Trino Márquez 12 de marzo de 2020
@trinomarquezc
La
oposición y el gobierno, aunque no se ajustaron con rigor a la Ley Orgánica de
Procesos Electorales (Lope) aprobada en 2009 -en pleno control del Psuv sobre
la Asamblea Nacional- dieron señales de sensatez al designar el Comité de
Postulaciones por unanimidad. Ahora viene el reto más exigente: elegir un
Consejo Nacional Electoral por consenso y evitar que ese cuerpo sea nombrado
por el Tribunal Supremo de Justicia, lo cual sería catastrófico, pues agravaría
aún más el precario cuadro institucional existente.
El
desafío no es fácil encararlo satisfactoriamente: el gobierno está interesado
en designar un CNE dócil, que no cuestione los abusos de poder que comete;
mientras la oposición aspira a nombrar un CNE ceñido de forma escrupulosa a la
Lope. Existe una contradicción evidente. El régimen siente un desprecio
olímpico por la democracia; por el voto en cuento expresión de la soberanía
popular e instrumento de constitución de los poderes públicos. La oposición
entiende que la recuperación de la democracia incluye restablecer la seguridad
en el voto, para lo cual se requiere una institución confiable, con suficiente
autoridad para imponer las normas y garantizar la transparencia en los procesos
electorales a lo largo de sus distintas fases.
El
CNE actual, ese que dirige Tibisay Lucena, aparece entre las instituciones más
desacreditadas del país. Comparte el sótano de las preferencias populares con
el TSJ de Maikel Moreno, el gobierno presidido por Nicolás Maduro y las Fuerza
Armadas acaudilladas por el general Padrino López. El CNE se convirtió en uno
de los factores más estimulantes de la abstención. Una sólida mayoría de
ciudadanos, 63%, no quiere votar con esas autoridades porque siente que su
decisión será adulterada; que el órgano rector de los comicios la irrespeta.
Esta convicción se ha instalado en la mente de esos electores.
Decir
que la oposición participará en las próximas votaciones parlamentarias, sean
cuales sean las condiciones electorales, es un error lamentable. Una expresión
de ingenuidad y voluntarismo que satisface las aspiraciones de Nicolás Maduro.
Resulta ingenua porque complace sin costo alguno al gobierno. Lo que más desea
el mandatario es que Tibisay Lucena y sus adláteres permanezcan en el CNE.
Pretenden que los cambios sean solo en el decorado. Ya lo ha señalado en
reiteradas oportunidades Francisco Torrealba, jefe de la fracción del Psuv en
la Asamblea Nacional. Esta pretensión podrían sustituirla por la formación de
un cuerpo de rectores que sea el clon de la señora Lucena y sus socias. Unos
rectores que se desempeñen de la misma forma mansa y complaciente mostrada por
las autoridades actuales.
Es
una manifestación de voluntarismo porque desconoce o, peor aún, desecha la
opinión de la gente. Los votantes le concedieron a la oposición la mayoría en
las elecciones de 2015. Luego, el TSJ se encargó de torcer los resultados y
escamotear la conformación y funciones de la Asamblea. Las elecciones
legislativas no resolvieron la crisis de aquel momento. Al contrario, la
agravaron creando nuevos y mayores problemas que antes no existían: el TSJ
acromegálico de Moreno, la constituyente de Cabello y el Decreto de Emergencia
Económica, que dejó sin competencias contraloras a la Asamblea.
Este
despojo del cual fue objeto el elector y sus representantes estampó una marca
en la memoria del votante. Decirle ahora al ciudadano que lo más importante
reside en preservar los espacios institucionales conquistados, y que si ya se
obtuvo un triunfo en el pasado con Lucena en el CNE, es posible repetirlo cinco
años más tarde con ella, o su equivalente, resulta de una candidez ofensiva. La
dirigencia opositora tiene que demostrarle a un electorado tan escéptico como
el actual, que se encuentra dispuesta a pelear hasta el final por lograr que
las condiciones electorales sean lo más transparentes y equitativas posible.
Luego se verá cuál es la decisión más conveniente. Este objetivo implica
desplegar todo el esfuerzo necesario para lograr un CNE con autoridad y unas
condiciones electorales con un mínimo de respeto por la democracia. En esa
dirección hay que aprovechar todo el apoyo internacional que la oposición ha
recibido y las terribles amenazas que se ciernen sobre el régimen autoritario
de Maduro. Para obtener esas conquistas se cuenta con un amplio respaldo de los
factores de poder internacionales y con capacidad de movilización interna.
Los
dirigentes opositores no pueden afirmar, antes de combatir, que irán como
corderos al cadalso porque los señores Nicolás Maduro y Diosdado Cabello los
amenazan y chantajean. Están obligados a defender las convicciones, y a
despejar las lógicas sospechas, de un electorado que ha sido consecuente cuando
se le ha llamado a votar o a abstenerse. Hay que ir a las elecciones, pero con
otras condiciones.
Trino
Márquez
@trinomarquezc
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