Gustavo Ocando Alex 21 de junio de 2022
@gusocandoalex
Un
informe de la organización Refugiados Internacional advierte que tres de cada
10 migrantes que cruzan el peligroso Tapón del Darién para llegar a Estados
Unidos o alguna nación centroamericana que los acoja son venezolanos.
La
migración de venezolanos es un torrente humano que, lejos de detenerse, sigue
fluyendo hacia América y el mundo.
Ya son
6,1 millones de personas nacidas en Venezuela que se han movilizado a decenas
de países sin planes inmediatos de retornar a su lugar de origen y que, en los
últimos tiempos, apuestan hasta por nuevas rutas peligrosas para desplazarse,
según concluyen investigadores y advierte un nuevo informe del fenómeno.
“La salida de venezolanos de su país es sostenida, no ha parado”, asegura Ligia Bolívar, investigadora sobre migración del Centro de Derechos Humanos de la Universidad Católica Andrés Bello, en conversación con la Voz de América.
Afirma
que está observando “una elevación significativa” del desplazamiento de
venezolanos en los recuentos fronterizos de países como Estados Unidos, hasta
donde llegan atravesando a pie “una nueva ruta”: el llamado Tapón del Darién,
una zona selvática que conecta la América del Sur con la Central, entre
Colombia y Panamá.
Un
informe de la organización Refugiados Internacional, publicado el viernes,
advirtió que 31 % de los 13.425 migrantes que habían cruzado el Darién entre
enero y marzo de este año era de nacionalidad venezolana.
“El
viaje puede ser mortal, pero restricciones de visa, el aumento de la seguridad
fronteriza, la incertidumbre económica, dificultad de acceso a oportunidades en
los países anfitriones y la falta de vías legales alternas” empujan a miles de
desplazados a buscar mejores condiciones más allá del Darién, apunta el texto.
Esas
cifras de personas que cruzan esa área selvática duplican el registro de
movilización en el mismo período, un año antes. El reporte advierte que quienes
deciden atravesar el Darién lo hacen a pesar de que el gobierno de Colombia
aprobó un Estatuto Temporal de Protección para Venezolanos (ETPV), que brinda
10 años de residencia, así como acceso a trabajo y al sistema de salud.
Bolívar,
socióloga incluida la semana pasada en la Clasificación Mundial de Científicos
y Universidades 2022, de los mejores 10.000 investigadores del mundo, subraya
una “tendencia fuerte” entre los países latinoamericanos a mayores
restricciones para los migrantes venezolanos. Las únicas naciones de Suramérica
que no les exigen visas, por ejemplo, son Brasil y Colombia.
“Hay
barreras cada vez mayores”, advierte, si bien reivindica el derecho legítimo de
cada Estado de garantizar su seguridad y estabilidad con sus políticas.
La
integración
Tanto
Bolívar como Gustav Brauckmeyer, director del centro de investigaciones Equilibrium
Cende, han tomado nota en los últimos tiempos de otra tendencia entre los
países suramericanos, donde se concentra la mayoría de la migración venezolana:
la integración tanto a su favor como de los Estados anfitriones.
Brauckmeyer,
cuyas investigaciones suelen centrarse en tres de las naciones vecinas con
mayor número de venezolanos, Colombia, Ecuador y Perú, apunta que el enfoque de
la comunidad internacional hacia esa población desplazada se ha transformado de
la asistencia humanitaria a la “integración socioeconómica”.
“Se
busca generar políticas, programas y soluciones que deriven en una integración
de la población venezolana”, dice a la VOA.
“El
desafío es que estos procesos de regularización no están aplicando para las
personas que entran ahora. Siguen saliendo más personas de Venezuela que las
que están retornando”, añade Brauckmeyer, politólogo de la Universidad de
Marburgo, Alemania, y especialista en desarrollo económico en el Reino Unido.
El
perfil de los migrantes venezolanos “varía”, describe Bolívar, por su parte.
Una primera etapa del fenómeno, entre 2016 y 2018, incluyó a personas con alto
nivel educativo y mayores recursos para obtener visas o pasaportes.
Últimamente, quien se desplaza puede tener menos posibilidades y recursos.
Brauckmeyer
señala que al menos 38 % de quienes llegan a países de la región andina tiene
educación superior completa, se familiarizan con los sistemas financieros y
hasta 60 % del total son personas menores de 40 años.
“Es un
perfil que podría contribuir significativamente al desarrollo de los países,
pero su vulnerabilidad es bastante alta. No se encuentran con una condición
migratoria sostenible, sino con soluciones temporales” en sus destinos, indica.
Un
futuro complicado
Ambos
investigadores concluyen que la explosión de la guerra en Ucrania y de su
consecuente migración hacia el resto del mundo occidental han complicado la
cooperación y atención que antes despertaba la movilización venezolana.
Bolívar,
por su parte, destaca que la economía mundial se ha visto afectada en distintas
áreas y ello mina la robustez de la asistencia al migrante venezolano.
“La
atención global de muchas de las agencias, los actores y los donantes que
venían apoyando a los migrantes venezolanos ha tomado un giro hacia Europa,
sobre todo tomando en cuenta de que está cerca” de ellos, afirma Brauckmeyer.
Los
expertos no prevén una solución definitiva para la migración venezolana, pues
esta nacería de un cambio estructural y de las condiciones de vida en su país,
que no esperan en el corto ni en el mediano plazo.
Bolívar,
asimismo, remarca que la pandemia por COVID-19 y la complicación energética
mundial por la guerra en Ucrania ha empantanado aún más el fenómeno de
movilización que se deriva de Venezuela.
“Cualquier
persona que llegue a cualquier país va a conseguir una economía deprimida. No
va a conseguir un país que sea capaz de brindarles beneficios a su propia
población y menos a la de una que venga de otro país”, advirtió.
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