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sábado, 26 de marzo de 2016

Para que el Pueblo pueda ser por @nefreitez


Por Nelson Freitez


Con esta frase el sacerdote concluía su homilía de uno de estos domingos de Cuaresma, expresando la necesidad de conversión de un pueblo para que pudiera transformarse, ser mejor y solidario, para vivir en paz y justicia. Me hacía pensar en nosotros, el pueblo venezolano, que experimentamos desde hace décadas una búsqueda de bienestar y participación en la gestión económica y política del Estado que se ha trastocado en una enorme frustración colectiva. 


A lo largo del siglo XX y en lo que va de éste nuestras mayores aspiraciones terminaron en magros logros, aumento de exclusiones sociales y enriquecimiento de nuevas élites; transitamos momentos con elevadas expectativas motivadas por cíclicos incrementos de precios petroleros a períodos de depresión nacional, conflictividad creciente y nuevas frustraciones, al caer el precio del petróleo.

La recurrencia de tales ciclos puede tener entre sus diversas causas una que exploraré. La denominaba ya por el año 1952 el escritor Mario Briceño Iragorry, “la crisis de pueblo”. Consistía en la carencia de conciencia histórica sobre su propio valor como colectivo social y la ausencia de reconocimiento de sus mejores tradiciones y aprendizajes para enfrentar y asumir los retos de su presente. Dada esa ´crisis de pueblo´ sus actitudes y comportamientos tendían a ser crecientemente imitativos de expresiones de culturas foráneas, sin valorizar sus propios avances ni logros históricos. Haciéndose susceptible de ser manipulado por su falta de consistencia y su escaso aprendizaje social.

Esta dificultad para apreciarnos como conjunto social, le ha restado a nuestros diferentes grupos sociales, en particular a las élites dirigentes, la capacidad para buscar y encontrar en la población los elementos potenciadores de sus iniciativas y realizaciones. Aquello que estimula en personas y colectivos humanos, no sólo su posibilidad de aspirar sino sobre todo, sus motivaciones para realizar, concretar, alcanzar. Las élites dirigentes, en mayor o menor medida, han terminado por no valorar “los poderes creadores del pueblo”, tal como sí lo apreció nuestro Aquiles Nazoa.

Más que diseñar proyectos de sociedad en los que nuestros diversos grupos sociales pudieran desplegar sus potencialidades y capacidades, se han elaborado políticas públicas reforzando su dependencia y subordinación. Las aspiraciones expresadas en los debates constituyentes de los años 1946-47 que se le otorgase derecho al voto a analfabetas, mujeres y jóvenes desde 18 años, para lograr su crecimiento como personas y pleno protagonismo social, político y económico, aún siguen pendientes por realizar.

Por el contrario, en el presente que nos agobia por su multiplicación de carencias y problemas agudizados, una de las mayores frustraciones es el trastocamiento del sueño de la construcción de una “democracia protagónica y participativa”, en una mayor concentración del poder en una élite centralizada y excluyente. La conversión histórica de un pueblo que tradicionalmente se le tuteló por mecanismos clientelares y la transformación de grupos excluidos en colectivos protagonistas de sus propias mejoras de calidad de vida, que fue una sentida aspiración con la quiebra del bipartidismo a fines de los años 90, no se ha logrado. Es más se ha hecho todo para que la subordinación clientelar, sujeción partidista y el tutelaje estatal se encarguen de reforzar la dependencia del gobierno y del partido gobernante en su máxima expresión.

Hoy millones de personas que experimentaron exclusión social en décadas anteriores, soñaron con cambios de condiciones de vida y con posibilidades de ser reconocidos y participar protagónicamente en la gestión de sus propias vidas, presencian la entronización de un poder excluyente que decide políticas a sus espaldas y les niega oportunidades básicas de realización, prometidas por élites de distinto signo ideológico durante el siglo anterior y el presente.

Por eso para que ´el pueblo pueda ser´ y vayamos superando nuestra ´crisis de pueblo´, debemos mirarnos ahora con detenimiento, preguntarnos ante esta nueva frustración histórica, qué requerimos para convertirnos en sujetos, en pueblo organizado, asumidos plenamente, sin buscar mesías militares o civiles. Un pueblo que va creciendo desde su conciencia histórica y la valoración de sus mejores aprendizajes, capaz de reconocerse como comunidad afectiva y lograr acuerdos de vida presente y futura. Para que el pueblo pueda ser, necesitamos reconocernos como sujetos plenos, autónomos y capaces de transformarnos en nuestras vidas sociales y productivas, haciendo al Estado sin depender del Estado, para que podamos ser.

 nefreitez@yahoo.es

25-03-16




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