JULIO CÉSAR DALY 23 de agosto de 2024
¿Qué
podemos hacer? La estrategia del régimen es impedir la coordinación, sembrar el
miedo y el escepticismo
En
Venezuela la palabra fe ha venido capturando un sentimiento nacional, que ha
estado marcado de alegría, esperanza y acción coordinada. A simple vista ese
sentimiento nacional pareciera contrario o independiente a la incertidumbre,
miedo, frustración y rabia que estamos viviendo desde el intento de desconocer
la soberanía popular expresada el 28 de julio y la ola represiva para imponerse
a la fuerza. Considero que entender el fenómeno de la fe en Venezuela puede
darnos luces de cómo actuar en estos meses decisivos para nuestra sociedad para
lograr nuestro objetivo de construir cosas buenas para nuestra comunidad y
superar el más reciente y brutal obstáculo que nos impone la dictadura. La
comparación con el fenómeno de la vinotinto, más que algo superficial, puede
ser un espejo del momento en el que nos encontramos como sociedad.
Una lectura diferente sobre la fe
En
nuestra sociedad generalmente utilizamos la palabra fe para referirnos a la
creencia y práctica en una doctrina religiosa, o al menos la creencia en un
Dios. También utilizamos la palabra para referirnos a la creencia de que algo
bueno va a ocurrir, aunque sea improbable. La manera en que
hemos usado como sociedad el concepto de la fe recientemente se parece más al
segundo caso. Cuando hemos hablado de fe, nos referimos a que creemos que cosas
buenas, pero difíciles van a ocurrir como que la Vinotinto gane un partido o
torneo, o que vamos a ganar las elecciones, o que la democracia y la libertad
en Venezuela volverán a instaurarse.
Una
lectura simplista podría hacernos creer que esta fe es contraria a la razón,
que nos indica que algunas cosas son improbables. Esta es la forma de pensar de
los escépticos y los cínicos, que hacen cálculos dejando de lado la pregunta de
qué es lo valioso que deseamos construir como sociedad. Yo pienso que la fe en
Venezuela no es contraria a la razón, sino tal vez la actitud más racional dada
nuestras condiciones y nuestros deseos.
La fe
ha sido fundamental en nuestra experiencia como venezolanos porque las
condiciones nos han sido adversas. Para poder actuar escapando del pesimismo y
del escepticismo necesitamos fijar ideales que se escapan de la pura razón. En
su ensayo ‘El Sentimiento de la Racionalidad’ el filósofo William James hace un
argumento persuasivo y diferente a favor de la fe:
“Fe
significa creer en algo sobre lo cual todavía es teóricamente posible dudar; y
como la prueba de una creencia es la voluntad de actuar, se puede decir que la
fe es la disposición a actuar en una causa cuyo resultado exitoso no está
garantizado de antemano. De hecho, es la misma cualidad moral que llamamos
coraje en los asuntos prácticos”. (James, Sentiment of Rationality,
p.90).
Sin la
fe podríamos quedar paralizados e impotentes ante las adversidades que hemos
enfrentado. Esto no es exclusivo de la esfera política. De hecho, una lectura
diferente que podríamos darle a la tragedia de la migración que hemos vivido,
es que han sido heroicos esfuerzos de personas que se arriesgan sin ninguna
garantía a construir un mundo mejor para ellos y su familia que les fue negado
en su propia tierra. Y, a partir de su esfuerzo, enfoque y orientación con fe
hacia un ideal que aún no existe, es que han podido construir ese nuevo mundo,
a pesar de haber tenido las probabilidades en contra.
La
palabra importante acá es la acción. Mediante nuestras acciones, colaboraciones
y nuestros ideales, tenemos una ventana, así sea pequeña, de darle forma al
mundo en que vivimos. Los ideales son los que nos ayudan a orientar nuestras
acciones. Nos orientan hacia una versión de la realidad que no existe, pero que
podemos crear.
Con
esto no quiero decir que podemos lograr cualquier cosa que creamos con fe. No
soy ingenuo en ese sentido, ni tampoco lo somos como sociedad. Hemos vivido lo
suficiente para saber que el deseo no es suficiente. Pero, volviendo a William
James, hay algunas verdades que solo pueden ser construidas si nuestra acción
orientada genera las condiciones para su realización:
“Existe
un cierto orden de verdades que la creencia, como efecto de su acción, crea y
descubre. Para estas verdades, la fe no sólo es legítima y apropiada, sino
esencial e indispensable. Estas verdades no pueden llegar a ser tales hasta
tanto que nuestra fe las selle”. (James, Sentiment of Rationality,
p.92)
Ventanas
de oportunidad para vivir un sentimiento nacional
En
Venezuela hay deseo colectivo de construir cosas buenas para nuestra sociedad,
y no solo de manera individual, sino en comunidad. Queremos lograr grandes
cosas con nuestras acciones, explotar nuestro potencial y ser recompensados por
nuestros esfuerzos, así como ser redimidos por el sufrimiento que hemos vivido
y que, aunque con heridas, hemos superado. Es un sentimiento que está dentro de
la mayoría de los venezolanos, y cuando se presentan avenidas concretas para
expresarlo de manera colectiva, nos damos cuenta de lo poderoso y compartido
que es.
No es
un secreto que en los últimos años hemos tenido pocas avenidas para construir
estas cosas buenas, pero las elecciones, los partidos de la Vinotinto, o el
éxito de los Venezolanos en el exterior son avenidas unificadoras para vivir y
expresar en sociedad nuestro sentimiento. El antropólogo Victor Turner utilizó
el término Communitas para referirse a momentos de posibilidad colectiva que
ocurren después de grandes crisis sociales. En los momentos de transición
después de crisis profundas, las sociedades suelen crear rituales de reflexión
intensa sobre potenciales cambios en su estructura. Estos rituales, que
funcionan como espejos, abren nuevas líneas de realidad que por diferentes
razones han sido negadas o reprimidas.
Tomemos
el ejemplo de la Vinotinto, que se convirtió en un objeto concreto sobre el que
hemos volcado este deseo de construir. Desde que inició este fenómeno tenemos
un ritual que dura algunas horas. Durante esas horas vivimos el Communitas del
que habla Turner: estamos conectados como comunidad, experimentamos esperanza y
posibilidad. Leí un tweet hace una semana que decía que la Vinotinto creó un
sentimiento de identidad nacional que era necesario para motivar a la gente a
participar de la lucha política. Yo creo que es al revés, el sentimiento
nacional es el que hizo que la campaña de ‘Mano tengo fe’ fuera tan exitosa.
Entender eso nos abre la puerta a crear nuevas y diferentes formas de vivir el
deseo colectivo de posibilidad de una mejor Venezuela.
De
hecho, los resultados de las elecciones del 28 de julio son la mayor expresión
del deseo de posibilidad colectiva. En todos los estados, en todos los sectores
sociales, a pesar de las dificultades, el deseo de un país diferente ganó
abrumadoramente. No ocurrió espontáneamente, fue producto de la acción guiada
por la fe en un ideal que permitió la superación de múltiples e importantes
obstáculos. Por eso tienen razón las personas que mencionan las victorias de:
poder llevar a cabo las primarias, tener un candidato unificado, ganar las
elecciones y comprobar la victoria, como evidencia del poder de un ideal claro
ante los cínicos que hacen cálculos ‘realistas’ que favorecen al
poder.
Los
cínicos, los escépticos y los oportunistas han interpretado las inmensas
adversidades impuestas por el poder con un pesimismo casi otorgante. Lo han
hecho en el pasado y lo siguen haciendo en la actualidad. En cambio, los que
persiguen con fe y determinación el ideal de un cambio político para una
Venezuela mejor han construido las condiciones para que ese cambio sea posible.
La evidencia y los obstáculos no paralizan a actuar a los que se entregan con
fe hacia un ideal. David Hume, filósofo de la ilustración, argumentó hace
tiempo que la razón para la acción aplica únicamente para los medios y no para
los fines. Los fines nos los dan nuestros valores, deseos y aspiraciones. Y en
Venezuela el deseo de salir de este capítulo de nuestra historia es
inequívoco.
