Julio Castillo Sagarzazu 23 de enero de 2023
@juliocasagar
Hay un
optimismo patológico como el del doctor Pangloss, aquel tutor de Cándido, el
personaje de Voltaire a quien todo le parecía chévere y que las cosas que
ocurrían eran la consecuencia del obrar correcto de la providencia. Con ese
predicamento, llego a convencer a su discípulo a no lanzarse a salvar a su
amigo Martin que había caído por la borda del barco, con el argumento de que Dios
había construido la bahía de Lisboa, con el expreso fin de que el amigo se
ahogara en ella, por lo cual era inútil tratar de rescatarlo.
Hay otro optimismo, como el de Winston Churchill, cuando asediado por los bombardeos alemanes, luego de la estruendosa retirada de Dunkerque y mientras los primos americanos volteaban para otro lado, se hacían los que habían ido a comprar querosén y no se enteraban de nada, respondía a un periodista: “Soy optimista, no veo muy útil ser otra cosa”.
Hoy
día en Venezuela, luego de las piezas de vodevil que hemos presenciado, en la
que los dirigentes opositores se tiran los trastos a la cabeza, como en una
pelea de botiquín, tampoco es muy útil ser pesimista pensando que a eso se
reduce la lucha política del país o usar esto como pretexto para declararnos
oficialmente hastiados, bajar los brazos y pedirle a la esquina que tire la
toalla.
Esa no
es la “big picture” de la realidad nacional, al menos no es la totalidad de
ella.
Contemporáneamente,
a esta “hora loca” de la política, se desarrolla una poderosa y espontanea
respuesta de los venezolanos en protesta por el descenso de la calidad de vida,
los salarios de hambre y el abandono de los servicios públicos oficiales.
Muchos opinamos que esta realidad puede ser una gran oportunidad para construir
una alternativa nacional que pueda recuperar la democracia y la libertad en el
país.
Es
aquí donde regresamos al tema del voluntarismo y el panglossianismo como vicios
de la política.
Ningún
proceso político logra cumplir sus fines sin tener una dirección que apunte en
la dirección correcta. Al menos, hasta ahora, la historia de los cambios
sociales, nos lo ha indicado así.
Las
direcciones políticas, empero, no se hacen de la noche a la mañana, tampoco se
pueden encargar “llave en mano”, no se compran “pret a porter”, ni se contratan
“outsourcing”. Las direcciones políticas, pueden surgir de acontecimientos
inesperados, pero necesitan pericia, “know how” y, sobre todo, una estrategia
de cambio en las alforjas, para que puedan cumplir exitosamente su tarea.
Necesitan igualmente tejer alianzas nacionales e internacionales; diseñar un
modelo de país y también y, sobre todo, estar legitimados por su historia, su
comportamiento y la decisión que hayan mostrado en los momentos claves de la lucha
por los cambios.
En
Venezuela, está visto, que esa dirección política está por construir. Es
probable que los materiales de esa obra estén regados hoy, por aquí y por allá.
Seguramente algunas caras conocidas serán necesarias y otras aun las
desconocemos. Pero hay que proponerse una estrategia para construirla y para
que pueda durar el tiempo que sea necesario.
Lo
ideal es que esa dirección de gente de carne y hueso pudieran surgir de un
inmenso acuerdo nacional, como ha ocurrido otras veces en Venezuela y en otros
lugares del mundo. (Una Junta Patriótica; un pacto de Punto Fijo), pero
hablando honestamente, pareciera que no hay condiciones para que tal acuerdo se
realice, al menos no en el corto plazo.
Los
disensos, las reyertas, el clima de tensión, los desencuentros y la crispación
última, pareciera que no abonan en ese camino.
Es
aquí que el tema de las primarias se convierte en una herramienta posible de
lograr los niveles de acuerdo necesario y construir una dirección legitimada
por la participación popular de su elección. Un candidato de cara al eventual
proceso electoral, podría convertirse en el eje de esa nueva dirección
política.
Si el
reto de las primarias se asume con responsabilidad. Si estas son inclusivas,
transparentes, si votan los venezolanos en el exterior y se logra una
movilización de gran envergadura, se puede volver a entusiasmar al pueblo
opositor y, con él, al conjunto de nuestros compatriotas.
Así,
podríamos rescatar el valor del voto y que se manifieste ese casi 80% de los
venezolanos que quiere un cambio.
Es
útil ser optimista.
Al
terminar de redactar esta nota, conocemos que la casa del dirigente gremial
Julio García, esta sitiada por el Sebin. Es inaceptable que esto ocurra, la
persecución debe cesar.
Julio
Castillo Sagarzazu
@juliocasagar
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