Carla Angola 20 de marzo de 2016
El 18
de octubre del 2012, la periodista Carla Angola sostuvo una interesante
conversación con el general Guaicaipuro Lameda, Quien fue Jefe de la Oficina
Central de Presupuesto, la OCEPRE, al inicio del gobierno de Hugo Chávez,
pasando de allí a la presidencia de la industria petrolera estadal, PDVSA. Sus
revelaciones pueden servirnos para entender -todavía más- el comportamiento
político del gobierno. Esta conversación –sin duda- es un documento para la
historia del país.
CA:
Siempre recuerdo en Buenas Noches la anécdota que compartió conmigo alguna vez
en la que Jorge Giordani le confesó que a la revolución le convenía mantener
pobres a los más necesitados en Venezuela. Ud.¿Podría contar con detalles
hablarnos de esa reunión y cómo surge ese comentario? ¿Qué planteamiento o
inquietud suya generó esa respuesta?
GL: Yo
le venía insistiendo al presidente Chávez que lo engañaban en el tema
económico, ya que las proyecciones a 5 años mostraban un creciente déficit
fiscal, necesidad de endeudamiento o devaluación y, por tanto, era necesario
atender el tema de la producción para que Venezuela pudiera hacerse
independiente de la renta petrolera, tal y como se había prometido en la
campaña electoral y como me lo habían presentado en el proyecto para el cual
estábamos trabajando.
Era la
época en que se le decía al país que nos estábamos quitando los inversionistas
a sombrerazos y que el submarino estaba a flote. Sin embargo, los
inversionistas venían al país y no conseguían un interlocutor válido que les
explicara cuáles eran las oportunidades de negocio y se iban decepcionados
porque habían invertido tiempo y dinero sin recibir nada, ¡NI SIQUIERA UN NO!
Se
iban con dudas y promesas vagas. Chávez aceptó que nos reuniéramos para hablar
del tema y para la reunión invitó a 4 personas: José Vicente Rangel, Jorge
Giordani, Héctor Navarro y Aristóbulo Istúriz, a quienes conseguí en la sala
del consejo de ministros donde se suponía que haríamos la antesala para luego
reunirnos con Chávez.
Estando
allí, Giordani me pregunta que de qué se trataba lo que yo le quería informar
al Presidente y le respondí en los siguientes términos:
“La
proyección plurianual a 5 años nos indica que no vamos a tener crecimiento,
será negativo, el déficit fiscal será creciente. Vamos a tener serias
necesidades de endeudamiento, ya que se está perdiendo el control sobre el
gasto del Gobierno bajo excusas populistas. El Gobierno no está ahorrando en el
FIEM, gasta todo y engañamos al hablar de una economía creciente. Para que eso
ocurra, deberían estarse construyendo galpones, edificios y toda la
infraestructura que requiere la producción, y eso no existe. Si es verdad que
queremos acabar con la pobreza, es imprescindible que se genere riqueza y que
se diseñen mecanismos adecuados para que su distribución sea justa y
equitativa, y eso tampoco lo veo”.
Allí
Giordani me interrumpió y me dijo: “Mire, General, usted todavía no ha
comprendido la revolución. Se lo explico: Esta revolución se propone hacer un
cambio cultural en el país, cambiarle a la gente la forma de pensar y de vivir,
y esos cambios sólo se pueden hacer desde el poder. Así que lo primero es
mantenerse en el poder para hacer el cambio. El piso político nos lo da la gente
pobre: ellos son los que votan por nosotros, por eso el discurso de la defensa
de los pobres. Así que, LOS POBRES TENDRÁN QUE SEGUIR SIENDO POBRES, LOS
NECESITAMOS ASÍ, hasta que logremos hacer la transformación cultural. Luego
podremos hablar de economía de generación y de distribución de riqueza.
Entretanto, hay que mantenerlos pobres y con esperanza”.
Allí
yo lo interrumpí y le pregunté: “Ya que usted dice ‘luego’, dígame cuánto
tiempo cree usted que tomará hacer ese cambio”.