Esta
fe no los aleja de lo material. De nuevo, usando como ejemplo el espejo que nos
brinda el fútbol: no hay garantía de que la Vinotinto vaya a ganar un partido o
un torneo, pero es mediante la creencia en este ideal que se pueden construir
las condiciones para que el ideal se materialice. Así haya evidencia en contra,
el valor de esta creencia es precisamente que nos orienta a actuar para su
consecución. La fe nos da norte, ánimo, resiliencia y fuerza. Y, sobre todo,
foco en el siguiente objetivo.
Un
nuevo plan para los venezolanos que quieren seguir actuando
Cuando
se presentan objetos unificadores, como la Vinotinto o las elecciones se abre
una ventana de oportunidad para la unificación de nuestro deseo colectivo, lo
que hace que su fuerza se multiplique y sea imparable. El liderazgo de la
oposición está intentando mantener este espíritu vivo mediante la convocatoria de
marchas que también preserven la seguridad de los participantes, como la
convocada para el sábado 17 de agosto. Esto es una buena idea, pero
pierde algo: la fuerza de la acción coordinada con planificación
estratégica.
Estas
semanas mis conversaciones con mi comunidad han girado en torno a la pregunta
¿qué podemos hacer? Me he encontrado y he sido parte de múltiples esfuerzos
para hacer respetar el resultado del 28, y estoy seguro que miles de
venezolanos dentro y fuera están en la misma situación. Pero estos esfuerzos
pierden su fuerza al no ser parte de una estrategia o un plan conjunto. La
estrategia del régimen es esa: impedir la coordinación, sembrar el miedo y el
escepticismo. Ya he sentido parte de los efectos en mí y en otros, por eso
propongo un posible antídoto: (1) conectar con el alma de la lucha (2) tener un
mínimo de horizonte estratégico para coordinar las acciones.
Por
supuesto que MCM y el liderazgo opositor están construyendo un nuevo plan al
que hay que adherirse. Yo pienso que podemos ordenar nuestro deseo de actuar
mientras vamos obteniendo claridad de cómo contribuir al plan más grande.
Andres Izarra, exministro de comunicaciones del chavismo propuso unos objetivos
estratégicos para esta nueva etapa de resistencia efectiva: vencer el
miedo, la batalla por la narrativa, explotar divisiones internas y alianzas
internacionales. A esto yo le agregaría un horizonte temporal: la toma de
posesión del nuevo presidente del 10 de enero. Lo que propongo es que nos
organicemos dentro de nuestras áreas de experiencia, redes y capacidad real de
influencia; alrededor de uno de estos objetivos con acciones concretas y
contundentes planificadas hasta el 10 de enero, momento hacia el que debemos ir
incrementando la presión. Más que nunca debemos ser estratégicos en nuestra
acción y estar convencidos que nuestros esfuerzos hacen la diferencia.
Conclusión
La
batalla es espiritual en Venezuela porque ha involucrado la constitución de
ideales, entregarse con fe a estos ideales y actuar motivados por ellos en la
persecución de su realización. La utilización de este lenguaje es más que una
estrategia retórica. De hecho, decir que nuestra batalla es espiritual es
simplemente ponerle un nombre a algo que ya estaba pasando en lo más profundo
de nuestra sociedad. Ser consciente de esto nos revela que nuestra lucha tiene
un alma. Esta alma trasciende el momento actual, la política e incluso a
nosotros mismos. El resultado de esta fe que hemos cultivado como sociedad ha
sido un conjunto de iniciativas que evolucionan y dan forma a nuestra
creatividad individual en el proyecto colectivo de reconstruir o sanar a
nuestra nación y a nuestra comunidad, frente a la catástrofe que hemos vivido.
No
podemos perder el foco. Aun si un grupo minoritario intenta prevenir la
construcción de una Venezuela diferente a través de la fuerza, el alma de la
lucha también se preservará.
El
reto que enfrentan los líderes de nuestra generación en las próximas semanas,
meses y años es seguir encontrando objetivos que agrupen y capitalicen la
orientación de esta voluntad colectiva de construir cosas buenas para Venezuela
y los venezolanos. Esto permitirá cosechar los frutos de la sabiduría que hemos
obtenido en estos tiempos difíciles.
JULIO
CÉSAR DALY
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