Por Eugenio G. Martínez | 28 de octubre, 2014
Las últimas mediciones de opinión
pública podrían hacer suponer a los sectores de oposición que están cerca de un
triunfo incontestable en los comicios legislativos del año 2015. Según el IVAD[1], el bloque político coyuntural opositor
aglutina a 52,5% de los ciudadanos y el bloque chavista congrega a 33% de los
electores. Por otra parte, Datanálisis reporta que por primera vez en 11 años
quienes se autodefinen como opositores representan a 38% de la
población, mientras que quienes se autodefinen como chavistas aglutinan
a 28,9% de los electores.
¿Pero cómo podrían comportarse
estas personas frente a la máquina de votación? Según el IVAD, 27,6% de los
ciudadanos dice que podrían votar por los candidatos del oficialismo a la
Asamblea Nacional, mientras 45,2% asegura que sufragarían apoyando a los aspirantes
de unidad de la oposición. Al día de hoy, 27% no sabe o no contesta
sobre cuál bloque de candidatos se inclinaría a respaldar el próximo año.
El estudio del IVAD aún no valora (por
la ausencia de elementos) cómo podrían comportarse quienes dicen votar por el
chavismo o por la oposición cuando conozcan el nombre y apellido de sus
aspirantes a curules en el Parlamento.
En este estudio también se analiza un
segundo escenario, en este caso para la elección de una Asamblea Nacional
Constituyente en el cual la oposición acude dividida en dos bloques. Ante este
escenario, el 25,4% de los ciudadanos dice que votaría por los aspirantes
revolucionarios, 23,5% asegura que apoyaría a los postulados por “La Salida” y
23,4% sufragaría por los candidatos de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD).
Datos similares se encuentra en un
trabajo de Consultores 21[2] enfocado en las principales zonas
urbanas del país: mientras 48% de los ciudadanos dice que podría votar por las
candidatos de la MUD, 33% asegura que lo hará por los aspirantes del PSUV. Sin
embrago, Consultores 21 también valora el escenario en que la oposición
presente fórmulas distintas. En esta hipótesis, 26,8% dice que votaría por los
candidatos apoyados por Henrique Capriles Radonski, Primero Justicia, Acción
Democrática y el resto de partidos de la MUD, mientras 24,6% asegura que
respaldaría a los aspirantes identificados con Leopoldo López, María Corina
Machado y Antonio Ledezma. Un tercio de los electores seguiría votando por el
PSUV.
Las encuestas en este momento dicen que
la unidad puede ganar los comicios, es cierto. Sin embargo, en el hipotético
pero no descartable escenario en que la oposición acuda dividida a las
elecciones parlamentarias de 2015 dificilmente obtendrá la victoria.
Para muchos analistas no existe
inconveniente con esta división, porque al sumar la votación de los dos grupos
opositores se supera ampliamente al chavismo. Quienes así piensan no incluyen
en su análisis que el sistema electoral que se emplea en Venezuela desde 2009[3]sobrerrepresenta a los grupos mayoritarios
y castiga a las minorías. En otras palabras, penaliza la falta de unidad.
Los resultados de las últimas elecciones
parlamentarias colocaron a Venezuela en el centro de los estudios sobre mayorías
manufacturadas[4], un concepto que se aplica entre los
académicos e investigadores electorales para definir los resultados de una
elección a cuerpos colegiados cuando una fuerza política que no logra la
mayoría absoluta de los votos obtiene la mayoría absoluta de los escaños, en
virtud de los efectos del sistema electoral.
Pero para continuar con el análisis es
necesario realizar una aclaratoria políticamente incorrecta entre el electorado
pro-opositor: no es cierto que la oposición obtuvo la mayoría de los votos en
las elecciones del año 2010. De ser cierto, el sistema electoral la hubiese
sobrerrepresentado en el Parlamento. En sentido estricto, lo que sucedió fue
que los candidatos de la alianza opositora obtuvieron 47% de los sufragios y el
PSUV capitalizó 48,5%. El resto de los votos pertenecen a partidos disidentes
del chavismo e incluso de la oposición.
No obstante, gracias a la
sobrerrepresentación de mayorías, al obtener 48,5% de los votos el chavismo
pudo capitalizar 59% de las curules en el Parlamento[5], una asignación que hubiese resultado aún
más desproporcionada si la oposición no hubiese obtenido la mayoría de los votos
en el estado Zulia, lo que el sistema electoral premió con la mayoría de los
parlamentarios de ese estado en detrimento del chavismo.
Como bien ha explicado en el pasado
Giovanni Sartori[6], el sistema electoral puede constituirse
como el elemento de más fácil y mejor manipulación para transformar el juego
político. Académicamente, el sistema que se usa desde hace cinco años en
Venezuela se define como orientado a propiciar una mayoría parlamentaria casi
absoluta de la fuerza que obtenga el mayor número de votos, sobrerrepresentando
a las fuerzas grandes y subrrepresentando (o excluyendo) a las medianas y
pequeñas.
Ilustremos la literatura académica con
una proyección: supongamos que los resultados de la elección presidencial del
año 2013 se repiten sin ninguna variación en las elecciones legislativas del
año 2015. Para este ejercicio se parte de la premisa de que los rectores del
Consejo Nacional Electoral (CNE) no modificarán las circunscripciones de
votación que se usaron en el año 2010 y que todos los electores que votaron por
Henrique Capriles Radonski lo harán por candidatos de la oposición y todos los
electores que votaron por Nicolás Maduro lo harán ahora por los candidatos del
PSUV a la Asamblea Nacional.
En abril de 2013, la diferencia entre la
oposición y el chavismo fue de 1,49 puntos porcentuales. Si Venezuela en
realidad tuviese un sistema de representación proporcional como lo establece la
Constitución Nacional, la composición del Parlamento debería ser muy similar a
esta paridad en la votación. No obstante, al tener un sistema que
sobrerrepresenta a las mayorías, si el chavismo repite su votación de la
elección presidencial obtendría 99 diputados, reduciendo a la oposición a sólo
66 diputados.
En el supuesto que se concretaran las
tendencias de votación que se reflejan en el estudio de Consultores 21, el PSUV
con apenas un tercio de los votos podrían obtener hasta 136 curules[7], mientras la división de la oposición la
condenaría a solo 28 curules, 24 de éstos al bloque de la MUD y apenas 4 al
bloque de los partidos que representan a “La Salida”.
“El ganador se lo lleva todo”, o
prácticamente todo, es la mejor forma de resumir los efectos del sistema
electoral venezolano.
No obstante, la sobrerrepresentación
favorece a cualquier bloque político. Si en el ejercicio con los resultados de
la elección presidencial de 2013 se asigna a la oposición el apoyo de 51% de
los votantes, entonces quienes adversa al chavismo podrían obtener hasta 99
curules. De ahí la resistencia de varios técnicos electorales del PSUV a avalar
la aprobación de este sistema en 1999.
Todos los factores políticos conocen la
perversión del sistema. Incluso los partidos de oposición. La duda en este caso
es si, conociendo la penalización por la falta de unidad, se atreverán a
presentar distintas candidaturas, una acción que inevitablemente provocará su
derrota, sin importar lo mal que luzca Maduro en los estudios de opinión
pública.
En el caso del chavismo la interrogante
es distinta. La disciplina de bloque impuesta por Hugo Chávez hace casi
inviable que fórmulas alternativas al PSUV se presenten con opciones reales de
triunfo. Por eso la duda en este caso es si la mayoría del chavismo en el
Parlamento tratará de volver a modificar la Ley Electoral (como ya ocurrió en
el 2009) para compensar la tendencia sostenida de pérdida de aceptación
de la Revolución Bolivariana.
Por último, la proyección de los
resultados electorales para 2015 también debería incluir otras variables. O al
menos ésta: la fecha de la elección (muy relacionada con los distintos
anuncios económicos por venir) y la posibilidad de que el nuevo CNE sucumba a
los deseos oficiales de adelantar los comicios parlamentarios. Incluso,
la reedición de un “Dakazo” o la posibilidad de hacer primarias para
escoger a los candidatos.
En definitiva: paralizarse porque las
encuestas de hoy decretan la victoria de la oposición o la derrota del chavismo
podría ser la peor forma de analizar el futuro electoral del país.
*
[1] El estudio del IVAD se realizó a
través de una encuesta por muestreo. De acuerdo con el reporte de IVAD, el
tamaño de la muestra fue de 800 entrevistas en hogares. El trabajo de campo
culminó el 29 de septiembre de 2014. El estudio tiene un nivel de confianza de
90% para errores máximos admisibles entre+/- 1,27% y +/- 2,91%.
[2] El estudio de Consultores 21 se
realizó del 27 de septiembre al 2 de octubre de 2014. Consistió en 1.000
entrevistas en hogares de las principales ocho zonas urbanas del país para un
error muestral de +/- 3,16%
[3] En 2009 la Asamblea Nacional sin
representación de la oposición derogó la Ley Orgánica del Sufragio y
Participación Política para aprobar la Ley Orgánica de Procesos Electorales.
Este cambio provocó que se adoptara un sistema electoral similar al empleado en
México que permitiera lo que se ha llamado la dictadura del PRI
[4] El concepto de Mayorías
Manufacturadas está ampliamente desarrollado en el estudio de Arend Lijphart
(1994) “Electoral System and Party System. A Study of
twenty seven democracias, 1945-1990”. Oxford University Press. New York.
[5] Sin la modificación de las
circunscripciones de votación y de la Ley Orgánica del Sufragio y Participación
Política el chavismo hubiese obtenido 10 diputados menos, diputados que
debieron asignarse a los grupos minotarios del propio chavismo o de la
oposición.
[6] La bibliografía de Giovanni
Sartori es abundante, pero para centrarse en el tema de cómo los cambios en la
legislación electoral pueden manipular los resultados el texto más
cercano al caso venezolano se encuentra en la investigación titulada
“Ingeniería Constitucional comparada. Una investigación de estructuras,
incentivos y resultados”. Estudio auspiciado por el Fondo de Cultura de México.
[7] Para obtener esta conclusión se
utilizan de base de los resultados de la encuestas de Consultores 21 y se
supone que el PSUV obtiene 33% de los votos en todas las circunscripciones
(para elegir a los diputados nominales) y en la votación de cada estado (para
elegir a los diputados tipo lista) mientras los dos bloques opositores obtienen
26,8% y 24,4% respectivamente en todas las circunscripciones.
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