EFE 25 de junio de 2022
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Jonathan
lleva apenas veinte días en España y ya habla como si llevara toda una vida
aquí. En este corto periodo de tiempo ya ha trabajado y su jefe se ha negado a
pagarle, ya ha compartido “un cuarto pequeño que no tiene nada” y ya ha pedido
comida en iglesias: “hay días que solo comemos una vez”.
Este
venezolano entró a España como muchos otros latinos, como turista, pero se
encuentra en situación irregular ya que su intención al venir siempre fue la de
quedarse.
Hace unos días se manifestó en Madrid delante del Congreso de los Diputados español por el día del Refugiado, donde un par de centenares de personas reclamaron un mejor acceso a las citas administrativas en Extranjería para gestionar su situación.
Ahora
acaba de regresar de la plaza Elíptica de Madrid, en el sur de la ciudad, donde
empresarios pasan con sus vehículos a recoger a migrantes para llevárselos a
trabajar por jornadas, de manera ilegal, sobre todo para labores de obra y
construcción.
No ha
tenido suerte, dice, la policía “andaba rondando” y pocos vehículos se han
atrevido a parar ante posibles multas y detenciones: “la vida de un latino es
fuerte, porque yo llego solo, no tengo a nadie, nunca había pensado que aquí no
le dan trabajo a uno. Estamos en el siglo XXI y nosotros vivimos una
esclavitud”.
Y
lamenta que los migrantes en situación irregular sean “mal pagados y vejados”,
pues “nos maltratan, nos ponen a trabajar y no nos quieren pagar. ¿Por qué no
nos dan la oportunidad, aquí hay compañeros que comemos una vez al día”.
“HAY
PATRONES BUENOS Y OTROS REGULARES, TODAVÍA NO ME CONSEGUÍ UNO BUENO”
José
tiene una casuística distinta a la de su compatriota, ya que recibió asilo
político porque salió de Venezuela por la situación del país y por persecución
de la Policía, uno de los elementos necesarios de acreditar para obtener el
asilo.
Pese a ello, su situación laboral no dista mucho de la de Jonathan, ya que los
solicitantes de asilo deben esperar seis meses desde que presentan la solicitud
para poder trabajar de manera legal. A las 05.30 de la mañana acude a Plaza
Elíptica a probar suerte.
“Se
sobrevive como lo hacemos muchos, un día de trabajo, dos y vas guardando hasta
completar el pago de la habitación, para comer si no estás trabajando hay
iglesias y organismos que dan un desayuno o un almuerzo, si estas trabajando hay
veces que se va uno y pasa todo el día sin comer hasta que al final de la tarde
cobra y compras algo”, cuenta.
“Soy
carnicero profesional y conductor de camiones, nunca había trabajado en la
construcción y hay patrones buenos y otros regulares, todavía no me conseguí
uno bueno pero ahí estamos”, asegura con ironía.
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