lunes, 6 de febrero de 2012

Clase magistral... de adulación


Escrito por Milagros Socorro Domingo, 05 de Febrero de 2012, Opinionynoticias.com

Sería interesante que el presidente Chávez cumpliera con su oferta de publicar el discurso del magistrado Arcadio Delgado Rosales, pronunciado el martes, con ocasión de la apertura del año judicial, que el primer mandatario calificó de "clase magistral".

Una eventual difusión masiva expondría la citada pieza oratoria al escrutinio de expertos. Asdrúbal Aguiar, doctor en Derecho summa cum laude, por ejemplo, difiere del Presidente. A Aguiar, la perorata de Delgado, "suerte de tienda intelectual por departamentos en la que todo cabe", le da risa. "En una rápida lectura ­me dijo tras enviarle una trascripción del discurso­ aprecio que quien lo redacta reunió informaciones parciales en Internet, pero no logra ordenar, ni digerir ni fijar contextos a los autores a quienes alude. Y muestra una ignorancia ramplona sobre la historia, a pesar de que intenta usar ésta como el dominante que ata al Derecho y la política. No existe para él, siquiera, el deber ser o la idea metapolítica de la perfectibilidad del ser humano. En fin, un verdadero pasticho".

Entre los diversos autores citados por Delgado llaman la atención dos: Carl Schmitt, quizá la principal referencia del discurso, y su propio padre, José Manuel Delgado Ocando. A la obra de Schmitt se debe la arquitectura del Estado fascista totalitario: su doctrina es reconocida como uno de los basamentos ideológicos sobre los que se fundó el nacionalsocialismo, que adhirió en 1933.

El "realismo jurídico" de Carl Schmitt fue la teoría político-jurídica que justificó el ejercicio de poderes ilimitados por parte del Tercer Reich, y es, por tanto, incompatible con los derechos humanos, la democracia y el Estado de Derecho. La visión política de Schmitt niega el pluralismo, los acuerdos, la convivencia: sólo vale derrotar al enemigo y someterlo. No hay protección a las minorías políticas, étnicas, sociales; y no existe el Tribunal Constitucional para controlar judicialmente al Gobierno y al Legislativo. Por su parte, el ex magistrado Delgado Ocando considera la democracia "cursi" o "kitch".

Según Luis Alfonso Herrera Orellana, abogado summa cum laude y licenciado en Filosofía por la UCV, "lo que hizo Delgado Rosales fue repetir las ideas de su padre, verdadero cultivador de las afirmaciones manifestadas por el servil orador, y quien es un conocido defensor del comunismo, de la dictadura de los Castro y de la abolición de los derechos humanos `por ser una ideología de la hegemonía burguesa globalizante".

A nadie se le escapó que la exposición de Delgado Rosales tenía como objetivo judicializar la dictadura y limpiar sus ilegalidades al amparo de jueces a su servicio.

Esto no es nuevo. Exactamente lo mismo hicieron sus predecesores Francisco Carrasquero y Fernando Vegas, éste mejor estructurado, desde luego, pero todos, igual que Delgado Rosales, asegurándose de hacer la obligatoria parada de adulación a Chávez.

Asimismo, rechinó por falsa y malintencionada la contraposición entre individualismo y satisfacción de las necesidades sociales (mal llamadas derechos sociales), pues es sólo gracias al respeto, capacitación y confianza en las personas ­esto es, en los individuos­ que, con trabajo y emprendimiento, bajo las reglas del Estado de Derecho, se crea riqueza y satisfacen esas necesidades.
No robando, persiguiendo y estigmatizando en nombre del Estado a quienes generan esa riqueza, sino estimulando la inversión, el intercambio y haciendo respetar las reglas que castigan el abuso, el robo, el fraude y la corrupción.

Lo verdaderamente triste es que en el afán de Delgado Rosales de reconducir el fracasado marxismo a una suerte de restauración que él llama "Estado total", echa mano de un montón de autores, pero no logra ocultar su principal influencia (que, sin embargo, no menciona): Norberto Ceresole, a quien cita en forma tácita cuando elogia la relación líder-pueblo, con prescindencia de la sociedad civil; así como la defensa implícita que hace de grupos criminales como el colectivo La Piedrita, que arma niños, cuando elogia al partisano o guerrillero de Clausewitz.

Si se imprime y reparte, quedará para la historia este monumento al servilismo de ocasión y al atropello de las ideas y de la historia para disponerlas al servicio del dictador. Lo bochornoso es que Delgado Rosales no llega a juez del horror sino del esperpento. Y el baboso jalabolismo.



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