José Luis Farías 29 de marzo de 2016
Corto y
Picante:
En el fondo de su corazón Nicolás
Maduro tiene profundos sentimientos encontrados respecto a Cuba. Cuba la
“revolucionaria”, la “contestataria”, la “digna”, la “antiimperialista”, la
“anticapitalista”; en fin, la Cuba “de mis amores”. Esa Cuba luz de sus sueños
juveniles, la Cuba de la propaganda revolucionaria con “la Nueva Escuela”, la
Cuba de “Silvio y Pablo”, la Cuba de “Fidel con Frei Beto”, la Cuba descrita
con excesivo y farragoso romanticismo por Ernesto Cardenal …; esa Cuba, ya no
es. Nunca fue. Pobre Nicolás.
Haber descubierto a la Cuba
verdadera, la pragmática, la proxeneta, la que ayer se chuleó a la Rusia
Soviética y a la Venezuela Chavista, y hoy se quiere gozar al imperio, tiene a
Nicolás contra el piso. Esa Cuba que Nicolás siempre negó su existencia, la Cuba
que no traiciona principios porque principios no tiene, la Cuba que traiciona
(y hasta asesina) al que no le sirve, la Cuba del engaño y la propaganda, la
manipuladora; en suma, la Cuba debajo de la alfombra, la Cuba del “Mariel” y la
crisis de los balseros como válvula de escape para escapar de sus fracasos; o
sea, la Cuba que asesta el golpe en el rincón oscuro; esa Cuba, esa es la Cuba
de Fidel y Raúl. La que siempre ha sido. Vende el sofá, Nicolás.
Sabido y constatado todo lo anterior,
es lo que me permite entender con exacta claridad lo escrito recientemente por
Nicmer Evans: “Decía Maduro en una reunión de dirección del PSUV ante las
críticas abiertas por alguno de sus miembros que se detuvieran a pensar un
momento ya que, parafraseando: China ya no da más, Rusia no quiere, Correa anda
por su camino, perdimos a Cristina, Cuba nos traicionó y el único que nos queda
es Evo y ¿Qué podemos pedirle?”
Sencillo Nico, pídele que se calle.
@FariasJoseLuis
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