Por Claudio Nazoa
César Miguel Rondón tiene fama
de ser el mejor maestro parrillero, y, para demostrarlo, el año pasado invitó a
un grupo de amigos a pasar la Semana Santa en una casa bellísima que tiene en
Chichiriviche.
Llegando, comenzó mi calvario.
—¿Y no me puedo quedar con
Gaby Espino?
—No. Y apúrense que los dos
van a hacer las compras.
La carnicería, en aquel
tierrero y en aquel calorón, quedaba lejíiisimo.
11:45 am. Flor Alicia, la
esposa de César Miguel, había dicho que el almuerzo era temprano. Cundió el
pánico. Se estaba haciendo tarde. Suena el celular. Era Flor Alicia:
—¿Saben cosa fea?, que lleguen los invitados y ustedes
entren con el corotero.
Mientras, en la casa, el
apuesto baterista Adolfo Herrera afinaba los cueros.
—¡Cállate, Adolfo, que estoy
escribiendo un poema para Mariaca! –gritó Leonardo Padrón.
Por fin, sudados y cansados,
llegamos a la casa.
—¡Yo sabía que si ibas con
Tania tardarían más! ¡Seguro que estaban echando chistes y todavía ni siquiera
se han prendido los carbones!
Encendiendo carbones todo el
mundo es un experto: Jorgita Rodríguez ponía servilletas prendidas, Gledys
Ibarra soplaba y soplaba. Y los malditos carbones ¡nada que prendieron!
A eso de las 2:00 de la
tarde, desesperado por el hambre y el calor, logré encender los carbones. Me
trataron como si yo fuera el dueño de la casa:
—Claudio, la cerveza está
caliente –indicó Mariaca, mientras, emocionada, leía llorando el poema que le
escribió Padrón.
—Papi –dijo mi hija Valentina–
¿ya está la parrilla?
Díganme cuando puse la carne y
los chorizos en el asador. ¡Todo el mundo era un experto! Nadie creía que la
carne estaba buena, pero coincidieron en que los chorizos estaban grasosos y la
morcilla seca.
—¡Claudio, imagino que
preparaste guasacaca! –gritó Amanda Gutiérrez.
Corrí a la cocina para
improvisar una guasacaca.
—¡Se está quemando la carne!
–gritó Carlota Sosa.
Corrí y dejé la licuadora
encendida.
Agotado y lleno de humo,
volteé la punta trasera.
—Claudio, ¡no apretaste bien
la goma de la licuadora y se está botando la
guasacaca! –susurró Rafael
Romero.
Y pensar que todavía faltaban
las críticas a la yuca. A todas estas, el dueño de la casa estaba echadote
durmiendo en una hamaca.
La próxima vez que me inviten
a una parrillada pediré que me lleven a pasar la Semana Santa en la arepera
Paramacay, en la autopista Regional del Centro.
21-03-16
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