Eddie A. Ramírez 25 de enero de 2023
Sesenta
y cinco años separan a una Venezuela pujante, polo de atracción de una
inmigración valiosa, de otra que está destruida y cuyos hijos tienen que buscar
refugio en otros lares. En la primera, a pesar del crecimiento económico, los
atropellos selectivos del dictador habían colmado la paciencia de los
ciudadanos. Extrañamente, en la segunda – la de hoy-, a pesar la pobreza, de
las violaciones masivas de los derechos humanos y de las protestas en las
calles no hemos logrado salir de quien usurpa Miraflores.
¿A qué se debe esta diferencia? Al respecto, nos permitimos recordar brevemente la actuación de los actores en las sublevaciones del 18 de octubre de 1945, 24 de noviembre de 1948 y del 23 de enero de 1958.
En
octubre de 1945 el presidente Medina pretendió designar a su sucesor
oponiéndose a una votación universal. Además, su coqueteo con los comunistas,
enemistad con el expresidente López Contreras y mantener en cargos importantes
a militares que no eran de carrera, los llamados “chopo de piedra”, fueron determinantes
en la insurrección. En la misma solo participaron oficiales con rango de mayor
hacia abajo. La insurgencia se hubiese producido aun sin el visto bueno del
partido Acción Democrática, pero contar con su aprobación le dio impulso
a la conspiración. En ese entonces, el empresariado y el resto de la sociedad
civil no tenían un peso importante. Lo sustituyó una Junta de Gobierno
integrada por dos militares, cuatro militantes y un simpatizante de Acción
Democrática.
El
golpe del 24 de noviembre en contra del presidente Gallegos se produjo como
reacción de los sectores afectados por el sectarismo adeco, reconocido
posteriormente por Betancourt, quien además se había distanciado de Gallegos.
La pretensión de debilitar la educación privada, para favorecer la injerencia
del Estado mediante el Decreto 321, causó mucho rechazo. El Alto Mando Militar,
con apoyo de la mayoría de la oficialidad, pensó que la crisis política se
podía solucionar instando al presidente Gallegos a tomar medidas que este
consideró inaceptables. Se produjo la sublevación con el visto bueno de los
partidos Copei y URD, de la Iglesia y de las fuerzas vivas. La consecuencia fue
una cruel dictadura.
El 23
de enero de 1958 el dictador Pérez Jiménez fue derrocado gracias a una tormenta
perfecta: la pastoral del 1 de mayo de 1957 de monseñor Rafael Arias
Blanco, criticando la pobreza; el descontento militar por el intento del
dictador de realizar un referendo en vez de una elección; la constitución, en
junio 1957, de la Junta Patriótica que unió a los cuatro partidos de la
oposición; la huelga estudiantil del 21 de noviembre de 1957; el alzamiento
militar de la aviación y de varios cuarteles, el 1 de enero de 1958; la
petición de los militares, el 9 de enero, de sacar al ministro del
Interior y al jefe de la Seguridad Nacional, aceptada por el dictador; el
manifiesto, el 14 de enero, de los intelectuales y profesionales exigiendo
libertad; el acuerdo político entre Betancourt, Villalba y Caldera, logrado en
el exilio; la huelga general, manifestaciones y enfrentamientos en Caracas el
21 de enero. Todo ello precipitó la sublevación de la marina y el
desconocimiento del dictador por la oficialidad de la Escuela Militar, que
obligaron a huir al nativo de Michelena, a pesar de que contaba con el apoyo de
Estados Unidos y de la vista gorda del resto del mundo.
¿Cuál
es la situación este 23 de enero? Las violaciones a los derechos humanos han
sido masivas. La pobreza está generalizada. La Iglesia elevó su voz de
protesta, los estudiantes, educadores, jubilados y ciudadanos en general
reclaman sus derechos en las calles, los intelectuales, empresarios y
organizaciones de la sociedad civil han culpado al régimen de nuestros males,
en las cárceles hay civiles y militares, unos siete millones de
compatriotas han tenido que emigrar, los países democráticos rechazan la
usurpación de Maduro y este se niega a realizar elecciones transparentes, así
como abrir y depurar el Registro Electoral ¿ Por qué no sucede otro 23 de enero
como en 1958?
Un
factor fundamental es que el Alto Mando Militar y cientos de generales y
coroneles sostienen al régimen. Ascensos inmerecidos y cargos en el sector
público los han hecho sumisos y corruptos y, el resto de la oficialidad está vigilada
y quizá piense que la división en el sector político podría desencadenar una
ingobernabilidad. Las descalificaciones mutuas, inconsistencias y falta de
acuerdos en la oposición impiden formar un frente sólido que presione para
lograr elecciones transparentes. La insensatez de gran parte del sector
político sin duda dificulta lograr la salida de un régimen que dista de ser una
dictadura tradicional. Es inaceptable el salto al vacío que dieron al
defenestrar al gobierno interino, cesar a nuestros embajadores y colocar
en mayor riesgo nuestros activos en el exterior, así como los pleitos entre
Leopoldo López y Borges desde el exilio, y de otros dirigentes en Venezuela.
El
daño está hecho. La única vía que pudiese lograr atenuarlo son las primarias.
Desde luego, no con tantos candidatos, sino con solo dos apoyados por sendos
bloques de partidos y organizaciones de la sociedad civil. Para ello es de
vital importancia que le demos carta blanca a los integrantes de la Comisión
creada para realizarlas. Son gente honorable. No cometamos el exabrupto de
querer imponerles condiciones y de amenazar con no participar si no las acepta.
Se requiere una gran dosis de sensatez y desprendimiento. Caso contrario,
seguiremos subyugados y la historia será implacable.
Como
(había) en botica: Don Henrique Machado Zuloaga fue un exitoso
empresario. Practicó la responsabilidad social y defendió principios y valores.
Fue un buen ciudadano. Nuestro pésame a su esposa Corina, a su valiente hija
María Corina y demás familiares. ¡ No más prisioneros políticos, ni exiliados!
Eddie
A. Ramírez
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