Escrito por
Milagros Socorro Domingo, 05 de Febrero de 2012, Opinionynoticias.com
Sería interesante que el presidente Chávez cumpliera con su oferta de
publicar el discurso del magistrado Arcadio Delgado Rosales, pronunciado el
martes, con ocasión de la apertura del año judicial, que el primer mandatario
calificó de "clase magistral".
Una eventual difusión masiva expondría la citada pieza oratoria al
escrutinio de expertos. Asdrúbal Aguiar, doctor en Derecho summa cum laude, por
ejemplo, difiere del Presidente. A Aguiar, la perorata de Delgado, "suerte
de tienda intelectual por departamentos en la que todo cabe", le da risa.
"En una rápida lectura me dijo tras enviarle una trascripción del
discurso aprecio que quien lo redacta reunió informaciones parciales en
Internet, pero no logra ordenar, ni digerir ni fijar contextos a los autores a
quienes alude. Y muestra una ignorancia ramplona sobre la historia, a pesar de
que intenta usar ésta como el dominante que ata al Derecho y la política. No
existe para él, siquiera, el deber ser o la idea metapolítica de la
perfectibilidad del ser humano. En fin, un verdadero pasticho".
Entre los diversos autores citados por Delgado llaman la atención dos: Carl
Schmitt, quizá la principal referencia del discurso, y su propio padre, José
Manuel Delgado Ocando. A la obra de Schmitt se debe la arquitectura del Estado
fascista totalitario: su doctrina es reconocida como uno de los basamentos
ideológicos sobre los que se fundó el nacionalsocialismo, que adhirió en 1933.
El "realismo jurídico" de Carl Schmitt fue la teoría
político-jurídica que justificó el ejercicio de poderes ilimitados por parte
del Tercer Reich, y es, por tanto, incompatible con los derechos humanos, la
democracia y el Estado de Derecho. La visión política de Schmitt niega el
pluralismo, los acuerdos, la convivencia: sólo vale derrotar al enemigo y
someterlo. No hay protección a las minorías políticas, étnicas, sociales; y no
existe el Tribunal Constitucional para controlar judicialmente al Gobierno y al
Legislativo. Por su parte, el ex magistrado Delgado Ocando considera la
democracia "cursi" o "kitch".
Según Luis Alfonso Herrera Orellana, abogado summa cum laude y licenciado
en Filosofía por la UCV, "lo que hizo Delgado Rosales fue repetir las
ideas de su padre, verdadero cultivador de las afirmaciones manifestadas por el
servil orador, y quien es un conocido defensor del comunismo, de la dictadura
de los Castro y de la abolición de los derechos humanos `por ser una ideología
de la hegemonía burguesa globalizante".
A nadie se le escapó que la exposición de Delgado Rosales tenía como objetivo
judicializar la dictadura y limpiar sus ilegalidades al amparo de jueces a su
servicio.
Esto no es nuevo. Exactamente lo mismo hicieron sus predecesores Francisco
Carrasquero y Fernando Vegas, éste mejor estructurado, desde luego, pero todos,
igual que Delgado Rosales, asegurándose de hacer la obligatoria parada de
adulación a Chávez.
Asimismo, rechinó por falsa y malintencionada la contraposición entre
individualismo y satisfacción de las necesidades sociales (mal llamadas
derechos sociales), pues es sólo gracias al respeto, capacitación y confianza
en las personas esto es, en los individuos que, con trabajo y emprendimiento,
bajo las reglas del Estado de Derecho, se crea riqueza y satisfacen esas
necesidades.
No robando, persiguiendo y estigmatizando en nombre del Estado a quienes
generan esa riqueza, sino estimulando la inversión, el intercambio y haciendo
respetar las reglas que castigan el abuso, el robo, el fraude y la corrupción.
Lo verdaderamente triste es que en el afán de Delgado Rosales de reconducir
el fracasado marxismo a una suerte de restauración que él llama "Estado
total", echa mano de un montón de autores, pero no logra ocultar su
principal influencia (que, sin embargo, no menciona): Norberto Ceresole, a
quien cita en forma tácita cuando elogia la relación líder-pueblo, con
prescindencia de la sociedad civil; así como la defensa implícita que hace de
grupos criminales como el colectivo La Piedrita, que arma niños, cuando elogia
al partisano o guerrillero de Clausewitz.
Si se imprime y reparte, quedará para la historia este monumento al
servilismo de ocasión y al atropello de las ideas y de la historia para
disponerlas al servicio del dictador. Lo bochornoso es que Delgado Rosales no
llega a juez del horror sino del esperpento. Y el baboso jalabolismo.
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