Miguel Méndez Rodulfo 12 de marzo de 2020
Uno
de los grandes problemas de las capitales europeas, a la par de la migración,
el ascenso del populismo de derecha, el Brexit, o ahora el coronavirus, es el
déficit de vivienda. Esto es común a Berlín, Barcelona, París o Londres. No
hablemos de las zonas informales que existen en todo el mundo. Para que haya
ciudad antes tiene que haber vivienda. Los residentes de una urbe tienen que
tener un sitio donde vivir. Un lugar que sea asiento del hogar así como
protección y desarrollo de la familia. Estamos hablando de un techo que le
proporcione dignidad al núcleo familiar, que le permita contar con condiciones
de salud, descanso y pertenencia para propiciar la realización individual. Esto
se logra a través de una vivienda segura, confortable y digna. Luego la vivienda
juega un rol social estratégico en el desarrollo de un país.
No
es solamente que la vivienda es el sector que genera más empleo dentro de la
infraestructura, sino que esta es la función que demanda más mano de obra no
calificada en un país; aunque también requiere labor calificada, puede generar
mayor cantidad de empleo para los pobres en la Transición, aspecto
políticamente crucial. El desarrollo urbano tiene por objeto mejorar las
condiciones de habitabilidad de una ciudad y cuando nos referimos a esto
hablamos de vivienda, servicios públicos, equipamientos urbanos, espacios
públicos, zonas informales, cultura ciudadana, etc., de manera que la vivienda
no es un asunto marginal dentro del desarrollo urbano, sino primario y crucial
diría yo, porque es la semilla fundamental de la ciudad. Es la vivienda, el
vecindario, el barrio, la urbanización, el sector, la parroquia, el municipio,
el distrito, la ciudad el estado, el territorio, el país. Todo ello ocurre
porque hay gente residiendo en viviendas. Así, somos residentes, habitantes,
vecinos, parroquianos, munícipes, ciudadanos, paisanos, etc.
Por
otro lado, aunque el desarrollo urbano promueve fundamentalmente la
habitabilidad, también contribuye a la competitividad y a la sostenibilidad de
la ciudad. Los instrumentos de que se vale para lograr tales cometidos son el
Plan de Desarrollo Económico y Social de la Nación, los lineamientos nacionales
así como regionales de ordenación y desarrollo del territorio, al igual que los
de ordenamiento y desarrollo urbanístico, incluyendo también los proyectos de
acupuntura urbana.
Pero
todo lo anterior es tema de los especialistas, pero no de los políticos, mucho
menos de la gente común. El Pueblo no entiende ni quiere entender las
complejidades de la ciudad. Y, aunque parezca increíble, tampoco es de interés
de mucha gente educada, enfocada como siempre ha estado en su sector
profesional o actividad de vida. Y ya sabemos que lo que no le interesa a la
gente, no le interesa a los políticos. Al común de la gente no le dice nada la
ciudad ni el desarrollo urbano. Y aunque en las encuestas la vivienda casi
nunca aparece entre los principales problemas que preocupan a la mayoría de la
gente, si se le preguntara a un pobre que haría con el dinero de ganar la
lotería, contestaría sin dudas: “comprarle una casa a mi Mamá y otra para mí”.
Poco hay que agregar con respecto a la importancia de la vivienda.
Quizá
que la vivienda no aparezca como un problema fundamental de los venezolanos,
obedece al hecho de que los pobres han conservado los saberes ancestrales para
proporcionarse por sí mismos una morada; la hacen en familia y ello lo
convierten en un acontecimiento social a incorporar a vecinos y amigos,
sancocho y cervezas de por medio (por supuesto hasta hace unos años atrás,
cuando se podía). Hoy por mí, mañana por ti. La vivienda es la alcancía de los
pobres.
De
manera pues, que para que se pueda vender el término Desarrollo Urbano, debe
acompañarse de la coletilla “Y Vivienda”. Pero no solamente por una estrategia
de marketing político, sino porque el desarrollo urbano parte de la vivienda ¡y
no la puede soslayar! Debido a ello es que, en la nueva gobernabilidad,
proponemos un Ministerio de Desarrollo Urbano y Vivienda. Por último la Nueva
Agenda Urbana (NAU), de la conferencia de las Naciones Unidas, realizada en Quito
en 2016, hace un gran hincapié en la vivienda.
Miguel
Méndez Rodulfo
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