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viernes, 24 de octubre de 2014

EL HAMPONATO DEL SIGLO XXI, por Fernando Egaña

Fernando Egaña 23 de octubre de 2014

“Hamponato” es una palabra nada agraciada en nuestra lengua y supongo que en cualquier otra. No está reconocida por la academia, pero se usa de manera corriente desde hace muchos años, al menos en nuestro país. Suena pesada y difícil, y desde luego lo que significa es terrible, pues un sistema o régimen dominado por el hampa, enjaulado por el hampa, corroído por el hampa, es una realidad terrible, si las hay.

Y esa es la realidad principal de Venezuela en el siglo XXI. No el llamado “socialismo de siglo XXI” de pretendidos alcances ideológicos. Tampoco la llamada “revolución de siglo XXI” de ínfulas históricas. Es el hamponato lo que caracteriza la realidad venezolana. Lo que tiene confiscado el presente y bloqueado el futuro. Con ello, el hampa se empodera a costa de la destrucción nacional. Porque así de costoso es el precio del hamponato del siglo XXI: la destrucción de Venezuela.

La reciente cadena de notoria violencia delictiva, toda ella estrechamente vinculada con el poder establecido, así lo confirma. Porque en estos años, el Estado se ha transmutado en una fuente de violencia. Por acción, omisión, negligencia o dolo, el turbomotor de la violencia en Venezuela es el Estado hegemónico que viene imperando en este siglo. Y ello es así, principalmente, porque ese Estado ha sido colonizado por el hampa.

Sí, por la delincuencia organizada en sus más diversas variantes: el narcotráfico, la boliplutocracia, la corrupción endémica vuelta pandémica, las bandas hamponiles disfrazadas de colectivos sociales, los grupos parapoliciales y paramilitares, y las innumerables tribus y circuitos familiares de gran parte de la nomenklatura, cuyo propósito existencial es la depredación de los recursos públicos de Venezuela. Y con la violencia que sea necesaria para asegurar la continuidad.

Por todo ello, entre otros factores, es que la sociedad venezolana se ha convertido en una de las más violentas del planeta. No solo de la región. No solo del hemisferio. Sino de todo el planeta. Cerca de 25.000 muertes violentas en cada año son una evidencia tan sangrienta como definitiva de la extrema violencia que se ha apoderado de nuestra nación. Y ese proceso explosivo es propio del siglo XXI, porque es una derivación directa de su principal caracterización política: el auge del hamponato, el imperio del hamponato, la soberanía del hamponato. El hamponato del siglo XXI.

No se trata de un fenómeno cupular que solo se manifiesta en los comandos del poder estatal. Se trata, además, de una diseminación capilar de la violencia criminal en todas las dimensiones de las relaciones sociales. Desde las miles de bandas que anidan en las comunidades populares, incluso cumpliendo funciones de autoridad informal en sus áreas específicas de influencia, y cuyo crecimiento exponencial se viene dando en estos tiempos; hasta los carteles financieros de proyección internacional, imbricados con algunas de las corrientes que compiten por el control de la hegemonía roja.

Acaso la expresión más crasa, más barbárica del hamponato sean los “colectivos” paramilitares, verdaderos brazos armados de esa mezcolanza de criminalidad y Estado que es el hamponato del siglo XXI. Tal parece que cada núcleo de la jefatura tiene sus propios colectivos. Algunos más subordinados, otros más autónomos, pero todos útiles para la tarea suprema de intimidar o más bien de aterrorizar a amplios sectores de la población venezolana.

Nada de lo cual quiere decir, por supuesto, que ser oficialista sea equivalente a estar vinculado con el hamponato. Eso sería un absurdo colosal y una distorsión, no menos colosal, del paisaje humano de Venezuela. Lo que hace todavía más necesario que esa parte importante del país que se identifica con las ilusiones del socialismo o de la revolución pueda comprender que la verdad detrás de la propaganda está en un sistema o régimen dominado, enjaulado y corroído por el hampa. Por el hampa de cuello rojo y de cuello blanco. Por el hampa de fusil y de portafolio. Por el hampa generalizada en el hamponato de siglo XXI. Ese que, repito, tiene confiscado el presente y bloqueado el futuro.


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