Cartay Ramírez 18 de mayo de 2024
Nunca
antes en nuestra historia electoral pudo predecirse tan fácilmente una victoria
como la que va a obtener Edmundo González Urrutia el próximo 28 de julio.
No lo afirmo por exagerar, sino atendiendo precisamente a todo lo que viene sucediendo en estos días anteriores a las elecciones presidenciales, incluyendo encuestas serias, masivas movilizaciones populares como las que encabeza María Corina Machado en todo el país, conversaciones con la gente de cualquier parte y, por sobre todo, el descontento generalizado que se percibe frente a la desgracia, la pobreza, la ruina y la corrupción que ha traído consigo este régimen incapaz y corrupto desde 1999.
Lo
afirmo también cuando se constata la completa orfandad popular que acompaña la
melancólica y desangelada candidatura de Maduro, ya sin gente a su lado, sin
despertar ningún entusiasmo y sin apoyo en los sectores mayoritarios. La suya
es una campaña fría, sin la presencia personal y directa del candidato o con un
candidato distante que solo ve en la TV y se oye por las emisoras de radio, muy
lejano del sentimiento popular. Ocasionalmente, Maduro aparece en escenarios
previamente preparados, rodeado de un centenar de guardaespaldas y empleados
públicos, sin que lo acompañe el respaldo de la gente.
No
puede ser de otra manera, desde luego. Este gobierno, el peor que ha soportado
Venezuela en toda su historia, no podía tener otro final sino el de ser
rechazado abrumadoramente por habernos empobrecido a los venezolanos y
liquidado nuestra calidad de vida, mientras ellos se han enriquecido como nunca
antes lo hizo cualquier claque corrupta desde el poder.
No
podía ser de otra manera, repito, porque desde hace 25 años, con el ascenso del
militar golpista Hugo Chávez al poder, Venezuela viene siendo saqueada
inmisericordemente, tanto en sus recursos financieros, como en los recursos
naturales renovables y no renovables, comenzando por la insólita quiebra de
PDVSA. Han puesto en grave riesgo el bienestar de las actuales generaciones y
de las futuras, al tiempo que con el chavomadurismo en el poder Venezuela ha
retrocedido por lo menos cien años, lo cual constituye un crimen de lesa patria
también.
Por si
fuera poco, extensas zonas del sur territorial han sido entregadas a grupos
extranjeros -en connivencia con venezolanos antipatriotas- para la explotación
depredadora de nuestros metales preciosos y minerales estratégicos, llevados
luego al exterior sin que se conozca su monto y menos aún los ingresos
financieros que nos corresponden a los venezolanos por ser sus legítimos
dueños. En esas amplias zonas no ejerce su dominio el Estado, y actúan en ellas
grupos armados nacionales y extranjeros que imponen su dominio en perjuicio de
sus habitantes, muy especialmente de la población indígena que allí vive desde
tiempos inmemoriales.
Por lo
tanto, que hoy la inmensa mayoría del país aspire un cambio inmediato y
profundo de esta brutal y compleja situación no puede extrañar a nadie,
insisto, comenzando por los grandes culpables de toda esta tragedia nacional.
Porque salir del chavomadurismo en el poder resulta sin duda alguna un problema
de sobrevivencia de los venezolanos, y cuanto antes mejor.
Son
razones muy justas e inaplazables. Por eso decía al principio de estas notas
que aquí todo el mundo está conciente de que el próximo 28 de julio Edmundo
González Urrutia será elegido como presidente de Venezuela. Eso lo saben hasta
las piedras, pero, por eso mismo, la oposición democrática no puede incurrir en
ninguna clase de triunfalismo, y mucho menos “echarse a dormir sobre los
laureles”, como dice el refrán popular.
Nada
de eso. Ya sabemos muy bien que el chavomadurismo es un adversario de cuidado,
carente de escrúpulos y dispuesto a todo para permanecer en el poder. Creo que
al respecto hay suficiente conciencia en la dirigencia opositora y en sus bases
populares. Por eso mismo debemos prepararnos para impedir cualquier intento
fraudulento o de desconocimiento de lo que ya es una clara decisión
mayoritaria. A estos efectos, la voluntad soberana de la gran mayoría de los
electores, la Constitución y las leyes están de nuestro lado, apelando como
siempre a nuestras convicciones democráticas, pacíficas y civiles, muy lejos de
los atajos violentos que ya han transitado nuestros adversarios.
A esos
propósitos y objetivos debemos dedicarnos en lo que resta de tiempo hasta el 28
de julio, sin desviarnos del camino, sin caer en provocaciones, sin pisar
peines del adversario y sin engolosinarnos ante la victoria próxima.
Gehard
Cartay Ramírez
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico