Ismael Pérez Vigil 25 de junio de 2022
Los
venezolanos, como todos los pueblos, analizamos la realidad de otros países a
través del prisma de nuestra propia realidad; ni más ni menos eso ocurre al
analizar el triunfo de Gustavo Petro en Colombia. Por supuesto, hay motivos
para ello, dadas las similitudes en historia, costumbres, cultura y demás. Pero
eso muchas veces hace que no consideremos a algunas diferencias importantes.
Diferencias
con Colombia,
En el caso de Colombia, creo que hay dos diferencias que destacan notoriamente. La primera, es lo que algunos denominan la “institucionalidad” de ambos países; esto se refiere a que el gobierno colombiano, su Poder Ejecutivo, a pesar de ser un país presidencialista, como casi todos los países latinoamericanos −y más allá−, no es tan poderoso como lo es en Venezuela. Lo que se denomina el “balance de poderes”, el control que pueden ejercer otros poderes públicos, el Poder Legislativo y el Poder Judicial, sobre el Ejecutivo es mucho más fuerte en Colombia que lo que es y fue en Venezuela, por la muy simple razón que en Colombia, el Gobierno no cuentan con la renta petrolera, con la que contamos en Venezuela, que fortaleció de una manera muy importante al poder ejecutivo por sobre los demás poderes. Amén de que el sector económico privado en Colombia es mucho más fuerte y significativo que el sector económico privado en Venezuela, lo que hace que el Estado colombiano sea mucho más dependiente de los ingresos fiscales que genera la economía privada colombiana, lo que lo hace más dependiente y con menos “grados de libertad” para definir políticas económicas y fiscales.
La
segunda diferencia importante creo que es la historia y el papel que ha jugado
la Fuerza Armada en ambos países. El Ejército colombiano vine de sostener una
guerra contra el narcotráfico y la guerrilla izquierdista −sector del que
proviene Gustavo Petro− durante más de 70 años, período en el cual cuenta en
miles sus muertos, por lo que no es difícil suponer que el gobierno de Petro no
contará con el apoyo irrestricto de la fuerza armada a la hora de reprimir u
obtener apoyo para abusos contra derechos humanos o para imponer ciertas
políticas que requieran de un fuerte control por parte de la fuerza armada.
Sin
abundar en otras, creo que esas dos son diferencias importantes a la hora de
esperar que la conducta del gobierno que tomará posesión en agosto −aunque lo
desee fervientemente− vaya a seguir el camino por el cual se desenvolvió Hugo
Chávez Frías en Venezuela.
Resultados
en otros países.
Pero,
sobre el análisis de las consecuencias del triunfo de Gustavo Petro en
Colombia, sobre ese país, sobre Venezuela y en general, sobre toda América
Latina, no abundaré, lo considero cubierto por la serie de agudos y profundos
análisis de diversos especialistas que hemos visto las dos últimas semanas; mi
punto de enfoque es otro, es reflexionar en “voz alta” sobre el tema: ¿Por qué
surgen los Petro, de manera casi silvestre por todo el continente y fuera de él?
Es
decir, se trata de reflexionar sobre los resultados de los procesos electorales
en nuestro entorno, en Ecuador, Perú, Chile, el más reciente de Colombia, lo
que se espera de Brasil −sea que gane Lula o que continue Bolsonaro− y los ya
más antiguos resultados en México, Honduras, El Salvador, Argentina y por
supuesto, Venezuela.
Algunos
han caracterizado acertadamente lo que ocurre como producto de dos fenómenos
concomitantes; por una parte, la insatisfacción popular ante el fracaso de las
democracias y del liberalismo ante el aumento de la desigualdad, la inequidad,
a que se mantengan millones en la pobreza, a la ausencia de “justicia social”,
que provoca un gran descontento ciudadano, que en algunos casos −Chile,
Colombia, Ecuador, entre otros− los lleva a la violencia y destrucción.
Muerte
de las ideologías.
Al
hacer el análisis, en el mundo, pero especialmente en América Latina y
constatar la desesperanza y poca fe en los partidos y líderes políticos
tradicionales algunos recurren al termino “muerte de las ideologías”, para
remarcar que esa debe ser una de las causas para el resurgimiento del
“populismo” y la deriva hacia la “izquierda”, hacia el “socialismo”, debido a
lo dicho del supuesto −o real− fracaso de las democracias y del liberalismo en
resolver los problemas de las grandes mayorías.
Cuando
hablamos de muerte de las ideologías, el concepto “ideología” no se refiere a
la falsificación de la realidad, como muchos autores la definen, sino al
conjunto de ideas, usualmente conectadas a algún “programa” de trabajo o
propuesta, usualmente partidista, para enfrentar los problemas económicos,
sociales y políticos. El sujeto de referencia, el portador de esas ideologías,
que ahora supuestamente fenecen, son las élites, académicas, políticas, todo lo
más algunos dirigentes y lideres de partidos políticos, que se identifican con
conceptos o ideas: liberales, socialistas, comunistas, anarquistas, fascistas,
social demócratas, demócrata cristianas, hasta “nazis” y otras; pero son eso,
grupos reducidos, élites, para quienes esos conceptos significan o tienen algún
valor como referencia; porque para el pueblo común y corriente esas “ideas”
solo se expresan en partidos y líderes por los que votan, convencidos por la
fogosidad, retórica y promesas de algún líder, al que llevan al poder con
la esperanza de que una vez en el gobierno, acaben con las ineficacias,
eventualmente con la corrupción, pero sobre todo que resuelvan los
problemas, generen empleo y bienestar, garanticen una educación popular
adecuada, mejoren los servicios públicos y un largo etcétera.
Conclusión.
Pero,
lo de la muerte de las ideologías −que puede ser cierta o no− en todo caso, no
es el punto al que me quiero referir; creo que de lo que tenemos que continuar
hablado o constatando es, en todo caso, de la “muerte de los partidos
tradicionales”, algo a lo que hemos venido contribuyendo en los últimos 40 años
y que continuaré desarrollando la próxima semana.
Ismael
Pérez Vigil
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