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miércoles, 8 de febrero de 2012

De precandidatos “flojos” y “duros”


Roberto Giusti: Esta noticia fue publicada el Martes, febrero 7, 2012
 Dar por supuestos triunfos y derrotas en las primarias del domingo supone un ejercicio ocioso porque eso sólo se sabrá esa noche, pero sí vale la pena adelantar que los discursos de los precandidatos han incidido en las diferencias en cuanto a porcentajes de apoyo. Así, el mensaje de inclusión, de amplitud y de reconciliación, a la par del énfasis en las propuestas para solucionar los problemas cotidianos, ha tenido mayor pegada que los señalamientos, no por eso menos ciertos, sobre la supresión de las libertades, la vocación totalitaria del gobierno y la corrupción galopante que lo está devorando.

Buena, mala o regular, esa es la percepción de un electorado para el cual el desequilibrio de poderes o el obsceno manoseo con regímenes como el cubano, el sirio o el iraní, resulta una abstracción ajena a la dura realidad que viven las grandes mayorías. Pero esta percepción sobre las necesidades básicas insatisfechas refleja el colosal fracaso de un gobierno, en teoría de aliento popular, que no sólo ha sido incapaz de detener el crecimiento de la pobreza, sino que la estimula y se aprovecha de ella para perpetuar la relación de sujeción y servidumbre que mantienen con los más vulnerables.

Si se hubiera vencido o al menos atenuado, las causas del desempleo, de la violencia, la inseguridad, del déficit habitacional o de la crisis de la salud, otras serían las prioridades del grueso de los venezolanos. Pero no es así y ahogándonos, como estamos, en los males primarios de los países pobres, la gente exige respuestas claras y rápidas a un problema que es de supervivencia.

Así lo han comprendido algunos de los precandidatos quienes, a pesar de su supuesta blandenguería al no priorizar ciertos temas, se desmarcan del chavismo burocrático en posturas claves como el fin del antagonismo y de la polarización (marca de fábrica de este régimen), a través de una real inclusión en la cual desaparezcan el clientelismo y el asistencialismo condicionado. Esto implica, sin embargo, el rescate de mecanismos democráticos de participación y de criterios de eficiencia en programas sociales dirigidos a liquidar, no a perpetuar, la pobreza. No se trata, entonces, como afirman ciertos críticos, de plantear un simple cambio de gobierno, sino de una transformación radical en la forma de concebir y ejercer el poder.

Esto lo comprendió el electorado de oposición y quizás lo entenderán indecisos y chavistas, con el valor agregado de que si gana uno de quienes pregona ese discurso, sólo tendrá que consolidarlo desde el 13 de febrero. Pero si ganara alguien con el otro discurso, entonces se verá obligado a cambiar de mensaje para atraer al elector no oposicionista porque si es fiel y persiste en su postura, tendrá asegurada la derrota.


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