Julio Castillo Sagarzazu 29 de junio de 2022
Así,
como todos fuimos especialistas en covid-19; en Ucrania, ahora todos somos
especialistas en Gustavo Petro. Los más variados análisis sobre lo que hará o
no y sobre por qué ha ganado las elecciones, han formado ya verdaderos lagos de
tinta.
Esta
nota, engrosará el caudal de los arroyos que tributan en ese lago. ¿Qué le
vamos a hacer?
Primero, una confesión de prejuicios personales: La figura de Petro me desagrada, la de Hernández comunicaba una cándida compasión, la misma que se tiene a los viejitos medio tostados. Era evidente que no parecía una persona que pudiera hacerse cargo de un país como Colombia, sobre todo si no formaba un gabinete capaz de eludir sus chocheras y sus metidas de pata. Sin embargo, hubiera votado por él, como, con el mismo pañuelo en la nariz habría votado por Keiko y hasta por el rival de Boric, cuyo nombre ni siquiera recuerdo. Petro me parece insincero, taimado y de esos tipos que son capaces de cualquier cosa. No obstante, repito, es puro «feeling» y puro prejuicio.
Sobre
lo que hará, es preferible esperar algunos de sus anuncios, sobre todo su
primer gabinete y, un tema clave, si anuncia o insinúa una Constituyente. Ese
si será un dato objetivo para afirmar que algo está podrido en Dinamarca.
Por lo
pronto, no queda más que hilvanar hipótesis y rezarle a Nuestra Señora del
Rosario de Chiquinquirá (seguramente prima y vecina de La Chinita) y patrona de
Colombia, para que los peores augurios no se cumplan y para que nuestros
compatriotas emigrados en el hermano país, no tengan que sentir en sus carnes,
por segunda vez, la persecución, la miseria y la incertidumbre.
Cerrado
el capítulo de la profecía y dejando, como lo hemos invocado, en buenas manos,
el futuro de Colombia, si valdría la pena pasearse por un tema, también
masticado y manoseado, de las razones que llevaron a la victoria de Gustavo
Petro.
Veamos
La
primera, obviamente que tiene que ver con el sustrato objetivo de las profundas
divisiones de la sociedad colombiana y las grandes grietas que secularmente han
separado a sus clases sociales. Petro, encarnando esa sed de revancha, logró
cautivar a los más pobres y a los jóvenes con su mensaje de vindicación y de
cambio. Esta afirmación ya es un tópico y un lugar común «universalmente»
aceptado.
También
está el hartazgo común a casi todos los pueblos de mundo, por la dirigencia
tradicional y las élites políticas desgastadas. En esta elección se cumplió,
más que nunca, el conocido aforismo que nos recuerda el coronel Aureliano
Buendía: «La única diferencia es que los liberales van a misa de 5 y los
conservadores van a misa de 8». Petro, en el imaginario popular colombiano es,
aunque no sea verdad, una reacción contra las castas y sus partidos que les han
gobernado por muchos años.
Finalmente,
hay otro elemento, que podría catalogarse como el más importante: Petro terminó
siendo un punto de confluencia (como lo fue Chávez aquí) de intereses
variadísimos que van desde sectores de la oligarquía colombiana, pasando por
liderazgos como el de Santos y Gaviria, hasta Piedad Córdoba y los restos de
grupos insurgentes que aún tienen fichas para jugar en Colombia. E incluso, que
no nos extrañe, también de grupos de presión y lobbies, con importante
influencia en los Estados Unidos.
En
Venezuela esa confluencia de intereses nos trajo a Chávez. Basta recordar la
alianza empresarial de apellidos de los Amos del Valle; de bancos españoles y
multinacionales que apostaron por él y que financiaron su proyecto. Casi todos
los grandes medios de comunicación le apoyaron. Igualmente, directa, o
indirectamente, Alfaro Ucero e Irene Sáez (quien luego sería candidata chavista
en Nueva Esparta) remaron en la misma dirección.
La
frivolidad política jugo un papel muy importante entonces. ¿Cuántas personas
votaron y activaron por Chávez con argumentos como: «Aquí hace falta un militar
que arregle esto»; «Salas Römer es un catire sifrino que no me cae bien»; «Hace
falta un cambio para que la clase política, aprenda».
El
cálculo político de muchos también obró en el mismo sentido y lo ha hecho ahora
en Colombia. Al respecto es necesario mencionar un brillante análisis de
nuestro apreciado amigo Pedro Benítez quien ha puesto de manifiesto como Juan
Manuel Santos ha sido clave en la elección de Petro.
Esa
habilidad y las filigranas que tejió, con el cálculo de enterrar al uribismo y
a cualquier eventual heredero de él, como Fico Gutiérrez, no necesariamente le
va a salir bien. Como no le salió en Venezuela a quienes se la jugaron con
Chávez, con la esperanza de hacerse un camino luego de enterrar a Salas.
La
apuesta de «domesticar» a Petro es peligrosa. Quizás no imposible porque habría
que esperar si tiene intenciones de arrasar o no con las instituciones en
Colombia, pero si las tiene, será muy difícil impedírselo. Sobre todo, si
escoge, como Chávez, no actuar con las reglas de la democracia.
Petro
no tiene dilemas fáciles: Colombia está afiliado a la OTAN, tiene bases
militares norteamericanas y aunque la bandera de las barras y las estrellas no
se ice en ellas, sus solados gozan de inmunidad penal en territorio colombiano.
Los militares que combatieron su guerrilla no están retirados o muertos como
estaban en Venezuela cuando llego Chávez. Tendrá que resolver el problema de la
alianza de intereses que le llevó al poder.
Cuando
se plantee el tema del reparto de la torta, tendrá que tomar decisiones sobre
lo que le toca a Santos y a Gaviria, pero también a Piedad Córdoba y a
Timochenko. Chávez dejó en el camino a Miquilena, el gran artífice de sus
acuerdos con sectores tradicionales e la economía y la política. Una buena
pista sobre sus intenciones es ver quiénes son los primeros compañeros de ruta
que abandona.
Sea lo
que Petro vaya a hacer, tiene que hacerlo rápido y aprovechar su mini luna de
miel. Los primeros golpes serán de efecto. Una casualidad pintoresca (ojalá que
solo sea casualidad) es que su primera declaración ha sido advertir que se
venderán los aviones del gobierno. Imposible no recordar, la inauguración del
gobierno con la foto del cheque de la venta de los aviones de las colitas de
Pdvsa… Ya todos sabemos lo que paso después.
Julio
Castillo Sagarzazu
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