Una vez, cuando todavía era directora zonal de Fe y Alegría en el estado Bolívar, llegó a la oficina regional un líder de una comunidad popular que había ido a buscar cupo en la escuela de Fe y Alegría de su comunidad, y no lo había conseguido. Me dijo: “¿Cuánto quiere usted que le dé para conseguir ese cupo para mi hijo?”. O sea: me estaba sobornando. En otro tiempo yo me hubiera molestado y le hubiera pedido que desalojara mi oficina y no me ofendiera, pero yo le entendí: quería una buena escuela para su hijo, sólo que Fe y Alegría no disponía de más cupos y sus procedimientos no eran adecuados. Pero me quedo con su aspiración genuina: una buena escuela para su hijo.
La educación es un derecho humano que se considera puerta para otros derechos, pues quien tiene una buena educación, de calidad, podrá tener herramientas para otros derechos: para mejores trabajos, también podrá aprender toda la vida; así no pueda tener educación formal más adelante, tendrá herramientas para ser mejor ciudadano y para defender sus derechos; tendrá posibilidades de emprender, será más productivo en el trabajo que tenga, se llevará mejor con los otros, porque tendrá habilidades para comunicarse, convivir fraternalmente… en fin, una buena educación, aunque sólo sea en educación inicial, primaria y, es deseable, el bachillerato completo, puede ser la diferencia entre un futuro de éxito -vida digna- o un futuro de fracasos, incluyendo, esos que los padres dicen “agarrar malos pasos” o un embarazo temprano, adolescente.
No se sale de una crisis sin buena educación. Países como Japón, o los países nórdicos, le dan mucha importancia a la educación. Destinan recursos suficientes para garantizar este derecho; le pagan muy bien a los educadores – también les exigen, no cualquier puede ser educadores en estos países, pero les pagan muy bien… ¡A uno le da “sana envidia” cuando conoce esos sistemas educativos y ese tratamiento especial a los educadores!
En Venezuela, país que sufre desde hace algún tiempo de una emergencia humanitaria compleja, que supone vulneración de muchos derechos, también tiene una educación en emergencia, y no desde marzo del 2020, cuando se decretó la cuarentena por el covid y se suspendieron las clases presenciales. No, ya para el 2020 teníamos años con la “rutina escolar” alterada: suspensiones de clases por falta de maestros y problemas de servicios públicos, inasistencia de alumnos por falta de alimentación, o por no poder pagar transporte, o no tener uniformes y útiles, deserción de docentes y de alumnos… Infraestructura escolar muy deteriorada, violencia urbana que hace peligroso el camino a la escuela, tanto para maestros como los estudiantes… Tenemos millón y medio de niños y adolescentes fuera de las aulas, y según el director de la Escuela de Educación de la UCAB, Carlos Calatrava, Venezuela ha perdido en los últimos años 96 mil docentes. ¿Dónde está la generación de relevo? Hay escuelas de educación cerradas por falta de aspirantes.
Hay que recordar que los derechos humanos son interdependientes. No basta, por ejemplo, tener escuelas abiertas, si los docentes están tan mal que se ven obligados a abandonar las aulas y dedicarse a otras cosas; o la falta de agua que hace que las clases se deban suspender, como bien lo apunta la Red de Observadores Escolares…
Una buena escuela, con docentes bien pagados, con infraestructura cuidada, mobiliario suficiente, con maestros actualizados, acompañados y con orientación para enfrentar tantos retos, con programas actualizados que ofrezcan educación con sentido para los alumnos, con internet, hoy necesario para estar al día, con seguridad en su entorno, con transporte colectivo eficiente y seguro… O sea, una educación de calidad favorece a toda la sociedad.
Mandela, cuando después de 27 años preso, consiguió su libertad, y evitó una guerra civil en su país, Sudáfrica, ganó las elecciones, tenía montones de problemas urgentes, le dio a la educación mucha importancia. Bien conocida su afirmación: “la educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo”. Y ya lo recuerda Malala, la Premio Nobel de la Paz más joven de la historia: “Un niño, un maestro, un libro y un lápiz, pueden cambiar el mundo”, haciendo referencia a la importancia de la educación.
En Venezuela tenemos educación todavía, gracias al heroísmo de los educadores que se mantienen en las aulas, subsidiando su vocación al trabajar en otras cosas para conseguir algún recurso y poder medio alimentar a sus familias. Es necesario recordar a las autoridades que deben cumplir con el artículo 103 de la CRVB, según el cual, “deberá realizar una inversión prioritaria, de conformidad con las recomendaciones de la ONU”.
https://correodelcaroni.com/opinion/hagamos-las-paces/el-pais-necesita-buenas-escuelas/
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