Por Piero Trepiccione
El ruido electoral se oye
cada vez más fuerte en Venezuela, es algo ya innegable. A pesar de las
diferencias manifiestas y las posiciones radicales, las circunstancias están
apuntando rápidamente en esa dirección. Sin duda alguna, no será fácil
consolidar esta ruta, pero los reacomodos tanto económicos como políticos y
sociales que estamos viendo durante las últimas semanas son realmente
sintomáticos.
En primer lugar, hay
reacomodos en el gobierno de Nicolás Maduro. Las tendencias internas se están
haciendo cada vez más visibles. Los cambios recientes en Pdvsa y en
otras instancias del gobierno más los movimientos de gestión y de opinión en
muchos estados y alcaldías del país dan cuenta que el entorno
económico-político está impactando la actualidad. De la acción monolítica
tradicional en el denominado chavismo estamos pasando a una etapa donde las
decisiones se toman articulando más los vectores de fuerza de los diferentes
liderazgos y grupos de características nacionales o regionales. Esto,
naturalmente, está teniendo y tendrá en el corto plazo, impactos políticos.
En segundo lugar, en la
oposición, estos reacomodos son aún más visibles y emblemáticos. Aun
cuando las diferencias entre el denominado G-4 y la “mesa de diálogo nacional”
son muy resonantes, tras bastidores se están dando cruces importantes para
lograr ciertas alineaciones en torno a renovación de las autoridades del
consejo nacional electoral y otras menudencias que aunque todavía se mantienen
en un clima de cierta tensión pudieran flexibilizarse los próximos días. En
fin, pudiéramos ver sorpresas en esta dirección en los próximos días.
Y por último, los reacomodos
sociales y económicos de la población venezolana se han impulsado a partir de
la agudización de la crisis y su impacto en la cotidianidad. Aunado a
ello, la dolarización de facto de la economía y los nuevos formatos de
supervivencia nos ofrecen un panorama que tendrá impacto político en el
corto plazo, más allá de la geopolítica continental y hemisférica asociada a la
situación venezolana como “problema global”.
Buscar ese “camino
electoral” está lleno de espinas, contradicciones, intereses contrapuestos,
desavenencias ideológicas, entre muchos otros factores, inclusive, los
asociados a la visceralidad proyectada desde las redes sociales; pero eso no
puede ser obstáculo para impedir consolidar esa ruta que además de ser anhelada
por la gran mayoría de los venezolanos, es altamente necesaria para superar un
conflicto que ha perjudicado a toda la región.
Independientemente de los
ritmos, las narrativas y las estrategias que se están abordando desde Rusia,
China, la Unión Europea, los Estados Unidos, la OEA, el grupo de Lima, Brasil y
Colombia en particular, hay una conjunción de esfuerzos que tratan de resolver
cuanto antes y con apego a generar una gobernabilidad sostenible en el tiempo,
el duro conflicto político local. La tarea no es ni será fácil, pero es la más
anhelada más allá de las desconfianzas y las enemistades manifiestas a esta
fórmula por algunos actores políticos internos y externos. El camino
electoral está sonando con creces. Nuestra tarea como sociedad es hacerlo
factible, creíble, reconocido por propios y extraños para que sea una verdadera
solución y no un nuevo problema.
08-03-20
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