Eddie A. Ramírez 28 de junio de 2022
Según
Acnur, la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados, la cifra mundial
de desplazados de sus hogares está en unos cien millones. La gran mayoría ha
sido por guerras entre naciones o guerras civiles. También, por falta de
oportunidades para lograr el diario sustento debido a sequías, escasez de
recursos naturales, de emprendedores que fomenten empleos o por políticas
económicas inadecuadas. Así mismo, un número importante ha emigrado por
persecución política.
Venezuela es un caso excepcional. Con más de siete millones de emigrantes, ¿cuál es la causa de ese desplazamiento a otros países, cuando tradicionalmente los atraía? y ¿ cuál debe ser el papel a desempeñar por los compatriotas que están en el exterior?
Nuestra
diáspora tiene una población más grande que países como Costa Rica, Panamá o
Uruguay. No estamos en guerra, no ocurren tragedias naturales importantes y
contamos con recursos humanos para hacer crecer la economía, así como con
enormes recursos naturales renovables y no renovables.
Sin
embargo, la inmensa mayoría ha emigrado en búsqueda del sustento diario, debido
a la política confiscatoria de empresas, trabas para la producción y para el
libre comercio, inseguridad jurídica y sueldos de miseria. Otros han emigrado
por la inseguridad personal, deficientes servicios de salud, educación,
suministro de energía eléctrica y de agua. Un número menor, pero importante, ha
tenido que salir por persecución política.
Todos
han emigrado por culpa del régimen de Chávez-Maduro. Unos por el pésimo manejo
de la economía y de los servicios básicos por funcionarios mediocres o que
intencionalmente se propusieron empobrecer a la población para controlarla.
Otros, para eludir las ergástulas del régimen. Sin duda, este propicia la
emigración.
En el
exterior hay compatriotas con permiso de residencia o son ciudadanos del país
que los acogió, otros cuentan con permiso temporal de trabajo. Sin embargo, la
inmensa mayoría está en situación precaria, unos con pasaportes vencidos,
muchos otros carecen de identificación, están ilegales, sin empleo y con muchas
necesidades. Algunos están en países con cierta protección de los gobiernos,
otros no.
Destacados
investigadores, como Iván De la Vega, Tomás Páez, Ruth Castillo y José Manuel
Martínez, para citar algunos, han realizado valiosos aportes a este tema, con
propuestas para aprovechar el talento de compatriotas que están fuera del país.
Además, existen varias organizaciones de venezolanos en el exterior que
realizan una excelente labor en diferentes áreas
Debemos
apoyarlas y ellas deben interactuar para lograr mayor fortaleza. En varios
foros se ha planteado la necesidad de integrar estas organizaciones para tener
una voz compacta que contribuya a resolver los problemas de la diáspora y que
tenga repercusión en Venezuela.
Quien
esto escribe no ha trabajado el tema, pero piensa que, en orden de prioridad,
los objetivos podrían ser: 1- Gestionar la legalización del estatus migratorio.
2- Exigir el derecho a contar con un pasaporte.
3-
Diligencias ante el empresariado de cada país para identificar empleos.
4-Programas de ayuda a los compatriotas refugiados. 5- Luchar por el derecho a
votar. Uno de los escollos es la ausencia total o parcial de consulados y la no
apertura del Registro Electoral. La ruptura de relaciones debería limitarse a
las diplomáticas, pero no a las consulares. Esto último perjudica a los
ciudadanos y a los trámites comerciales.
6-Apoyo
a las organizaciones que envían ayuda humanitaria a Venezuela. 7-Campaña para
que se facilite el reconocimiento de títulos universitarios o los trámites de
reválida , ya que muchos tienen que trabajar en áreas diferentes a su
experticia. Esta situación frustra al emigrante y no beneficia al país
receptor. Una vía podría ser presentar trabajos ante las autoridades
gubernamentales, académicas y gremios profesionales que evidencien la calidad
de la mayoría de nuestras universidades, así como unir esfuerzos con otras
nacionalidades que tienen el mismo problema. 8-
Denunciar
casos de ciudadanos corruptos que han emigrado para disfrutar en el exterior.
9- Considerando las diferentes situaciones, quizá debería organizarse una
federación de organizaciones en cada país y no aspirar que sea mundial.
Ante
el distanciamiento entre los votantes y la dirigencia opositora, algunos han
planteado que esa posible integración u organización sea un instrumento para
influir en las decisiones políticas en Venezuela. Esto tiene el inconveniente
de que nos dividiría aún más, ya que en el exterior también cada cabeza es un
mundo. Además, puede percibirse como un enfrentamiento con quienes están en el
país.
Por
otra parte, aunque algunos han pasado la página, muchos otros siguen pendientes
de nuestra situación política y quieren contribuir a que haya un cambio. Es
justo y deseable que la diáspora tenga voces y que sea escuchada, pero no puede
aspirar a ser la que tome decisiones, ni ser elemento de mayor discordia. Cabe
recordar que Betancourt, con todo su peso específico, no logró que se acatará
su orden desde el exilio de no votar en la elección de 1952. La discusión está
sobre el tapete.
Como
(había) en botica: Se ha puesto de moda predicar que cuando no
gana nuestro candidato es porque hubo fraude electoral. Trump le hizo un gran
daño a la democracia de ese país al mentir sobre el resultado que le fue
adverso. Ojalá lo inhabiliten. Ahora surgen voces contra el resultado en
Colombia. No nos gusta Petro y tampoco Hernández, pero voces autorizadas avalan
el resultado.
Cuando
se descalifica sin razón un resultado en otro país, se debilitan las
acusaciones contra Chávez-Maduro, quienes han cometido delitos electorales al
usar los recursos del Estado, instigar las agresiones por parte de sus círculos
violentos, imponer un CNE que tolera indebidamente el voto asistido y que voten
ausentes cuando no tenemos testigos, además de inhabilitar candidatos y anular
victorias de contrincantes con la complicidad del TSJ. Solo votando masivamente
podemos contrarrestar esas marramucias ¡No más prisioneros políticos, ni
exiliados!
Eddie
A. Ramírez
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