Francisco Fernández-Carvajal 02 de marzo de
2020
@hablarcondios
— Existencia de los
ángeles custodios. Devoción de los primeros cristianos.
— Ayudas que pueden
prestarnos.
— Amistad y devoción a
los ángeles custodios.
I. San Mateo
termina la narración de las tentaciones de Nuestro Señor con este
versículo: Entonces lo dejó el diablo, y los ángeles vinieron y le
servían1.
«Contemplemos un poco esta intervención de los ángeles
en la vida de Jesús, porque así entenderemos mejor su papel –la misión
angélica– en toda vida humana. La tradición cristiana describe a los Ángeles
Custodios como a unos grandes amigos, puestos por Dios al lado de cada hombre,
para que le acompañen en sus caminos. Y por eso nos invita a tratarlos, a
acudir a ellos.
»La Iglesia, al hacernos meditar estos pasajes de la
vida de Cristo, nos recuerda que, en el tiempo de Cuaresma, en el que nos
reconocemos pecadores, llenos de miserias, necesitados de purificación, también
cabe la alegría. Porque la Cuaresma es simultáneamente tiempo de fortaleza y de
gozo: hemos de llenarnos de aliento ya que la gracia del Señor no nos faltará,
porque Dios estará a nuestro lado y enviará a sus Ángeles, para que sean
nuestros compañeros de viaje, nuestros prudentes consejeros a lo largo del
camino, nuestros colaboradores en todas nuestras empresas»2.
«La Sagrada Escritura y la Tradición llaman
propiamente ángeles a aquellos espíritus puros que en la prueba fundamental de
libertad han elegido a Dios, su gloria y su reino»3. A ellos les está encomendada la tutela de los hombres. ¿Por
ventura –se lee en la Epístola a los Hebreos– no son todos
ellos unos espíritus que hacen el oficio de servidores o ministros en favor de
aquellos que deben ser los herederos de la salud?4.
Es doctrina común que todos y cada uno de los hombres,
bautizados o no, tienen su Ángel Custodio. Su misión comienza en el momento de
la concepción del hombre y se prolonga hasta el momento de su muerte. San Juan
Crisóstomo afirma que todos los ángeles custodios concurrirán al juicio
universal para «dar testimonio ellos mismos del ministerio que ejercieron por
orden de Dios para la salvación de cada hombre»5.
En los Hechos de los Apóstoles encontramos
numerosos pasajes en que se manifiesta la intervención de estos santos ángeles,
y también la confianza con que eran tratados por los primeros cristianos6.
Esta veneración y confianza en los ángeles por parte
de nuestros primeros hermanos en la fe, se pone especialmente de relieve en la
liberación de San Pedro de la cárcel: Un ángel del Señor se presentó en
el calabozo de Pedro, que quedó iluminado; y golpeando a Pedro en el costado,
le despertó diciendo: «Levántate pronto»; y se cayeron las cadenas de sus
manos. El ángel añadió: «Cíñete y cálzate las sandalias». Hízolo así. Y agregó:
«Envuélvete en tu manto y sígueme»7.
Y Pedro, libre ya, se encaminó a casa de María, madre
de Marcos, donde muchos estaban congregados en oración.
Golpeó la puerta del vestíbulo y salió una sierva
llamada Rode, que, luego que conoció la voz de Pedro, fuera de sí de alegría,
sin abrir la puerta, corrió a anunciar que Pedro estaba en el vestíbulo. Ellos
dijeron: «Estás loca». Insistía ella en que era así: y entonces dijeron: «será
su ángel»8. Este relato nos muestra el gran cariño que sentían por Pedro
y la naturalidad de la fe en los ángeles custodios que tenían los primeros
fieles. «Mira con qué confianza trataban a sus Custodios los primeros
cristianos.
»—¿Y tú?»9.
Nosotros hemos de tratarles también con naturalidad y
confianza, y nos asombraremos muchas veces del auxilio que nos prestan, para
vencer en las luchas contra el maligno. «Estamos bien ayudados por los ángeles
buenos, mensajeros del amor de Dios, a los cuales, enseñados por la tradición
de la Iglesia, dirigimos nuestra oración: “Ángel de Dios, que eres mi custodio,
ilumíname, custódiame, rígeme y gobiérname, ya que he sido confiado a tu piedad
celeste. Amén”»10.
II. «... Y
los ángeles vinieron y le servían». Los ángeles custodios tienen la misión
de ayudar a cada hombre a alcanzar su fin sobrenatural. Yo mandaré a un
ángel delante de ti -dice el Señor a Moisés- para que te
defienda en el camino y te haga llegar al lugar que te he dispuesto11. Y el Catecismo Romano comenta: «Porque así como los padres,
cuando los hijos precisan viajar por caminos malos y peligrosos, hacen que les
acompañen personas que les cuiden y defiendan de los peligros, de igual manera
nuestro celestial Padre, en este viaje que emprendemos para la celeste Patria,
a cada uno de nosotros nos da ángeles para que, fortificados con su poder y
auxilio, nos libremos de los lazos furtivamente preparados por nuestros
enemigos y rechacemos las terribles acometidas que nos hacen; y para que con
tales guías sigamos por el camino recto, sin que ningún error interpuesto por
el enemigo sea capaz de separarnos del camino que conduce al cielo»12.
Misión de los ángeles custodios, por tanto, es
auxiliar al hombre contra todas las tentaciones y peligros, y traer a su
corazón buenas inspiraciones. Son nuestros intercesores, nuestros custodios, y
nos prestan su ayuda cuando los invocamos. «Los Santos interceden por los
hombres, mientras los Ángeles Custodios no solo ruegan por los hombres, sino
que actúan alrededor de ellos. Si por parte de los bienaventurados se da una
intercesión, por parte de los ángeles hay una intercesión y una intervención
directa: son al mismo tiempo abogados de los hombres cerca de Dios y ministros
de Dios cerca de los hombres»13.
El Ángel Custodio nos puede prestar también ayudas materiales,
si son convenientes para nuestro fin sobrenatural o para el de los demás. No
tengamos reparos en pedirle su favor en las pequeñas cosas materiales que
necesitamos cada día: encontrar aparcamiento para el coche, no perder el
autobús, ayuda en un examen que hemos estudiado, etc. Especialmente pueden
colaborar con nosotros en el apostolado, en la lucha contra las tentaciones y
contra el demonio, y en la oración. «Los ángeles, además de llevar a Dios
nuestras noticias, traen los auxilios de Dios a nuestras almas y las apacientan
como buenos pastores, con comunicaciones dulces e inspiraciones divinas. Los
ángeles nos defienden de los lobos, que son los demonios, y nos amparan»14.
Al Ángel Custodio hemos de tratarle como a un
entrañable amigo. Él está siempre en vela, constantemente dispuesto a
prestarnos su concurso, si se lo pedimos. Es una gran pena cuando, por olvido,
por tibieza o por ignorancia, no nos sentimos acompañados por tan fiel
compañero, o no le pedimos ayuda en tantas ocasiones en que la necesitamos.
Nunca estamos solos en la tentación o en la dificultad, nuestro Ángel nos
asiste; estará a nuestro lado hasta el mismo momento en que abandonemos este
mundo.
Al final de la vida, el Ángel Custodio nos acompañará
ante el tribunal de Dios, como manifiesta la liturgia de la Iglesia en las
oraciones para la recomendación del alma en el momento de la muerte.
III. «Ten
confianza con tu Ángel Custodio. —Trátalo como un entrañable amigo –lo es– y él
sabrá hacerte mil servicios en los asuntos ordinarios de cada día»15.
Para que el Ángel Custodio nos preste su ayuda es
necesario darle a conocer, de alguna manera, nuestras intenciones y nuestros
deseos. A pesar de la gran perfección de su naturaleza, los ángeles no tienen
el poder de Dios ni su sabiduría infinita, de modo que no pueden leer el
interior de las conciencias. Basta con que le hablemos mentalmente para que nos
entienda, e incluso para que llegue a deducir de nuestro interior más de lo que
nosotros mismos somos capaces de expresar. Por eso es tan importante tener un
trato de amistad con el Ángel de la Guarda.
Además de nuestra amistad, al Ángel Custodio le
debemos veneración, como a quien está siempre en la presencia de Dios,
contemplándole cara a cara, y, a la vez, junto a nosotros.
La devoción a nuestro Ángel Custodio será una eficaz
ayuda en nuestras relaciones con Dios en el trabajo, en el trato con las
personas que nos rodean, en los pequeños y en los grandes conflictos que se
pueden presentar a lo largo de nuestros días. En este tiempo de Cuaresma
podemos tener especialmente presente, y nos debe conmover, la escena en el
Huerto de Getsemaní, en que la Humanidad Santísima del Señor es confortada por
un Ángel del Cielo.
«Hay que saber tratar a los Ángeles. Acudir a ellos
ahora, decir a tu Ángel Custodio que estas aguas sobrenaturales de la Cuaresma
no han resbalado sobre tu alma, sino que han penetrado hasta lo hondo, porque
tienes el corazón contrito. Pídeles que lleven al Señor esa buena voluntad, que
la gracia ha hecho germinar de nuestra miseria, como un lirio nacido en el
estercolero. Sancti Angeli, Custodes nostri: defendite nos in proelio,
ut non pereamus in tremendo iudicio. Santos Ángeles Custodios: defendednos
en la batalla, para que no perezcamos en el tremendo juicio»16. A la Virgen, Regina Angelorum, le rogamos que
nos enseñe a tratar a los Ángeles, particularmente en esta Cuaresma.
1 Mt 4,
11. —
2 San
Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 63 —
3 Juan
Pablo II, Audiencia general, 6-VIII-1986. —
4 Heb 1,
14. —
5 San
Juan Crisóstomo, en Catena Aurea, vol. III, p. 238. —
6 Cfr. Hech 5,
19-20; 8, 26; 10, 3-6. —
7 Hech 12,
7-11. —
8 Hech 12,
13-17. —
9 Cfr. San
Josemaría Escrivá, Camino, n. 570. —
10 Juan
Pablo II, Audiencia general, 20-VIII-1986. —
11 Ex 23,
20. —
12 Catecismo
Romano, p. 4, cap. IX, n. 4. —
13 G.
Huber, Mi ángel marchará delante de ti, Ed. Palabra, Madrid
1980, 6ª ed., p. 43. —
14 San
Juan de la Cruz, Cántico espiritual, 2, 3. —
15 San
Josemaría Escrivá, Camino, n. 562. —
16 ídem, Es
Cristo que pasa, 63.
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