Juan
Marcos Colmenares*, 31/10/2014
Cuando
Venezuela disfrutó su período democrático desde 1958 hasta 1998, la etapa más
larga de estabilidad política, económica y social, el país fue calificado como
en vías de desarrollo. Un país emergente donde se comenzó a liberar la
economía, mejorábamos en seguridad jurídica, establecíamos un estado de Derecho
y luchábamos contra la corrupción.
Con la visión de lograr la Gran Venezuela, reorganizamos la
administración pública y su estructura económica para democratizar el país y
logramos la descentralización y la elección directa de gobernadores y alcaldes.
Se buscaba acabar con el estatismo o capitalismo de Estado, ampliando las
fuentes de ingresos, diversificando el sector productivo, reduciendo el peso
del Estado y creando una sociedad productiva no rentista; para convertir a
Venezuela en un país productivo y competitivo.
En esa etapa invertimos nuestros ingresos petroleros en las
industrias básicas y en la industria pesada del acero y la bauxita (Sidor,
Venalum, Alcasa, Bauxiven, CVG) en Guayana; en la agroindustria, con la construcción de ingenios
azucareros y complejos manufactureros; en la industria petrolera y
petroquímica, en su infraestructura física y capital humano (Pdvsa, Pequiven,
empresas mixtas); y desarrollamos empresas y complejos hidroeléctricos
(Electricidad de Caracas, Enelven, represas de Guri y Uribante-Caparo). El
bolívar era una moneda dura que se cotizaba en los mercados mundiales junto al
dólar, al marco y al yen; y nuestro PIB alcanzó un crecimiento muy superior al
de cualquier país hemisférico, con más desarrollo social y mejor calidad de
vida.
Pero después de 15 años de este régimen
fidelista-chavista-comunista, la “Revolución del siglo XXI” nos ha retrocedido
en todo: En el período democrático recibimos ingresos por $ 427.393 millones; y
en los últimos 13 años $ 1.295.000 millones (sin incluir los años 2012-13 y 14
cuando el precio del petróleo llegó a más de $ 100 el barril). ¿A dónde fueron
a parar esos descomunales ingresos, si cada día vivimos peor?
Hasta 1998 la tasa anual de homicidios por cada cien mil
habitantes era de 9, en 2012 fue de 275 homicidios y Caracas es la tercera
ciudad más peligrosa del mundo. En materia de salud, teníamos 25,32 camas por
cada cien mil habitantes; en el chavismo descendimos a 17,01. En democracia
producíamos 80,8 litros de leche anual por habitante; ahora se producen solo
31,79 litros. Para el 2007 se habían cerrado 6.772 empresas de las que existían
en 1998; y sin producción, las importaciones que el 1999 eran de $ 14.492
millones, en 2013 aumentaron a $51.479 millones. En democracia se construyó un
promedio anual de 4,07 viviendas por cada cien mil habitantes; en la revolución
1,88 viviendas, a pesar de las misiones y todos los supuestos programas. En
democracia 23% de los venezolanos vivían en barrios, pero en el 2007 la cifra
había aumentado a 52%. La democracia construyó 83 embalses, la revolución 2. En
democracia se construyeron 63 aeropuertos, en revolución ninguno. En educación,
en 1998 había una matrícula de 657.448 alumnos en primer grado; pero, a pesar
del crecimiento poblacional, en 2012 esta cifra desciende a 590.235 inscritos.
Estos datos son oficiales y fueron tomados del libro “Del Pacto de Punto Fijo
al Pacto de La Habana”.
Los venezolanos no podemos continuar viviendo en este
desastre y lucharemos hasta rescatar la democracia, la libertad y la soberanía
nacional, lo más pronto que sea posible. Por eso exigimos la renuncia inmediata,
un gobierno de transición y elecciones libres.
*Abogado. Miembro de Vente Venezuela
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