Luis Vicente León 23 de marzo de 2016
Bajo
mi perspectiva, hay un problema en la oposición que tiene que ver con el manejo
de las expectativas. Si chequeamos la historia, conseguimos que las fuerzas
opositoras que enfrentaron a Chávez consideraron que era conveniente construir
la matriz de opinión de que eran una fuerza mayoritaria frente a un chavismo
que sólo permanecía en el poder por su control institucional, el fraude, la
trampa y su fuerza bruta. La evidencia indica que no era cierto. No sólo por
los resultados electorales que siempre favorecieron al chavismo con brechas muy
amplias, improbables de lograr sólo con manipulación electoral, sino porque las
encuestas indicaban que la mayoría de la población los respaldaba. Entiendo que
un candidato en campaña no va a salir al ruedo diciendo que va a perder. Pero
haber construido la matriz de que la oposición era mayoría, sin serlo,
funcionaba como motivador previo para mantener la esperanza, pero luego se
convertía en una bomba de frustración y desesperanza.
El
balance de fuerzas cambió después de la muerte de Chávez. Maduro fulminó parte
de su herencia en apenas un mes de campaña. Sin entrar en el detalle caliente
de la calidad de la elección, los resultados mostraron un país dividido en dos
(poquito para acá o para allá), pero luego de varios años de crisis severa, los
resultados parlamentarios muestran ahora la reversión del apoyo popular y el
soporte mayoritario a la oposición. Eso es un salto cuántico. Es una
oportunidad de oro para las fuerzas del cambio y permite predecir que más tarde
o más temprano llegarán al poder. El tema es cuándo. Estos procesos no tienen
por que ser tan cortos. Podrían tomar incluso tantos años como los necesarios para
llegar a la próxima elección presidencial o a lo mejor es mañana.
Así
como en la época donde era minoría, la oposición tenía la necesidad de hacer
creer que era mayoría, ahora que sí lo es, parece necesitar decir que eso
significa que el cambio es ya, sólo cuestión de meses, construyendo una sobre
expectativa que definirá la evaluación que de ella hará la gente después.
La
realidad es que ser mayoría significa que la oposición es la fuerza favorita
para ganar las elecciones que vienen, pero no que podrá enmendar la
Constitución sin que la pare el TSJ. No quiere decir que va a lograr una
renuncia voluntaria del presidente, como Emparan, y tampoco que una renuncia
presionada por conflictos inducidos sea posible o termine en manos de quien la
promueve y no del sector militar. Es más cercano, sí, un triunfo refrendario,
pero de nuevo esa vía pasa por los bloqueadores del CNE chavista, de la Sala
Electoral chavista y de la posibilidad de que el gobierno convoque a la
abstención y nos enfrentemos a la primera elección donde el voto no será
secreto y la capacidad de amedrentamiento se amplificará exponencialmente.
Finalmente, esto tampoco significa que si el país explota en el medio de la
crisis sea la oposición la que tenga la capacidad de capitalizar la anarquía,
pues no es ella quien controla la fuerza, las armas, los medios, el liderazgo
ni la institucionalidad del país.
No
estoy diciendo que el futuro está cantado y que nada puede cambiar. En política
eso sería una estupidez. Pero sí estoy diciendo que la verdadera potencia de la
oposición, siendo ahora ciertamente mayoritaria, sigue siendo electoral. Es
donde tiene su mayor fuerza. Es lo que la articula y la une. Si todas las otras
estrategias se diseñan y presentan con el objetivo de provocar esa elección,
bingo. Pero venderle a la población una expectativa de cambio distinta y
radical puede ser de nuevo motivante a corto plazo y una provocación al aplauso
fácil. La pregunta es: ¿qué pasará… si no pasa?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico