TULIO HERNÁNDEZ 19 de agosto de 2024
«La
tiranía fundada por ese militar premoderno, preso de una penosa pereza
intelectual, resentido y cruel, llamado Hugo Chávez, tiene, por fin, plomo en
el ala. Odio mundial. Condena infinita»
Fue el sábado, 17 de agosto de 2024. Desde muy temprano, acá en Colombia, donde escribo, comenzamos a recibir fotografías de las concentraciones de venezolanos reunidos en plazas, calles, parques y bulevares de distintas naciones para exigir que se respete lo que todo el mundo sabe, que en las recientes elecciones presidenciales del 28 de julio la resistencia democrática obtuvo un poco más del 70% de los votos, asestándole una aplastante derrota a la tiranía, resultado de la alianza entre militares golpistas (ahora narcos) y civiles ultraizquierdistas, que desde hace un cuarto de siglo domina a nuestro país.
Hay
imágenes arrolladoras. Como la marea tricolor que inundó la Puerta del Sol en
Madrid, la multitud reunida en Santiago de Chile, el registro de las 25 mil
personas concentradas en Miami, o los videos conmovedores de la concentración
de Caracas donde, cual superheroína, apareció de improviso, encapuchada, María
Corina Machado para hacer una vibrante intervención que produjo un impacto
electrizante entre los asistentes.
Pero
hay algunos registros que nos producen especial emoción. Con todo el riesgo de
resultar cursi, podría decir que hasta ternura. Por ejemplo, la fotografía del
grupo de venezolanos reunidos en Kuala Lumpur, Malasia, con los impresionantes
rascacielos que dominan la ciudad como telón de fondo. O el retrato del pequeño
grupo de connacionales reunidos en Tokio. O los testimonios de venezolanos y
australianos agrupados en Sídney, cuando acá todavía era de noche.
En
Bogotá también hubo un feliz encuentro de venezolanos, al que muchos
colombianos asistieron en acto de solidaridad, incluyendo el alcalde de esta
ciudad de poco más de nueve millones de habitantes, Carlos Fernando Galán,
quien hizo presencia para dar un mensaje solidario a la multitud y así
distanciarse de la ambigua posición que el presidente Petro ha mantenido frente
al arrebatón electoral que el CNE ejecutó en Caracas a la media noche del 28 de
julio.
¿Qué
pone en escena este fenómeno de masas ocurrido —es lo que dicen todas las
informaciones— en por lo menos 330 ciudades de los cinco continentes? En
primer lugar, lo descomunal del fenómeno migratorio venezolano de cuyas
dimensiones exactas nadie tiene cifras precisas, pero todo hace pensar que ya
está llegando a los nueve millones de personas, expulsadas de su nación por la
crisis humanitaria compleja generada por esa catástrofe conocida como
“Socialismo del siglo XXI”. Hasta en Helsinki hay hoy un equipo de beisbol
conformado por venezolanos.
En
segundo lugar, la capacidad de resistencia de una comunidad nacional que, aun
viviendo en condiciones de destierro, exilio o migración, en muchos casos en
difíciles condiciones económicas, o en estados depresivos por el duelo
migratorio, resiste políticamente a la tiranía que los hizo huir del país y,
además, lo hace con alegría y vitalidad.
En
tercer lugar, el liderazgo, la capacidad de convocatoria del movimiento
opositor, hoy liderado por María Corina Machado, que logra que en tantas
ciudades y países la gente se organice, los diversos activistas sociales y
políticos venezolanos consigan ponerse de acuerdo para coordinar
concentraciones que requieren de una logística compleja: tarimas, equipos de
sonido, permisos de las autoridades locales, baños portátiles, acuerdos para
ordenar a quienes intervienen —desde dirigentes políticos hasta músicos, actrices,
representantes de las oenegés— en unos eventos donde, lo sabemos, muchos
aspiran a tener el protagonismo frente a la multitud que siempre excita los
egos y el trabajo proselitista.
Y, por
último, creo que es necesario reseñarlo, el apoyo de organizaciones,
autoridades, medios de comunicación, personas comunes de las ciudades y países
receptores, a la causa democrática venezolana. En muchas ciudades, ya reseñamos
lo ocurrido en Bogotá, en las manifestaciones se han hecho presentes alcaldes y
gobernadores, también oenegés que defiende los derechos humanos, exministros,
sacerdotes, monjas.
Y, por
supuesto, también contribuyó, sin duda, a este entusiasmo internacional, que en
los días inmediatos anteriores a esta convocatoria masiva, la OEA haya aprobado
una resolución que pone en aprietos al gobierno militarista venezolano; y que
la Unión Europea se mantenga firme en el no reconocimiento al fraude electoral
liderado por un hombre de contrapuesto apellido, llamado Elvis Amoroso.
Hoy,
domingo 18 de agosto, mientras escribo esta nota apresurada, sigo recibiendo
imágenes y testimonios de las manifestaciones en otras ciudades. Recibo, por
ejemplo, la de las 25 mil personas que se reunieron en Buenos Aires, escucho el
discurso de María Corina Machado en Caracas, leo el mensaje de un amigo que me
cuenta lo que ocurrió en Lisboa.
Estoy
consciente de que este movimiento telúrico no significa el fin del régimen, ya
totalitario, que domina a Venezuela; que los casi dos mil venezolanos sometidos
a prisión y tortura luego del 28 de julio no van a ser liberados esta tarde de
domingo; que nadie va a revivir a los veinticinco asesinados en las
manifestaciones de protesta ocurridas desde el mismo día en que el fraude
previsto se hizo realidad; que la persecución a los periodistas nacionales y
extranjeros no va a cesar; que Zapatero y su corte de estafadores ibéricos va a
seguir interviniendo en Venezuela; que tenemos que proteger la libertad y la
vida de María Corina Machado y Edmundo González; que Alí Babá y sus cuarenta
ladrones no renunciarán fácilmente al poder.
Pero
estas multitudes tricolor, enardecidas y alegres a la vez, este río de
venezolanos y sus aliados de cada nación reivindicando la democracia y los
derechos humanos, estos cantos caribes, este anhelo al que no renunciamos, nos
indican que la tiranía fundada por ese militar premoderno, preso de una penosa
pereza intelectual, resentido y cruel, llamado Hugo Chávez, tiene, por fin,
plomo en el ala. Odio mundial. Condena infinita. Desprecio compartido todo el
día de ayer en más de trescientas ciudades de este herido planeta donde nuestro
dolor se hizo esperanza.
TULIO
HERNÁNDEZ
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