa
redacción de esta ley bozal.
A
partir de un engañoso respeto de la libertad de expresión, se despliega un
extenso catálogo de restricciones, cada uno más abstracto e indeterminado que
otro, tanto así, que entre ellos se encuentran la verdad, la moral y el orden
público interior. La norma ideada y sancionada desde el poder, se reserva por
supuesto los términos de su aplicación, por lo que es desde la visión
hegemónica, desde donde se impone que es verdad o mentira, que es moral o
amoral, qué se puede decir y qué no.
Donde
no hay libertad, la censura no tiene nada de novedosa, sin embargo, el avance
de las tecnologías aporta nuevas formas de control sobre todo en Estados
altamente tecnificados donde estos modelos se han instalado. En China, se
utiliza la big data para monitorear el contenido que consumen
las personas, lo que compran, e incluso, sus opiniones en redes sociales o
cualquier otro medio de información u opinión. Se trata de premiar o castigar a
los buenos o malos ciudadanos. Los buenos son quienes sirven de aduladores del régimen
y sus ideas, los malos, ya sabemos quiénes son, los que pueden ir a la cárcel
por una opinión incómoda a los cabecillas.
Nuestra
dictadura caribeña con sus rasgos de cartel no se podía quedar atrás, ¿cómo
es que no tenemos nuestras leyes sobre la verdad? imagina uno que se
preguntaban en Miraflores mientras contaban algunas pacas de dólares producto
de su dedicado amor revolucionario por el pueblo. Se dieron cuenta que la ya
maneada ley contra el odio se quedaba corta, y que era necesario algo más contundente
que obligara a los fascistas a callarse, nada mejor que la autocensura para
controlarlo todo, no hay que mover un dedo, con la amenaza es suficiente.
Desde
su exposición de motivos y en todo su articulado, el proyecto de “Ley contra el
fascismo, neofascismo y expresiones similares” deja claro que su objetivo es la
persecución del pensamiento. No disimula sus objetivos, a tal punto que las
acciones que estima como punibles, son meras expresiones. Convierte en delito
cualquier manifestación verbal, escrita, pictórica, artística que en criterio
del poder tenga contenido fascista- y ¡oh, sorpresa!, es el mismo poder quien
determina qué es o no fascista a su conveniencia. Por supuesto, como toda norma
de la verdad, esto tiene como objetivo garantizar la paz, la tranquilidad
pública y proteger a la sociedad. ¡Para protegerte, mejor te callas! Sería
la frase que mejor resume la confusa redacción de esta ley bozal.
Los
medios quedan obligados a la difusión de los mensajes oficiales dirigidos a la
promoción de la convivencia, es decir, los que el poder ordene y quién se
desvíe correrá con las consecuencias, que pueden ir desde una multa, hasta la
disolución de la personalidad jurídica.
No les
ha bastado con expropiar cientos de emisoras de radio, haber comprado diarios y
canales de televisión, la propuesta es el control de todo lo que se pueda
decir. Destaca en este proyecto, la prohibición de asociaciones, organizaciones
y partidos políticos que sean catalogados como fascistas, los cuales podrán ser
disueltos, sin permitir recurso alguno a los afectados.
Pero
como toda ley revolucionaria tiene contenido penal, no podían faltar
exorbitantes penas de hasta 12 años de prisión para quienes emitan mensajes
fascistas que técnicamente es cualquier contenido antirevolucionario.
Para
aplicar semejante panfleto, por supuesto cuentan con un fiscal comprometido con
la represión y el encarcelamiento, y lo reforzarán con la creación de una “alta
comisión” de la censura y el terror, como si ya no tienen suficiente con
Conatel y el Ministerio Público. Esta propuesta pretende la clausura de la
opinión, la sumisión de la sociedad y el cierre del espacio público. Lo que no
midieron estos rupestres sujetos, es que el muro de Berlín fue derrumbado, y
que todas, absolutamente todas las dictaduras, caen tarde o temprano.
No hay
nada mas fascista que la imposición de un pensamiento único promovido desde un
partido único, y que se castigue y persiga a quienes ejercen el derecho humano
de pensar de forma divergente a los dictámenes del poder.
ZAIR
MUNDARAY
@MundarayZair
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