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domingo, 27 de marzo de 2016

¿Se va o lo quedan? por @garciasim


Por Simón García


La lucha de la sociedad contra un Estado que construyó un aparato para dominarla, destruyó la economía privada y amarró todas las otras instancias públicas a un poder unipersonal, ha sido de larga duración. En algunos momentos esa lucha fue pura resistencia; a veces activa, otras pasiva. En ciertas situaciones, la derrota bajó los ánimos y la acción. Pero el espíritu de rebeldía y la voluntad de no rendirse se mantuvieron vivos.


Ha sido una proeza resistir, en pelo, un asalto a la democracia perpetrado en su nombre y con el manejo a conveniencia de la Constitución. Ley fundamental que ampara a todos, excepto quienes estén en desacuerdo con el Gobierno. Y todo el peso del Estado castigando a la disidencia, aplicando violencia simbólica y real, administrando la tecla del miedo.

El Gobierno obtuvo éxito relativo imponiendo sus modos de pensamiento a la mayoría, incluyendo el riel de la polarización. Pero fue un logro aislado, destruido por la generalización de fracasos, problemas y calamidades debido a la incapacidad y el servilismo ideológico de Maduro. Ya no hay a quien odiar ni de quien dividirse porque la crisis nos emparejó colas abajo.

Pero siempre hubo personas, organizaciones e instituciones que no bajaron la cerviz. Entre ellas los partidos políticos democráticos, el movimiento estudiantil, la Iglesia, las universidades o los residuos del movimiento popular que no fueron revolcados por la ola autocrática. Sin ellos, el Gobierno hubiera impuesto su modelo de dominio. Gracias a ellos y a muchos que se han sumado, ahora, lo rechazan ocho de cada diez venezolanos.

Los principales actores del cambio escogieron el camino largo porque carecían de fuerza suficiente para doblegar democráticamente las políticas gubernamentales. Porque hubo errores fatales. Y ´por la convicción de mantenerse en el terreno de la paz, la vigencia de la Constitución y la confrontación democrática.

No estuviéramos aquí, si la MUD hubiera mordido las grandes provocaciones del Gobierno o respondido a sus esfuerzos para pelear en su terreno y en los momentos donde podía usar al máximo sus ventajas.

La paciente voluntad para reunir fuerzas, aún desgarrados por la urgencia que demanda el pueblo para sacudirse sus sufrimientos dio resultado. El 6 de diciembre se le quito a la autocracia el primer poder público. Allí comenzó la transición. La Asamblea Nacional es la primera irrupción del país que está naciendo y Maduro la expresión de un modelo económico institucional que se niega a morir. El presidente naufraga en un final sin soluciones, rodeado de fracasos, reducido a minoría y aferrado a un poder con el que no pudo hacer nada bueno.

El Presidente se resiste a renunciar. Pero el PSUV no está obligado a sacrificar su futuro. El PSUV está a tiempo de retornar a una vía democrática y dar un aporte efectivo para un Entendimiento Nacional que reconstruya la economía, la democracia y el bienestar humano de los venezolanos.

Todos los que desde el oficialismo propician el choque de trenes saben de los riesgos. Tiene menos costos y rinde más beneficios a todos contarse. El PSUV puede favorecer los cambios en contra de una cúpula que paradójicamente atornilla a Maduro para que se quede, mientras tienen todo listo para irse a vivir afuera, en sus propiedades y con sus cuantas, todos bienes robados a Venezuela.

26-03-16




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