Julio Castillo Sagarzazu 30 de enero de 2023
@juliocasagar
Las
primarias, como el consenso, son métodos válidos, la oposición venezolana
deberá optar por uno de ellos
¿Estamos
en presencia de un verdadero o de un falso dilema en este tema de las primarias
y el consenso?
Veamos:
Este es un tema que no puede analizarse prescindiendo de quienes son los que
hacen las propuestas para cada una de los dos caminos planteados para
participar un eventual desafío electoral.
Es
más o menos evidente que quienes se decantan por uno u otro camino lo hacen
dependiendo de la capacidad que tienen de ver cristalizado su liderazgo o el de
su simpatía en la señalada contienda.
¡Ojo! Esta afirmación no tiene nada que ver con matar al mensajero y tampoco con negar el legítimo interés de querer colocarse en la posición más favorable. Se trata de un derecho y como tal, debe merecer respeto. Es muy difícil que algún aspirante admita esto, pero también es muy difícil dejar de señalarlo en cualquier análisis, porque pecaríamos de ingenuidad y el análisis estaría incompleto.
Lo
otro que es necesario dejar sentado es que las fuerzas y las personas
involucradas en este debate son disimiles y en casos están enfrentadas por
distintos asuntos de la lucha política cotidiana en el país.
Estas
diferencias y enfrentamientos, como es del dominio público, han traído a la
mesa opiniones sobre si algunos de los que se reclaman de la oposición son
verdaderamente militantes de la causa del cambio o si son agentes del
oficialismo operando como virus troyanos.
Sin
embargo, a los efectos de esta nota, ese es un tema que preferimos no tocar
porque, aunque importantísimo, no aporta mayores consecuencias al mismo por las
razones que se explican en lo que sigue a continuación.
Lo
que, en realidad debe ser importante es determinar cuál de los dos caminos
tiene más posibilidades de concretarse, independientemente de quienes lo
propongan o qué intenciones tengan en ello.
Veamos:
En la Venezuela contemporánea ha habido consensos importantes, la Junta
patriótica para luchar contra la dictadura de Pérez Jiménez; el pacto de Punto
Fijo para gobernar luego (pacto que por cierto se precocinó en USA en una
señalada reunión con Rockefeller como anfitrión) y luego, posteriormente, otro
pacto no escrito que reunió a AD, Copei, Fedecamaras y la CTV, como cuatro
patas de una mesa que funcionó durante varias décadas.
Todos
estos acuerdos funcionaron y cumplieron una misión en el país que los vio nacer
y desarrollarse, pero también morir.
Una
de las cosas que los hizo posible era la “auctoritas” de los cabeza de fila de
las organizaciones que los suscribieron y, obviamente, la justeza del bien
político que tutelaban que era el desarrollo y cuido de las instituciones
democráticas que se estrenaban después de la dictadura.
No
viene al caso analizar las razones por las cuales esos acuerdos dejaron de
tener vigencia, pero si rescatar que, en la Venezuela de hoy en día, no tenemos
el liderazgo que sea capaz de lograr hitos de esa naturaleza.
Atención!
Esto no quiere decir que no tengamos lideres, que los tenemos y con grandes
virtudes. Lo que no tenemos son las circunstancias que los hagan tener el peso
que tuvieron aquellos padres fundadores de la democracia y que les permitió
hacer la masa critica que llevó a los acuerdos que hemos comentado.
Este
es entonces uno de los primeros problemas para llegar a un consenso alrededor
de algún nombre para una eventual candidatura presidencial. ¿Es imposible? Por
supuesto que no. Aunque sea anecdótico y una afirmación sin ningún sustento de
que tenga lugar. Las encuestas señalan nombres, como el de Lorenzo Mendoza que
podrían poner de acuerdo a la mayoría opositora. Sin embargo, es también harto
extendida la especie de que es él mismo quien rechaza que tal cosa ocurra.
De
manera que un consenso, con los datos que tenemos a mano solo sería posible si
un pentecostés de nuevo tipo ocurre y el Espíritu Santo descendiendo, bajo la
forma de lenguas de fuego sobre las cabezas de nuestros lideres, les ilumina
para encontrar el nombre adecuado.
Hace
poco un grupo de venezolanos, cuyo vocero fue nuestro respetado amigo Rafael
Simón Jiménez, hizo público un documento en el que insisten en la tesis del
consenso. En este documento, sin embargo, echamos de menos, aunque fuera alguna
aproximación sobre los mecanismos que deberían usarse para llegar a un
consenso. No basta con llamados a la conciencia, ni con convocatorias a la
responsabilidad. Descartado el método del Pentecostés, por razones obvias, es
necesaria una propuesta concreta sobre ese punto. Diógenes salía a diario a
buscar el hombre justo con una linterna en las plazas de Atenas. Nunca lo
encontró, pero tenía un método para hacerlo.
Este
es un tema que hace falta en el debate para poder aterrizar y ponerlo en modo
realidad. Los otros elementos sobre el programa, los objetivos de un nuevo
gobierno, etc., son esenciales e importantes, pero sobre eso hay muchísimo
material andado, incluyendo el Plan País, que sigue teniendo una vigencia
notable y que puede revisarse a raíz de las nuevas realidades.
Las
primarias que son un mecanismo mas complicado que el consenso, más caro y que
demanda igualmente un consenso previo para cristalizarlas, tienen empero a su
favor que es un método concreto; que tiene andado un camino importante; que ha
logrado importantes incorporaciones y que, si se organizan bien, de manera
inclusiva, transparente y democrática, pueden enlazarse con ese sentimiento de
ganas de participar que se nota en todos los estudios de opinión.
Además,
aunque se ha demostrado que no necesariamente “la voz del pueblo sea la voz de
Dios”, una candidatura y un liderazgo legitimado por una mayoría ciudadana,
arrancaría con un buen pie enorme.
Sobre
cómo lograr esto último (la legitimación social) habrá igualmente que debatir,
pero es un tema a tratar aparte y con mayor enjundia que la que pueden permitir
las últimas líneas de esta nota.
Julio
Castillo Sagarzazu
@juliocasagar
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