Por René Núñez, 22/06/2016
La semana iniciada el pasado domingo con la bendición de las palmas y
que termina con el próximo con la resurrección, los cristianos de este planeta
la celebramos completa como la temporada de la pascua con una serie de eventos
de convicciones de fe en Dios, nuestro Ser Supremo; quién envió a su hijo Jesús
al mundo para redimir al ser humano de sus pecados.
Según la escrituras del santo evangelio, Jesús murió en una cruz como
sacrificio para tomar el lugar del pecado. La Biblia nos recuerda la entrada
triunfante de Jesús a Jerusalén un domingo; día que sus enemigos lo esperaban
para acusarlos de blasfemia. Los malhechores y fariseos materializaron el
jueves de esa semana sus intenciones al apresarlo y llevarlo a un sitio donde
después lo juzgaron y condenaron a muerte, a pesar de su inocencia.
El viernes fue crucificado en una cruz, luego sepultado en una tumba.
Al tercer día, en presencia de cientos de personas como testigos excepcionales,
resucitó, según las escrituras.
Estudiar la vida y obra de Jesús, en una época caracterizada por el
imperio absoluto de la barbarie y el salvajismo humano, marca sin duda la
historia de la humanidad antes y después de Cristo revivido. Una misión humana
divina, pendiente de reconocimiento generalizado por la civilización. Una tarea
en mora para terminar con las indeclinables contradicciones, intereses y
ambiciones de los que dominan pueblos sin librarlos de las injusticias y sus
sagrados derechos humanos a vivir en paz en igualdad de condiciones y
oportunidades.
Son muchos los líderes en el mundo escudados en la palabra y
ejecutorias de Jesús, al lado de los más necesitados, desposeídos, excluidos;
pero que en la práctica operan en sentido contrario; convirtiendo el poder como
medio y fin, para servirse asimismo.
Decía el Papa Francisco en su última visita a México que con el demonio
no se puede dialogar en su nivel, la única manera de encararlo y contrarrestar
su cultura de la muerte era llevando a todas partes la palabra de Dios.
El perdón y la reconciliación son elementos de naturaleza humana; no
existe otro diálogo pacífico más idóneo y humano para lograrlo. No implica dejar
de reconocer y castigar a los hacedores de mal y destructores de bien común.
Desde su llegada al Vaticano, Francisco viene haciendo ejercicio
permanente auto critico de los abusos que se han venido cometiendo en la
iglesia católica, como debe ser. Los cristianos debemos hacer el nuestro;
convencido de que el cambio comienza primero por uno, revisándonos,
reconociendo debilidades y fortalezas, ¿Cuánto nos hemos desviado de principios
morales, éticos y cristianos, de las normas de convivencia social y humana?
Rezar oraciones no es suficiente sino van acompañadas de la caridad.
La semana santa, se nos presenta a los católicos otra oportunidad
propicia para provocar ese reencuentro con el ser interior espiritual que
llevamos todos por dentro y sacarlo a flote para afianzar la cultura de la vida
humana.
Presidente del Ifedec Capítulo Bolívar
@renenunez51
Los domingos, 8 a 9 am, en Onda Global por Onda 97.3 FM, Guayana
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