La
respuesta fue inmediata: “Mire, se trata de un cambio cultural y eso toma al
menos tres generaciones: los adultos se resisten y se aferran al pasado; los
jóvenes la viven y se acostumbran, y los niños la aprenden y la hacen suya.
Toma por lo menos 30 años”.
CA:
¿Qué le respondió a Giordani cuando le confesó tan crueles objetivos?
GL: Mi
respuesta no se hizo esperar:
“Usted
me está diciendo que esta revolución deliberadamente condena a los pobres a que
vivan en la pobreza sólo para que ustedes se mantengan en el poder mientras
intentan que la gente piense como ustedes creen que deben pensar. Si es así,
USTEDES SON UNOS HIJOS DE PUTA Y YO CON HIJOS DE PUTA NO TRABAJO”.
Giordani
se molestó y me dijo: “¡No sea usted tan grosero!“. Se levantó de su silla y
entró al despacho del presidente Chávez. Al cabo de unos 10 minutos salieron
ambos y Chávez me dijo: “Lameda, me dijo Giordani que tú le faltaste el
respeto”.
Yo le
respondí:
“¡No,
Presidente! Lo que yo le dije fue que si era deliberada la estrategia de esta
revolución de condenar a los pobres a no salir de esa condición… USTEDES SON
UNOS HIJOS DE PUTA Y YO CON HIJOS DE PUTA NO TRABAJO. Es una expresión
condicionada a esta suposición que yo no acepto como válida”.
La
respuesta de Chávez fue otra de sus astucias:
“Mira,
Lameda, la cosa no es tan así como te dice Giordani; lo que pasa es que él es
un idealista igual que tú. Ustedes están en los extremos. Yo creo que los
ánimos están muy caldeados y así no vale la pena reunirse. Vamos a suspender y
yo les aviso cuándo escucharemos a Lameda”.
La
reunión nunca se produjo y, a partir de allí, fue muy poco lo que hablé con
Chávez o sus ministros. Eso marcó mi ruptura con la revolución. Es un asunto de
principios. El ejercicio del poder no puede estar por encima de la vida de la
gente porque en democracia el gobernante está para servir de acuerdo con la
voluntad de la gente y no para imponerle a la gente su propia voluntad.
CA: Me parece imprescindible que el
Gobierno quede al descubierto. Lo brutal de la confesión de Giordani, es que
esa gente humilde e inocente confía en esta revolución y la cree su salvadora.
¿Y si supieran que en realidad son sus verdugos?
GL: Yo
fui a Cuba durante 5 días. Fue una visita solicitada por Fidel a Chávez por
intermedio del Ministro de Industrias Básicas con doble propósito. Primero,
convencerme de la necesidad que tenía Cuba de recibir ayuda desde Venezuela, y
segundo, someterme a un proceso de “inducción revolucionaria”. Chávez me había
presentado a Fidel en los siguientes términos: “Lameda será el Presidente de
PDVSA mientras yo sea el Presidente de Venezuela”.
En la
conversación que sostuve con Fidel me dijo de manera clara y sin rodeos:
“Para
mantenernos, necesitamos unos 4.000 millones de dólares al año. Más de eso
‘estorba’, la gente empieza a vivir bien y se acaba el discurso de la pobreza”.
Lo que
me dijo Giordani confirma que ese mismo concepto fue trasladado a Venezuela.
Desconozco cuál es la cantidad más allá de la cual el dinero estorba aquí. Pero
lo cierto es que por eso se regala la plata al exterior sacándole doble
provecho: “Se quema el dinero” y se compra apoyo y silencio político
internacional. Por eso se le ha pagado a las transnacionales para que se vayan.
Así no hay producción nueva sino que se usa el dinero para hacernos dueños de
un negocio que ya existe.
Esa es
la misma razón por la cual se derrocha dinero en satélites que financian, en
realidad, la investigación y desarrollo de los chinos, quienes ganan en su
carrera contra “el imperio”, mientras Venezuela les sirve de base de apoyo para
una posible penetración continental en el largo plazo.
La
estrategia político-económica para mantenerse en el poder es fácil de explicar.
