Rafael Gallegos 28 de enero de 2023
Paradoja
de paradojas: el país “con las mayores reservas de petróleo del mundo”, posee
los menores salarios mínimos y pensiones de América Latina y tal vez del
planeta, mientras los “oprobiosos” capitalismos de Costa Rica, Uruguay y Chile
encabezan – de lejísimos- la lista. Además, según la ONU, hay seis millones de
venezolanos que no comen completo, de los que más de cuatro son niños. ¿Esos
niños serán el tan pregonado “hombre nuevo”? Por si fuera poco, los siete
millones de venezolanos de la diáspora son récord mundial, por encima de países
en guerra. ¿Para eso era la “revolución”?
Y cuando los maestros, profesores universitarios y personal de salud protestan sus salarios de hambre, el gobierno en lugar abordar soluciones, lo que se le ocurre es decir “no tengo plata”, mientras saca lista de culpables:
– el
bloqueo, como si olvidaran que más grande es el “saqueo”.
–
las sanciones – como si olvidaran que llegaron después de la destrucción de
Pdvsa y del país.
–
la “extrema derecha” (culpable estelar), porque “le solicitó las sanciones al
imperio”. Como si ignoraran que las sanciones las ha aplicado el mundo
occidental a los países con serios déficits democráticos, o a países acusados
de terrorismo. Por ejemplo, Irán, Libia, o Rusia.
Mientras
tanto el desmantelamiento nacional sigue su curso. Los sueldos tiempo ha, no
alcanzan para comer, y ahora… ni para el transporte, manifestantes dixit.
Hambre y más hambre.
La
realidad es que el gobierno perdió la capacidad de dar respuestas. Como la
economía está quebrada y no tiene respaldo de divisas, si sube los sueldos, se
devalúa la moneda y se destapa la hiperinflación.
Por
lo pronto se jacta de cubrir con pensiones a 5 millones de venezolanos. Pero
los arregla con pírricos 400 millones de dólares al año, a seis dólares por mes
cada uno. Similar sucede con los maestros, trabajadores de la salud y con
los empleados públicos en general.
Para
el gobierno pagar pensiones y salarios mínimos de apenas 100$, muy inferior al
resto de América Latina, requeriría por lo menos 12.000 millones de dólares al
año. Y no los tiene. Claro, si no hubiera destruido a la industria petrolera
(que fueron ellos, no lo dude), Pdvsa produciría por lo menos 70 u 80.000
millones de dólares al año. Saque cuentas.
Además,
del arco minero, la ciudadanía solo ve el desastre ambiental, mientras los
dólares producidos llenan las faltriqueras de los “mineros” (más saqueo). El
portentoso desarrollo de Guayana es un recuerdo. El 80% de las empresas de
Venezuela han desaparecido. El PIB ha decrecido en 70 %. La única esperanza
para los venezolanos de a pie, es un cambio de este modelo llamado Socialismo del
siglo XXI.
La
“revolución” actúa como si no supiera la estrategia de negociación de Estados
Unidos con el gobierno de Venezuela: te cambio sanciones por democracia. Claro,
porque saben que “democracia” en este escenario donde nadie los quiere, implica
una contundente derrota en las presidenciales.
¿Juego
trancado?, exactamente. “Negociación o muedte”, tal vez les aconsejaría el
“compañero” Fidel.
Daño
estructural
La
baja la producción de petróleo y gas, o la escasez de gasolina, son producto de
la destrucción de Pdvsa, cuyo hito es la exclusión de 23.000 trabajadores
petroleros. Para subir la producción de hidrocarburos hace falta un
cambio sistémico. Sin parchos, que hacen peor el remedio que la enfermedad. Un
gobierno que genere confianza en los inversionistas de 15.000 millones de
dólares al año. Seguridad jurídica, nuevas leyes petroleras.
Los
malos servicios y el bajísimo consumo de alimentos son producto de la
desvirtuación de los hospitales, las empresas eléctricas, las de agua y la
desaparición de casi todo el parque empresarial. El Guri opera a la mitad de su
potencial. En Tocoma se ha gastado cuatro veces el presupuesto inicial de
construcción y todavía no arranca. Y el agua… tubos viejos que se turnan
para romperse. Los hospitales están enfermos. La educación, ni se diga. La
destrucción es gigantesca. Es imperativo aplicar reingeniería a lo largo y
ancho del país.
Para
que los maestros realmente logren niveles salariales acordes con su valor
agregado a la sociedad y con su tren de vida, hay que cambiar el modelo. Igual
a los trabajadores de la salud. Idem el país. Cambio de
modelo. Y eso se llama política. Y la política a hacen los políticos y los
ciudadanos (usted y yo).
Por
eso parece contradictorio, oír a algunos “líderes” declarando que hay ocuparse
de los problemas del pueblo olvidándose de la política, de las elecciones, de
los presos políticos. Claro que hay que conectarse con los problemas de los
ciudadanos. Buscar soluciones al hambre, a los pésimos servicios, al mínimo
poder adquisitivo; pero sin perder de vista que las verdaderas soluciones
obedecen a acciones políticas. Porque la solución no es de parchetes, es
sistémica. Acciones integrales que redunden en la solución de los problemas
particulares.
No
nos engañemos, la verdadera solución es …
…
política
Se
trata de reconstruir a Venezuela. Por ello, urgen líderes políticos capaces de
inspirar a la colectividad, de hacerle ver que sí se puede, que elaboren un
Acuerdo Nacional que redunde en la unidad para toma del poder y el apoyo al gobierno
resultante por unos años.
Urge
una Propuesta de País, que contenga libertades económicas, de prensa, de
pensamiento, reinstitucionalización, descentralización, rescate de las
petroleras, de Guayana, de las eléctricas, de todas las empresas, elecciones
libres… nada nuevo bajo el sol, lo que han hecho todos los países triunfantes.
¿Habrá
políticos capaces de liderar el retorno a la democracia? Ojalá el tiempo le dé
la razón a Rómulo Betancourt, quien le dijo a Fidel Castro, que cuando la
patria necesitó líderes no los importó, los parió.
Es
ahora, o nunca. O rescatamos a Venezuela o nos quedamos observando una reliquia
cada vez más vetusta y difícil de recuperar.
Se
solicitan rómulos betancoures. Abstenerse imitadores.
Ya
está bueno.
Tomado
de: https://noticierodigital.com/2023/01/juego-trancado/
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