Américo Martín 23 de marzo de 2016
Como dice Richard H Kohn, el control civil es la razón de
ser
de la institución militar en realidades democráticas
Domingo Irving
Es
extremadamente difícil adivinar el desenlace del entramado paisaje político,
Maduro le ha entregado su vida a los medios en un descomunal esfuerzo por
hacerse visible y asegurar que empuña el timón. Su gobierno es virtual. Encubre
la angustia que lo embarga con un fingido optimismo. Reconozco la lógica que
hay en el asunto, el malestar colectivo lo abruma, su popularidad se ha
extinguido, la mayoría quiere despedirlo.
Pero
no se atreve a rectificar y empujado por una aburrida inercia, ha puesto su
destino en las peores y más incompetentes manos. Confió en que los fantoches
del poder judicial destruyeran la Asamblea Nacional y en un puñado de rabiosos
fanáticos ensañados contra la oposición. La fatalidad lo condena, los agredidos
toman fuerza y ganan simpatías, en tanto que los agresores se exhiben en toda
su ruindad. El presidente baila en el filo de la navaja, ¿acallar por la fuerza
el sentimiento de cambio o avanzar hacia el diálogo con la engrandecida pero no
envanecida MUD? La violencia no podrá devolver la paz ni superar la trágica
situación del país. Tampoco bastaría un round de conversaciones para superarla,
pero el acercamiento sería una buena señal para disipar odios y enfrentar los
calamidades más ácidas. El caso es que los días pasan y las corrientes
demenciales se adueñan del mando, han redoblado sus violentas obsesiones, lo
que ha llevado a la mayoritaria disidencia a postular el cambio de gobierno en
forma pacífica y con los medios contenidos en la Constitución. Fue un paso
adelante sin clausurar el diálogo, que siempre será oportuno hasta en Los
momento más extremos de la lucha política. El gobierno ha trancado el juego al
desconocer las leyes que promulgue la AN y abolir las facultades contraloras
que le ha otorgado la Carta Magna. Es el camino al infierno. Le espera una
derrota clamorosa, porque contra la irritada mayoría del país no tiene el menor
chance. El punto es que también es el camino más cruento y peligroso para los
venezolanos.
Es la
Hora de los Hornos, farfullan algunos corazones agitados por el miedo y dados a
imaginar desenlaces catastróficos. Pero en las tormentas que caen sobre
Venezuela el refugio estable común es en este momento la MUD, con su sabiduría
para conservar la unidad sin mengua de la diversidad y para conciliar opiniones
distintas que enriquecen los pasos a dar. Por eso decidió utilizar todas las
fórmulas constitucionales sin estorbarse unas a otras. Es tocar el piano con
los diez dedos, cada nota suena distinto, pero una diestra dirección les
arranca una sola melodía.
¿La
Hora de los Hornos? Aunque hay que estar preparados hasta para los riesgos no
deseados, debemos insistir en que es la hora de la unidad nacional para sacar
al país del pantano, elevar y enaltecer la condición de vida de todos,
erradicar la corrupción que envenena el cuerpo de la nación y superar para
siempre los equívocos entre dos componentes vitales, los civiles y los
militares, en el entendido de que aquellos controlan, no son controlados.
Porque no es o no debe ser la Hora de los Hornos, es la hora del hombre y del
ciudadano
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