Primero, el Gobierno se declara defensor de los pobres con dos intereses: Ser
el adalid y semi-Dios de los pobres y derrotar al adversario. En este sentido,
la revolución divide al país en dos toletes: sus amigos, los pobres; sus
enemigos. “escuálidos, majunches, oligarcas, golpistas, pitiyankees” o como
convenga llamarlos según la circunstancia.
Su
estrategia atiende a los pobres desde el estrato E hacia arriba, el estrato D y
algo del C. A esta gente que siempre fue pobre, se le “regala” lo que nunca
tuvo y lo que nunca le daría nadie con una política sensata de educación, que
más bien querría darles herramientas para valerse por sí mismos y no depender
del Estado. Eso tomaría tiempo, así que la revolución se lo da de inmediato.
Es muy
fácil contentar a gente con tantas penurias. Se les convence de que su mayor
riesgo es perder lo que ahora tienen. Se destinan los recursos para ellos y se
pasa una “raya” a partir de donde están los enemigos: sector C, B y A. Procurar
satisfacción a estos sectores es más costoso, así que se les dedican más bien
privaciones a fin de provocarlos y mantenerlos como un enemigo del gobierno y,
en consecuencia, enemigo de los únicos amigos del gobierno: los pobres.
Fíjate
el mensaje que se está dando en este momento con Nicolás Maduro: con Chávez un
chofer de autobús puede ser Vicepresidente. Con Capriles algunos decían que la
oficina de Maduro sería el autobús del progreso para que él lo manejara. Es
como cuando la señora de la casa le dice a su amiga: “Voy a la peluquería a
hacerme las uñas porque parezco una cachifa” y la señora de servicio está allí,
a su lado, oyendo y haciéndole el almuerzo.
El
gobierno se ha aprovechado de esos errores culturales para alimentar el odio
hacia esas clases y, por unos pocos, todos pagan.
CA: El 7 de octubre existían más de 5.2
millones de personas en estado de total dependencia económica con el Estado (de
dos o más fuentes). Al leer sus respuestas, podrían plantearse: me dice que el
gobierno quiere que siga siendo pobre, pero en realidad me da dinero para
vivir. ¿No es una contradicción? General, ¿cómo hacerles entender que lo correcto
es que el Estado genere empleo y más oportunidades académicas para que logren
algún día ser independientes y superarse a través del trabajo digno, no a
través de una dádiva o por su lealtad a un hombre?
GL: La
táctica es que te ofrecen vivir mejor desde ya, te regalan lo básico que
necesitas y te prometen a futuro, para algún día. Esa promesa es como la
lotería: pocos se lo sacan pero muchos lo juegan.
Pero
el elemento vitalizador de la esperanza es el proceso electoral. Es allí donde
se afinca la revolución para dar, prometer y remolcar.
Recuerdo
que en el revocatorio PDVSA otorgó 600 millones de dólares de crédito a los
campesinos. En ese entonces yo era copropietario de una finca en Guárico. A
algunos le dieron maquinaria a crédito, a otros le dieron insumos a crédito, a
otros le dieron un tremendo negocio (venderle a los campesinos los insumos que
compraron a crédito). El Gobierno estaba seguro de que ninguno de ellos se
convertiría en un verdadero productor. Entregaron todo fuera de tiempo de siembra.
Y para ser aún más perversos…
Cuando
los productores íbamos a buscar insumos, sencillamente no había. Eso generó un
mercado informal de insumos donde los “campesinos pobres” revendieron los
insumos a los “productores ricos”. Además el gobierno congeló el precio de los
productos, esto dejaba “tablas” al productor ya que para tener utilidad, había
que comprar en el mercado “informal de insumos”.
Por su
parte, el PSUV tenía la lista del llamado 1×10 de todos los que recibieron
créditos. Los cabeza de lista eran responsables de llevarlos a votar en el
mismo camión donde los llevaron a buscar los insumos. De estos hay muchos
ejemplos.
Esa es
la misma denuncia que se hace en estas elecciones presidenciales 2012. Más de
ocho millones de venezolanos están inscritos en la Misión Vivienda. Se comenta
que se les pasó lista, se les fue a buscar a sus residencias y se les llevó a
centros de votación dispuestos sólo para ellos.
Es una
clara pero perversa estrategia.
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