«No podemos montar nada en los estados de WhatsApp para que no nos vayan a buscar a nuestras casas y nos lleven presos»
Que no se olviden los días postelectorales.
El 29 de julio, Caracas volvió a las calles para reclamar que hasta en sus barriadas Edmundo ganó y Maduro perdió. Pero como en aquellos días de 2014 y 2017, el régimen de Maduro volvió a las calles para reprimir. De acuerdo con la ONG Justicia Encuentro Perdón, son 25 asesinatos postelectorales, nueve de éstos ocurrieron en Distrito Capital, los nueve en sectores populares.
“En mi barrio también queremos vivir, no queremos morir así. De bolas que tenemos miedo, ¿quién no? Yo que estoy frenteá con mi barrio, indignada y arrecha, aunque también con esperanza, pero no quiero ser mártir de nadie”, dice Alexandra, de un sector de Petare que prefiere no identificar.
Porque hoy, casi un mes después de la elección presidencial de Venezuela, la represión persiste en los sectores populares.
“Ya todo está normal allá en el este, pero por aquí en Catia no. Es verdad que ya no están los colectivos ni los policías regaos por todos laos como hasta el 15 de agosto que andaban metíos en los barrios Gramoven y Nuevo Horizonte, en plaza Catia, en cortada de Catia, en la salida para agarrar hacia Miraflores, pero cuando salimos, nos llevamos los celulares escondidos o los dejamos en la casa y eso no es normal. Aquí los policías-colectivos, que son los colectivos que acreditaron como policías en tres meses, te paran, te revisan el teléfono y si hay que no les gusta, te quitan plata o te llevan preso. No podemos montar nada en los estados de WhatsApp para que no nos vayan a buscar a nuestras casas y nos lleven presos. Eso sí está pasando y no es normal. Hasta las amigas mías de la UBCh andan calladitas, porque votaron por Edmundo”, cuenta Inés, del sector Gramoven.
“Aquí en Petare, en mi barrio La Dolorita, pasa igual” —explica Carolina— “Seguimos con esas medidas amenazantes como para recordarnos a cada ratico ‘Aquí estoy. Si sales a protestar, a denunciar, hago contigo lo que me da la gana’. Por eso no se ve tanto que la gente salga a protestar”.
No es para menos. Tras los cacerolazos del 29 de julio en la parroquia 23 de enero, en casa de Gladys, ubicada en el sector Sierra Maestra, se tomaron otras precauciones:
“Al día siguiente, como quitaron el transporte aquí en el 23, mi esposo se fue al trabajo a pie sin su morral con el almuerzo, el agua y el café, para evitar que los colectivos le fueran a hacer algo creyendo que es guarimbero. Esa semana aparecieron unas casas marcadas con una ‘X’ y estábamos aterrados, porque no sabíamos qué les iban a hacer a esas familias. Ahora dicen que las marcaron para quitarles la bolsa de comida. Esos días no hablábamos con casi nadie”.
Como dice Alexandra: “Es muy jodido: pasamos de la alegría comunitaria por haber ganado al declive emocional por el psicoterror implementado desde el día 30. Esto no ha parado. Esta gente hace su chamba y hasta la gente que estaba más resteá dice que ya no sale más pa´ la calle”.
El miedo de Carolina, Gladys y de Alexandra es el de muchos, sea en el este o en el oeste de Caracas: de acuerdo con la ONG Foro Penal, van 1377 detenciones arbitrarias postelectorales. Según Maduro, son más de dos mil. Así, Venezuela tiene el mayor número de presos políticos de su historia del siglo XXI, un récord posible gracias al despliegue de colectivos armados, funcionarios de la Guardia Nacional Bolivariana, de la Policía Nacional Bolivariana y otros cómplices dentro de las barriadas:
“La gente de los consejos comunales es parte de esto” —advierte Alexandra— “Son nuestros vecinos. A lo mejor les dijeron que iban a ser más revolucionarios o ministros de algo para que salieran a echarle paja a sus vecinos. A mi familia le han dicho que me van a meter presa porque ando ‘promoviendo la violencia’ y eso no es verdad. Mi mamá anda toda nerviosa, ahora mi familia me llama como cada dos horas si no saben de mí”.
Así pasó con tres jóvenes del 23 de Enero, de quienes no especificamos el sector por el temor de sus familias a más represalias: el 30 de julio se los llevó la PNB de sus casas luego de que tres vecinas del concejo comunal denunciaran a través de la VenApp y ante el colectivo del sector que los tres muchachos habían protestado el 29 de julio. Dice Mirta, la madre de dos de los jóvenes:
“Se llevaron a mis hijos solo porque tienen un pensamiento diferente. Desde que se los llevaron, estoy poco en la casa: la semana que estuvieron en [los calabozos de la PNB] Zona 7, fui todos los días y estaba allá todo el día. Ahora ando con los trámites en el Ministerio Público y los tribunales. Han sido días de tristeza, desesperación y dolor, y más ahora que tienen a mis hijos en [la cárcel de] Yare. Los he visto una sola vez. Ahora estoy aquí en la casa, en el 23, pero mi corazón está en Yare con mis hijos”.
En diversos sectores de Petare, la PNB “también se está portando malísimo”, dice Alexandra, pues repite la práctica aplicada a los hijos de Mirta, la extorsión de la que habla Carolina y, además, siembran drogas o armas a los chamos para imputarles algún delito que no sea terrorismo. El efecto de todo esto se siente hasta en el sector La Zulia de la barriada La Vega: “Todo se apagó, la gente quedó como asustada”, dice Mariana, vecina de este sector en el que ya no hay música ni baile en la vía como antes del 28 de julio.
Pero, para Henry del sector Los Cangilones, “ya las cosas van transcurriendo como si nada hubiera pasado. Es como ‘otra vez lo mismo’ y ya la gente madruga para salir a sus trabajos o comprar lo que va cocinar ese día, para abrir los comercios”.
Una realidad similar se vive en el sector Mercado de Catia: “En la semana del 15 de agosto, todo se fue normalizando. Es que muchos por aquí, sea negocio pequeño o en el mercado, o en el bulevar, o negocio de algún colectivo, dependen de lo que venden en el día a día y hay que resolver. Se habla de las elecciones, claro, hay gente que espera que algo pase en noviembre, diciembre o enero, pero también hay molestia, desesperanza y desilusión en mi sector. En lo que todos sí estamos bien claritos es que Maduro perdió por paliza aquí y en donde sea”, explica Luisa.
Y porque Maduro también perdió en el 23 de Enero, algunos cambios generan desconfianza: los mismos consejos comunales que marcaron las casas, “se han vuelto amables y comprensivos”, dice Gladys. “Ahora, por ejemplo, andan pasando unos mensajes que dan a entender que los opositores van a seguir teniendo la bolsa, porque Maduro protege a la gente. Mira todo lo que están haciendo. Es frustrante. Yo ya no veo salida a todo esto. Así estamos, son días difíciles en mi barrio. Creo que en otros barrios también”.
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