Por
Roberto Smith Perera
El
colapso de la infraestructura y del equipamiento físico para el apoyar la vida
humana y el sistema económico, no puede ser más evidente.
Sin
haber guerra, la sociedad sufre como si estuviera en guerra. Para la inmensa
mayoría no hay agua ni electricidad, no hay comida ni medicinas, no hay
hospitales ni salud pública operantes, el transporte escaso y la vialidad
deteriorada, la basura y la contaminación reinan en las poblaciones, sobre todo
en las más pobres, y por tanto nuevas y viejas enfermedades prosperan generando
terror en la población.
Estamos
a escasos días de que el principal embalse del continente – Guri –deba de ser
cerrado, desapareciendo así casi el 30% de la energía eléctrica nacional,
porque no tiene agua suficiente para mover sus turbinas. La central
hidroeléctrica que en su tiempo fue una de las maravillas de la ingeniería
mundial, a punto de ser cerrada. EDELCA, la empresa pública que la construyó y
que fue ejemplo de meritocracia y planificación a largo plazo, yace en un
inmenso cementerio de instituciones públicas destruidas, fusionada dentro de un
corrupto monopolio estatal llamado Corpoelec, que dilapidó 60 mil millones de
dólares en proyectos que hoy no generan electricidad.
En
salud el colapso es inhumano. Venezuela tiene la peor cobertura de camas
hospitalarias por habitante de Suramérica– menos de una cama por cada 1.000
habitantes – cuando en Colombia tienen el doble y los EUA seis veces más, en un
país que se preció de tener los mejores hospitales públicos y privados de
América Latina hace algunas décadas. Para recuperar el estatus
médico-asistencial perdido, y llegar al promedio que existe actualmente en
América Latina, habría que construir 300 nuevos hospitales de 100 camas cada
uno y además reparar los 200 hospitales públicos que están en la desgracia,
carentes de insumos médicos y de tecnología médica vigente. Hace 10 años gastaron
200 millones de dólares en comprar una red de centros de imágenes y radiología
clínica; hoy casi ninguno sirve. No es sorpresa que los médicos de Venezuela
estén abandonando el país en desbandada, exponenciando la crisis médico
asistencial de la nación.
En
agua, un servicio que desde los romanos es considerado fundamental para la vida
humana, estamos derrotados. El servicio normal de agua corriente no existe casi
en ninguna ciudad del país. Lo normal es que el agua de tubería llegue a los
hogares o negocios cada 20 o 40 días, si acaso. O que se tarde meses, como es
el caso en Vargas. El país que tuvo una de las empresas públicas de hidrología
más prominentes del continente, el INOS, desde hace 17 años no construye
una represa importante y se ha dejado que colapsen las redes de aducción y
sistemas de bombeo de agua. Las “Hidros” no cumplen ni siquiera sus propios
esquemas de racionamiento, y no son capaces de justificar que se gastaron 30
mil millones de dólares que hoy en día no generan agua potable. El gobierno usa
a conveniencia la excusa de El Niño para crear la sensación que la culpa no es
de ellos, de su despilfarro y su falta de planificación, sino de Dios. Al no
haber agua corriente ni siquiera para satisfacer las necesidades básicas de
aseo humano, y estando las comunidades repletas de basura y contaminación, la
escasez de agua se ha convertido en la principal causa de enfermedades. Allí
está una clave para que estemos perdiendo la guerra contra los virus y las
bacterias del zika, chicunguña, tuberculosis, dengue, sarna, gastroenteritis,
conjuntivitis y las incontables gripes, diarreas e influenzas que azotan a la
población.
Las
redes de comunicaciones prestan un servicio peor que en los países más
atrasados del planeta, en un país que hace menos de una década era el más
dinámico en crecimiento de la cantidad y la calidad de las telecomunicaciones
de voz y datos. Para comenzar, el Internet fijo llega sólo a 7% de la
población. Los que tienen Internet forcejean a velocidades menores a 0,3 mbps
(mega bits por segundo) cuando el mundo desarrollado funciona a 25 mbps y con
inversiones gigantescas apuntan a 100 mbps en cada computadora o dispositivo
móvil existente. No ha llegado a Venezuela ni la radio ni la TV digitales, los
dispositivos móviles funcionan al 5% de su capacidad porque no hay planes de
datos móviles suficientes, las video conferencias empresariales o personales
son un sueño incumplido, en un planeta que avanza hacia la información de
altísima velocidad como la base dinámica del crecimiento económico y el
desarrollo cultural. En Venezuela vivimos la Sociedad de la Subinformación.
Similar
colapso ocurre en las redes de producción de comida o medicinas, con el
transporte urbano o el aéreo, la infraestructura de apoyo a la agricultura o a
la industria.
Emerge
la verdad: hemos perdido 17 años.
En
este escenario, ningún inversionista en su sano juicio vendría a un país en
ruinas. ¿Cómo construir un nuevo hotel o una nueva planta industrial si no hay
agua ni electricidad, si los puertos no funcionan ni el transporte es
confiable, si la población está enferma y hambrienta?
Esta
es la herencia del socialismo chavista, una gestión de antipolítica pública
marcada por la improvisación, la corrupción, el cortoplacismo, el desorden, el
rechazo al talento y al sentido común, y el uso indolente de las instituciones
públicas para la dominación y el control político, no para servir a la
población. Recientemente hubo una emigración de ingenieros de alto nivel de
CANTV porque desde la presidencia les pidieron formar parte de un tragicómico
“Ejército Bolivariano de Liberación Tecnológica” empeñado en imponer el
“software libre”, pero cobrando honorarios de consultoría en euros.
Ante
este colapso brutal, no hay otra alternativa que enfocarse en la reconstrucción
del orden y la normalidad, en el porvenir. Inmediatamente recuperando lo
salvable, llamando a los miles de profesionales talentosos que tenemos a la
tarea de la salvación nacional de las infraestructuras del Estado-Nación, tanto
públicas como privadas.
Y a
mediano plazo es vital acometer la tarea titánica de recuperar el tiempo
perdido, que se ha duplicado en la medida en que naciones vecinas han
continuado su avance durante 17 años. En este esfuerzo habrá que contar con los
mejores profesionales y técnicos venezolanos, con el sector privado nacional e
internacional, con las universidades y los colegios profesionales que han sido
relegados por los responsables del colapso, como contribuyentes fundamentales
en la construcción y operación de redes, infraestructuras y sistemas de
servicios públicos de primer mundo en nuestro país.
Todo
ello será muy fácil y edificante, generará empleos y oportunidades, si logramos
los acuerdos sociales básicos para poner la prosperidad de todos en el centro
de la política pública, en un marco de libertad y estado de derecho.
Pronto
llegará el momento en que diremos de nuevo: ¡Manos a la Obra!
23-03-16
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