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viernes, 24 de octubre de 2014

La nueva mayoría, Vladimiro Mujica


Por Vladimiro Mujica, 23/10/2014

La verdadera mayoría son “Los Sin Futuro”. Es en la destrucción del futuro que nos empezamos a reconocer con más fuerza los venezolanos rojos y los venezolanos azules. Los padres de los jóvenes que mueren víctimas de la violencia sufren tanto como los padres de los jóvenes que emigran de nuestras tierras.

Cada vez más venezolanos parecen acercarse a la convicción de que cualquier mal gobierno que haya tenido el país desde el derrocamiento de la dictadura de Pérez Jiménez palidece frente a la interminable pesadilla de estos últimos quince años. Las evidencias en esta dirección son tan de bulto que han terminado por invadir los predios antes intocables del apoyo sólido del chavismo.

En otra dirección, es también cada vez más claro que los conceptos de gobierno y oposición tradicionalmente asociados a una sociedad democrática en la cual existe el respeto al estado de derecho, la constitución y las leyes, no son aplicables a un caso como el de Venezuela.

Toda noción de respeto a las reglas del juego democrático que garantizan la independencia de poderes y deberes y derechos para gobierno, oposición y la ciudadanía en general, y las garantías reales de alternancia del poder, está sujeta a la lógica arbitraria de la revolución que, en la práctica, fabrica sus propias reglas, frecuentemente pisoteando la constitución y las leyes de la nación. Esta circunstancia ha forzado una dinámica de transmutación de la oposición en resistencia que todavía no se ha operado completamente, pero que está detrás de los esfuerzos por conciliar la participación electoral con las acciones de desobediencia pacífica y de protesta de la población.

La arbitrariedad y abuso de la oligarquía chavista, ahora unido a la represión y el uso descarado de la justicia para penalizar la disidencia, han generado una mutación, todavía incipiente, de la oposición para transformarse en resistencia. El nombramiento de Chúo Torrealba al frente de la MUD claramente apunta en esa dirección, pero es mucho lo que falta para unificar en una dirección política eficaz y flexible las dos políticas que deben co-existir. Un elemento clave en esta dirección es reconocerse como mayoría y ejercerse como tal. Pero el concepto de esta mayoría puede diferir substancialmente de la definición convencional de una mayoría electoral.

La verdadera mayoría a la que la nueva resistencia, que debe reemplazar y superar a la vieja oposición, debe afiliarse tiene que ver con el descontento existente en el país. La línea de separación de esta mayoría no está asociada con la polarización política que el chavismo ha manejado magistralmente para sus fines, o con la más tradicional separación socio-económica entre pobres, clase media y ricos. No. Esta mayoría está relacionada con el hecho de que el futuro de los venezolanos se evapora en el ruinoso presente que el régimen construye.

La verdadera mayoría son “Los Sin Futuro”. Es en la destrucción del futuro que nos empezamos a reconocer con más fuerza los venezolanos rojos y los venezolanos azules. Los padres de los jóvenes que mueren víctimas de la violencia sufren tanto como los padres de los jóvenes que emigran de nuestras tierras porque Venezuela les niega cualquier posibilidad decente de construir sus vidas. La existencia de esta mayoría se constata en cualquier estudio de opinión que indica que el 70% o más de los venezolanos quiere que la economía cambie, que el país sea más seguro, que se termine la humillación de la colas para conseguir artículos esenciales, y que la asistencia médica deje de ser una burla y un acto de cinismo contra la gente. Con el mismo nivel de rechazo cuenta la corrupción y la impunidad que han terminado por definir a la oligarquía chavista.

Cuando la nueva resistencia encuentre una narrativa, un lenguaje, para hablarle directamente a “Los Sin Futuro” que difiera de los intentos tradicionales de la vieja oposición por emular las fórmulas comunicacionales que tanto éxito le han reportado al chavismo, en esa misma medida estaremos haciendo posible que la presión sobre el régimen y la exposición de su fracaso monumental se hagan más presentes. Solamente cuando se concluya esta paso se habrá completado la mutación de oposición a resistencia y quizás se contribuya de manera efectiva a romper el pavoroso círculo vicioso de la polarización que lleva a un sector importante de nuestro pueblo a apoyar a una de las pseudo-revoluciones más corruptas e ineptas de toda la historia latinoamericana, solamente porque no perciben una opción real de gobierno del otro lado del espectro político.

Es cierto que siempre se puede estar peor, y que probablemente este penoso ciclo de aprendizaje del país no ha tocado fondo. También es cierto que no estamos condenados a tocar fondo y que las claves para escapar de lo que parece nuestro destino inexorable pueden estar en ver la misma realidad con ojos distintos.


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