Carlos Canache Mata 26 de enero de 2023
El 23
de enero de 1958, el pueblo venezolano, en las calles del país, y la Fuerza
Armada Nacional derrocaron la dictadura de Marcos Pérez Jiménez y recuperaron
la democracia. Winston Churchill describió la democracia como “el peor de los
sistemas creados por el ingenio del hombre, excepto todos los demás”.
Transcurrieron
40 años de democracia (1958-1998) y corren 24 años del régimen dictatorial del
chavismo/madurismo. Quienes desde 1999 detentan y usurpan el poder en
Venezuela detestan la fecha del 23 de enero porque temen que pueda
repetirse en el momento más inesperado.
En un mitin realizado en la Plaza Caracas, el fallecido teniente-coronel Hugo Chávez, en las vísperas del 23 de enero del año 2001, dijo: “¿Tienen ustedes alguna razón para celebrar el 23 de enero? No, no hay ninguna razón para celebrar el 23 de enero, que marcó el inicio de una de las eras más nefasta de nuestra historia”. Sin embargo, una que otra vez, a causa del arrastre popular de la fecha, después de haberla apostrofado, hubo el atrevimiento de arroparse debajo de ella y realizar manifestaciones de calle exaltándola.
Se
llega al 23 de enero de 1958 como culminación de una lucha de resistencia
antidictatorial valiente y bordeada de heroísmo. Apenas cae el gobierno
constitucional de Rómulo Gallegos, en el año 1945, se enarbolan las banderas
del combate. Leonardo Ruiz Pineda, Alberto Carnevali, Antonio Pinto Salinas,
y otros conductores, sacrificados en su entrega a la causa popular,
tuvieron, sin paréntesis, sus testigos en la continuación de la
lucha. Y ya al final de la tiranía se presentan los hechos decisivos.
El 1°
de mayo de 1957 la Iglesia Católica se expresa a través de la Carta
Pastoral de Monseñor Rafael Arias Blanco en la que se denuncia, además de
la situación de los trabajadores, que “una inmensa masa de nuestro pueblo está
viviendo en condiciones que no se pueden calificar de humanas”. En el mes
de junio se forma la Junta Patriótica integrada por representantes de los
partidos Acción Democrática, URD, Copei y el Partido Comunista. El 21 de
noviembre estalla la huelga estudiantil (desde entonces esa fecha pasó a ser el
Día del Estudiante) dirigida por el Frente Universitario. El 15 de diciembre,
con el mayor descaro, la dictadura burla su propia Constitución, la de 1953,
sustituyendo con un plebiscito la elección presidencial y de organismos
legislativos que debía realizarse. El 1° de enero de 1958 se produce el
alzamiento militar que dirige el Coronel Hugo Trejo, que no logró su objetivo,
pero que fue una clara pista de que era falso el gran apoyo militar del que
dragoneaba el dictador. El 10 de enero, por presión del Estado Mayor y de un
grupo de oficiales, son destituidos el Ministro del Interior, Laureano
Vallenilla Lanz Planchart, y el Director de la Seguridad Nacional, Pedro
Estrada, quienes días después abandonan el país. Protestas populares en la
Plaza de El Silencio y barrios de Caracas.
Ese
mismo día 10, los intelectuales, encabezados por Mariano Picón Salas, publican
un manifiesto en el que se demanda “la libertad de los detenidos y el regreso
de los exiliados” y se reclama “que se garantice la libertad de expresión y el
libre desarrollo de las instituciones ciudadanas de acuerdo con las normas del
Derecho Constitucional”
Para
el día 21, la Junta Patriótica decreta la huelga general: no circulan los
periódicos y al mediodía tocan a rebato las campanas de las iglesias, las
sirenas de las fábricas y las cornetas de los automóviles, que era
la señal para el inicio de la huelga general. El régimen ametralla una
manifestación popular en El Silencio.
El día
22, la tensión política ha alcanzado su más alto diapasón, y hay nuevos
enfrentamientos entre manifestantes y la policía en los barrios de Caracas. En
la noche de ese día 22 se produce el alzamiento de la Marina de Guerra y de la
Guarnición de Caracas, que se extiende a todos los sectores de las Fuerzas
Armadas. Al día siguiente, 23 de enero, en la madrugada, Pérez Jiménez,
acompañado de algunos de sus ministros, abandona el país en el avión
presidencial (la “Vaca Sagrada), rumbo a Santo Domingo. En las jornadas de
enero, el diario El Nacional reportó un saldo de 300 muertos y
centenares de heridos.
Se
puso en marcha, entonces, el cambio democrático.
La
subordinación del poder militar al poder civil fue uno de los grandes logros de
los 40 años de vida democrática que siguieron después del 23 de enero de
1958.
No
dejaba de ser una hazaña en un país como el nuestro que, entre 1830
y 1958, sólo había tenido 9 años de presidencia civil. Los gobiernos de las
cuatro décadas democráticas fueron atinadamente deslastrando de golpistas a las
Fuerzas Armadas.
Una
vez me dijo Rómulo Betancourt en Nápoles que las diversas conspiraciones que
enfrentó durante su ejercicio del poder le sirvieron como oportunidades
para la depuración de la institución castrense de los
oficiales antidemocráticos que, “agarrados con las manos en la masa”, se
alzaban desconociendo sus obligaciones constitucionales. Y acotaba que no podía,
como lo pedían algunos, “hacerlo ya”, en frío, porque tal vez “ni se habría
secado la tinta de mi firma de expulsión de tales oficiales” sin que éstos
intentaran derrocarlo. Los recursos defensivos de la democracia hay que
manejarlos con firmeza y prudencia, y Betancourt supo manejarlos con
comprobada maestría.
“El
país fue dejado por la dictadura al borde de la bancarrota”, afirmó Betancourt
en su Mensaje del 13 de febrero de 1959 al Congreso Nacional, al asumir
la Presidencia Constitucional de la República.
Es
cierto que el régimen de Pérez Jiménez tuvo, a costa de un gran endeudamiento y
de entrega de concesiones petroleras, una obra material importante, pero, como
se demuestra en las comparaciones de un libro cuya publicación coordinó
el ingeniero José Curiel Rodríguez, y como lo señala Eleazar Díaz Rangel
en su libro “Días de Enero”, lo realizado en los primeros 10 años de
gobierno de la democracia en obras públicas, salud, vivienda y desarrollo
industrial, fue superior a lo que se realizó en los casi 10 años de la
dictadura perezjimenista.
En
materia petrolera se aplicó una política que promovió y logró la creación de la
Opep en 1960 (en su libro “El Chavismo como problema”, páginas
128-129, Teodoro Petkoff considera que con la Opep, en cuya
fundación Juan Pablo Pérez Alfonzo tuvo un rol fundamental, “los países
productores de petróleo pudieron dejar de ser espectadores para
pasar a ser protagonistas activos, con un poder real en la
escena geopolítica mundial”) y culminó con la nacionalización de la
industria por ley aprobada por el Congreso Nacional en 1975, lo que hizo decir
a un senador republicano de Estados Unidos que “ese calvo (Pérez Alfonzo) es
más peligroso que este barbudo (Fidel Castro)”.
Y
junto a eso, y por encima de todo eso, con el 23 de enero de 1958, del
cual hace unos días se cumplió un año más, volvieron la democracia
y la libertad.
Para
salir de la dictadura de ahora, la dictadura del chavismo/madurismo, se
necesita que el pueblo y la Fuerza Armada unidos y reencontrados, teniendo en
sus manos la bandera del “espíritu del 23 de enero”, nos
lleven a una nueva victoria.
Carlos Canache Mata
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