Marta de la Vega 29 de agosto de 2024
Las elecciones presidenciales, cuya fecha fue adelantada en casi seis meses con respecto a lo que había sido costumbre, sin el consenso del país ni de los partidos políticos de la Plataforma Unitaria Democrática, con condiciones impuestas por Maduro y su entorno, con las reglas y transgresiones de la dictadura, superadas arbitrariedades y discrecionalidad, fueron realizadas el 28 de julio de 2024. Pese a todas las dificultades y obstáculos contra la oposición y su candidato unitario, el resultado ha sido una formidable victoria, contundente y muy claramente comprobada, con más de quince estudios de expertos independientes que certifican la autenticidad y veracidad, imposible de adulterar, de las actas de votación impresas por las máquinas del consejo nacional electoral al final de la jornada comicial.
Estas
fueron recogidas de manera heroica y con admirable tenacidad por los
voluntarios organizados para preservar el voto, que presionaron, se mantuvieron
firmes y no se retiraron de los centros de votación hasta que no obtuvieron las
copias que por ley tienen que ser entregadas a los testigos después del
escrutinio; se recogió la mayoría de las actas, correspondientes a veinticinco
mil setenta y tres mesas de las treinta mil veintiséis instaladas por el CNE. O
sea, se contó con casi el 84% del total de la voluntad popular expresada en el
sufragio. Estas se hallan expuestas en internet a la vista del mundo entero en
la página https://resultadosconvzla.com/.
Fue
una avalancha entusiasta y serena de civilidad, voluntariado, comportamiento
cívico y pacífico de la ciudadanía. Fue un excepcional trabajo de los
“comanditos” mediante los cuales la sociedad civil se organizó y se preparó con
callada laboriosidad y eficiencia durante muchos meses para proteger el proceso
electoral. Fue una extraordinaria estrategia tecnológica y política del equipo
de María Corina Machado y Edmundo González para adelantarse ante la sospecha de
fraude que, aparte del ventajismo, ya había ocurrido en el pasado sin
posibilidad de ponerlo a la luz.
Esta
vez mostrar las actas de las máquinas de votación desmontó la maniobra que
pretendía el régimen y que ahora busca afianzar con una sala electoral del
tribunal supremo de justicia que usurpa funciones que no tiene porque es
competencia del consejo nacional electoral la publicación y certificación de
las actas. Este poder aún no las ha hecho públicas y no las va a mostrar porque
quedaría al descubierto la gravísima trampa.
Una
aplicación muy avanzada permitió contabilizar durante toda la noche del mismo
28 de julio la totalidad de las actas recogidas, en condiciones muy difíciles y
bajo amenazas. Pero se logró y el resultado es técnicamente imposible de
rebatir. La reacción de la cúpula chavista y las autoridades de las fuerzas del
orden bajo su mando ha sido sembrar el miedo, la persecución y las detenciones
arbitrarias mediante una política sistemática de terrorismo de Estado. Ha
habido por lo menos veinticinco asesinados en las dos semanas posteriores a las
elecciones. Ha habido más de dos mil cuatrocientas personas detenidas o sacadas
de sus casas, de las cuales ciento quince son adolescentes y menores de edad,
acusados de terrorismo y traición a la patria.
El
problema que hoy enfrenta el país, martirizado por los abusos de poder, el
abandono y colapso de los servicios públicos básicos por falta de mantenimiento
y latrocinio, la demagogia, manipulación y medidas efectistas hacia una
población que ha presenciado indefensa el saqueo de las arcas públicas, la
discrecionalidad y negligencia de quienes desgobiernan e incumplen las
obligaciones que compete al Estado hacia sus ciudadanos, es que la camarilla
que domina las instituciones se aferra al poder a un precio trágico para la
gente.
Todos
los altos funcionarios en la cadena de mando han cometido un gravísimo delito
contra la Constitución y contra la ley de procesos electorales. Al negarse a
aceptar los resultados y pretender, con cifras sin ningún sustento, violentando
las leyes, engañando a la comunidad internacional y a los venezolanos,
inventando un boletín, el único, al amanecer del 29 de julio, mintiendo sin
pestañear, proclamar al candidato oficialista presidente reelecto de la
República, han dado un golpe contra el sufragio, que es la principal fuente de
la legitimidad democrática; contra las bases de la República, al desconocer la
independencia y autonomía de los poderes del Estado y contra los fundamentos
del Estado de Derecho, al burlarse de las instituciones, en especial la de la
voluntad popular soberana expresada en votos.
Los
actores políticos y la sociedad civil han hablado de paz. Los ciudadanos han
expresado su reclamo por la paz, como en la voz y el canto de los artistas
Laura Guevara, en junio de 2017, con su poderosa canción y video Queremos
vivir en paz y Franco de Vita, en julio de 2024, antes de que
finalizara la campaña, y la inspiradora lideresa María Corina Machado, con su
canción y video Tú tienes la llave; tu voto es la llave para
«que podamos vivir en paz».
También
Maduro habla de paz. Paz impuesta a punta de miedo y represión. Edmundo
González, en mensaje a los venezolanos del 23 de agosto, sostiene que está en
juego la paz de nuestro país. “Solo en democracia tendremos la oportunidad de
transitar un cambio en paz donde podamos reencontrarnos, progresar y vivir con
bienestar”.
Lo que
queremos los ciudadanos de bien, la gran mayoría de los venezolanos, es una paz
democrática, amable, de convivencia pacífica, de prosperidad y de reencuentro,
sin odio, ni resentimiento, ni venganzas rabiosas ni retaliación, como a los
que nos ha querido acostumbrar y buscado imponer el proyecto neopopulista y
militarista del chavismo depredador.
Marta
de la Vega
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