Mario, de 7 años, comenzó a cambiar progresivamente su comportamiento. No quería ir a la escuela, con frecuencia se quejaba de dolores de estómago, rechazaba la comida, dormía mal, su desgano era tal que no jugaba como antes, su comportamiento se volvió hostil.
Martha, su mamá, pensó que en diciembre, con la Navidad, se le iba a pasar; pero no. Así que en enero lo llevó al pediatra. Le hicieron varios exámenes y todos los valores estaban normales. Le recomendaron un psicólogo infantil que hacía equipo con una psiquiatra y le diagnosticaron depresión.
La mamá se negaba aceptar el diagnóstico, le parecía imposible que un niño de 7 años estuviera deprimido, el único cambio que hubo fue la decisión de Alberto, papá de Mario, de irse a Chile para buscar alternativas económicas y una vez estabilizado llevarse a la familia.
El duelo por la partida del papá afectó mucho a Mario. Al principio Martha pensaba que los cambios anímicos serían transitorios, pero no fue así, durante dos meses la situación emocional persistía y se hacía cada vez más compleja.
Mario estaba deprimido desde hace semanas. Anímicamente se sentía y se veía mal. Le costaba poner en palabras lo que sentía, solo lograba reconocer el dolor de cabeza del que se quejaba con frecuencia.
Mario presentaba el típico caso de depresión en niños. Se tornaba muy irritable y hostil. No sentía ganas de jugar y era un suplicio ir a la escuela.
Solía decir: “No sirvo para nada”. Su autoestima estaba devaluada. Le frustraba no poder responder a la expectativas de los demás. No lograba concentrarse y eso afectó su rendimiento escolar.
Como antecedente importante estaba la depresión que padecen varios miembros de la familia, comenzando por su papá.
Por su situación emocional y vulnerabilidad fue víctima de bullying o acoso escolar. No podía poner límites a las burlas de sus compañeros y se sentía culpable por eso. Lo acompañaba la culpa y un silencio que lo torturaba interiormente.
¿Cómo se tata la depresión infantil?
Al igual que la depresión adulta, el tratamiento de depresión infantil debe ser individualizado. Debe adaptarse a las condiciones del niño, edad y momento evolutivo de su desarrollo, a su funcionamiento cognitivo y madurez afectiva. Es muy importante que durante el tratamiento se involucre a la familia y trabajar coordinadamente con la escuela.
El tratamiento puede ser sólo psicológico o combinado con fármacos prescritos por el psiquiatra. Depende de cada caso. Es muy importante no improvisar tratamientos sin soporte del especialista.
Hay que vencer el tabú que existe en relación al tratamiento con profesionales de salud mental (psicólogos, psiquiatras, psicoterapeutas) Este tipo de resistencia y prejuicio puede ser perjudicial para el niño y su entorno.
El soporte familiar es clave. Es muy importante que los padres le muestren cariño, respetando el momento por el que está pasando, sin forzarlos ni juzgarlos.
En la familia se debe propiciar la adecuada expresión de las emociones. Los padres pueden compartir su vivencia y hablar de sus propios sentimientos. El amor adecuadamente expresado tiene el poder que por sí solo no logran los tratamientos.
https://efectococuyo.com/opinion/los-ninos-se-deprimen-2/
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