Trino Márquez 26 de junio de 2022
@trinomarquezc
El
discurso de Petro el día de las elecciones, una vez conocido su triunfo, estuvo
cargado de reafirmación democrática, amor, paz, defensa del medio ambiente,
unidad y acuerdo nacional para que ningún sector se sintiera excluido o
segregado. Todo muy plausible, dentro del guion seguido usualmente por los
políticos curtidos, convencidos de la necesidad de vivir una luna de miel con
todo el país que van a gobernar. Sus palabras parecían sacadas de un manual del
político y la política ‘correcta’.
Un
país atravesado por diferencias tan abismales como Colombia necesita que el
mensaje del presidente electo en los comicios más concurridos de las últimas
décadas, se convierta en realidad.
Sin embargo, en la misma tónica de Petro, habló Hugo Chávez el fatídico 6 de diciembre de 1999, cuando triunfó en las votaciones presidenciales. Ya sabemos lo que vino después.
Muchas
son las áreas en las que Petro deberá demostrar que, en efecto, es un demócrata
cabal, defensor de los derechos humanos, de los excluidos y de las
instituciones democráticas. Destaco algunas que considero cruciales.
Comienzo
por el trato que les dará a los casi dos millones de venezolanos que viven en
suelo colombiano porque se fueron buscando mejorar su calidad de vida. El
presidente Iván Duque mantuvo un trato solidario con esos compatriotas a lo
largo de su mandato. Se opuso a las acciones chauvinistas de algunos grupos y
funcionarios, entre ellos la señora Claudia López, alcaldesa de Bogotá.
Promovió el Estatuto Temporal de Protección (ETP), que les dio un amplio
conjunto de garantías a los migrantes venezolanos para que pudiesen
legalizarse.
Dentro
de ese enorme contingente, subrayo la situación de los exiliados y refugiados
políticos. Hacia Colombia emigraron dirigentes (entre ellos, diputados),
perseguidos por el régimen, al igual que personalidades designadas por la
Asamblea Nacional electa en 2015 para ocupar cargos en el TSJ y en otros
organismos del Estado.
En un
rango equivalente se encuentran los directivos de Monómeros, filial de Pdvsa.
En torno a esta empresa, el gobierno venezolano y algunos opositores han tejido
una leyenda negra, que combina algunas verdades con mentiras y adulteraciones,
cuya finalidad consiste en ocultar el gigantesco asalto a las finanzas públicas
perpetrado por el régimen venezolano. Nicolás Maduro, tan entusiasmado con el
triunfo de Petro y con las posibilidades de normalizar las relaciones con
Colombia, seguramente querrá vengarse, tanto de los dirigentes desterrados como
con los miembros de la junta directiva de Monómeros.
Gustavo
Petro tendrá la oportunidad de demostrar cuánto valora la lucha democrática de
la resistencia venezolana, cuánto respeta el estatuto legal de los exiliados y
refugiados, y cuánto cree en los derechos de quienes serán señalados como
corruptos por un régimen que quebró todas las empresas del Estado y dilapidó la
más grande fortuna ingresada al país a lo largo de toda su historia.
Otra
prueba exigente será su relación con las tiranías de Cuba y Nicaragua. Para
colocarse del lado de los grupos que luchan en esos países por ver de nuevo la
democracia, el respeto a los derechos humanos y las libertades civiles,
aplastadas por décadas de dictadura, sólo tendría que invocar los preceptos
establecidos en la Carta Democrática Interamericana y en la declaración final
de la Cumbre de las Américas, realizada en Quebec en 2001, ambas suscritas por
Colombia.
Allí
aparecen las razones por las cuales los gobiernos democráticos del continente
se encuentran obligados a proteger las instituciones democráticas en aquellas
naciones que las han perdido. No es necesario violar el principio de la
soberanía nacional y la autodeterminación de los pueblos, ni ninguna de esas
monsergas de las que suele echar mano la izquierda antiliberal cuando intenta
justificar los desafueros de los gobiernos autoritarios, autocalificados de
‘revolucionarios’.
Cuba y
Nicaragua constituyen una vergüenza para América Latina. La saña con la cual
actúan contra las organizaciones y personalidades democráticas, exige una
respuesta categórica también de esa izquierda que aspira a ser reconocida como
democrática. La autoridad moral de Petro, otrora guerrillero del M-19, sería
esencial para lograr una condena continental a los despotismos entronizados en
esos países.
El
otro terreno en el que se medirá el talante democrático de Petro tiene que ver
con sus lazos con Estados Unidos. Hugo Chávez señaló durante la campaña de 1998
y en sus alocuciones iniciales como Presidente, que sus vínculos con la nación
del Norte serían cordiales y fluidos, al igual que siempre, tal como
correspondía llevar la relación con el principal socio comercial de Venezuela.
¡Mentira! Su multilateralismo terminó convirtiéndolo en un feroz opositor de
Estados Unidos y en un incondicional aliado de China y Rusia, dos potencias con
gobiernos autoritarios y antioccidentales.
El
principal socio comercial de Colombia es Estados Unidos, pero ninguno de los
productos que envía a esa nación posee el valor estratégico del petróleo. Más
allá de la cordial conversación sostenida con Joe Biden, veremos hasta dónde
llega la sensatez económica del nuevo presidente.
Gustavo
Petro está rodeado de varios contrapesos institucionales: la Corte
Constitucional, el Congreso (donde no tiene mayoría), la Fiscalía General y los
militares (a quienes el exguerrillero no debe caerles muy simpático).
Esperemos
que esos controles, más su experiencia como alcalde, senador de la República y,
ahora, candidato presidencial triunfante, le demuestren que mejor se vive en
democracia. En Venezuela estamos a la expectativa.
Trino Márquez
@trinomarquezc
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico