Escrito por Ignacio
Rodríguez Hurtado
Hasta hace poco yo tenía un idea muy
noble pero un poco ingenua. Yo pensaba que debía existir una combinación de
leyes y reglas que no permitiera de ninguna manera y bajo ninguna circunstancia
cometer los atropellos que hoy en día son comunes en nuestro país. Imagínatela
como una caja fuerte para la democracia. Un aparato que garantizara que lo que
vivimos (y lo que hemos vivido antes) no volviera a ocurrir. Juraba que al
momento de lograr una mejor combinación de leyes que la actual, se alcanzaba la
condición suficiente para sanar nuestro país.
Sin embargo, ya he desistido de esta
búsqueda idílica. La causa del abandono radica en un dato curioso. Resulta que
Gran Bretaña no tiene una constitución. No hay una Carta Magna protegiendo los
derechos fundamentales y todo lo dicta el Parlamento, el cual representa la
voluntad de los ciudadanos. ¡Y les ha ido muy bien para los ingleses! En
cambio, nosotros hemos tenido más de 20 constituciones, y pocas de ellas nos
han ayudado a progresar. Es por la misma naturaleza del asunto. Una ley o una
constitución, es solamente un papel. Más nada. Solo cobra su fuerza y su
importancia cuando un colectivo deposita su fe en ella y además vela para que
se cumpla. Sin jamás ser antidemocráticos, los ingleses nunca han dudado en
salir a protestar en contra de sus gobernantes.
En cambio, hace rato que los
venezolanos no tenemos fe en el sistema. Hay ejemplos múltiples de ésto. Un año
después de dos golpes de Estado, derrocamos al presidente en cargo
(implícitamente avalando aquellos golpes). Hasta permitimos que se perdonará al
golpista. Una democracia activa jamás hubiera permitido estas aberraciones. Se
perdió la fe. En cambio, el nuevo milenio prometía cosas diferentes. Y las
fueron. Se vieron protestas gigantescas. Se apoyó a los empleados de PDVSA despedidos
injustamente. Durante meses realizamos innumerables protestas. Los ciudadanos
nos creíamos con suficiente poder para afectar el rumbo de nuestro país. Como
debería ser. Sin embargo, después de este período pujante de nuestra
democracia, se llamó a la abstención en el 2005. Sin entrar en interpretaciones
es evidente que por alguna razón, volvimos a dejar de creer en nuestra
democracia.
Gracias a aquella abstención
fatídica, le dimos cancha libre a aquellos que solo querían quedarse con el
coroto. Efectivamente, nosotros mismos aceleramos el deterioro de nuestro país.
Y ahora solo quiero pedirle una cosa a tí, el lector. Mira atrás y reflexiona
sobre las consecuencias de abandonar la fe en la democracia. El precio que
pagamos fue altísimo. A pesar que nací en el 91, yo me siento responsable de
todo lo que ocurrió desde entonces. ¿Por qué? Porque soy venezolano, y nadie
más puede ni debe asumir esa responsabilidad por mi. Yo, como tú, formo parte
del país donde ocurrieron todos estos atropellos. Moralmente, soy responsable.
Es nuestra responsabilidad velar por
nuestro pais. Y como toda responsabilidad, requiere trabajo. Pero tambien es
nuestro derecho; y eso es democracia. Democracia es participación. Nosotros
podemos decidir el rumbo de nuestro país como siempre lo hemos podido hacer.
Llegó el momento de comenzar a decidir de nuevo.
Este año podemos votar. Vamos a
elegir. Y estoy convencido que vamos a enseñarle al mundo que si, acá queremos
democracia Así que vamos, aprovecha el privilegio de participar que tienes: tú
puedes cambiar el rumbo de este país. Vota en las primarias y ayuda a darle un
empujón más a nuestra renaciente democracia.
12 de Febrero: Primarias
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico