Nelly Arenas 03 de agosto de 2023
Circula
un video por estos días que produce profunda indignación. Forma parte, a decir
verdad, de varios testimonios que a lo largo de los últimos dos o tres años,
han dado cuenta de la salvajada cometida contra el alma mater del oriente del
país. No sabría explicarlo, pero este último testimonio, sin embargo, me ha
generado más dolor que los anteriores.
Se trata de una grabación elaborada por un egresado y empleado de la biblioteca de la Universidad de Oriente, núcleo Sucre, con sede en el sitio conocido como Cerro Colorado en la ciudad de Cumaná. Con perceptible pesadumbre y asombro en la voz, el autor nos va guiando por distintos lugares del complejo arquitectónico universitario, sin duda, el más importante que se haya construido en aquella ciudad en toda su historia. Un recorrido desgarrador que muestra el rostro de la barbarie más descarnada que está presente a veces en lo humano.
Fundada
en noviembre de 1958, cuando apenas se insinuaba la democracia en Venezuela, la
creación de esa universidad perseguía formar equipos profesionales y técnicos
que contribuyeran con el desarrollo del país y, particularmente, de la región
oriental.
Por
más de diez años fui profesora de esa importante casa de estudios. Parte de la
ruta que hace quien filma el video, la seguí cada vez que iba desde mi cubículo
hasta los salones donde impartía clases. Con el extraordinario paisaje del
golfo de Cariaco por delante, bajaba las escaleras de piedra hacia el lugar donde
estaba emplazado el confortable conjunto de espacios ocupados por las ciencias
sociales.
Recuerdo
las instalaciones maravillosas de la UDO: el imponente auditórium con sus
butacas de madera, el confortable edificio de la biblioteca, la amplísima barra
circular de su cafetín principal, sus excelentes canchas deportivas, los
cuidados jardines que embellecían sus distintos ambientes. Viene a mi memoria
con particular agrado, una dependencia que me inspiraba especial respeto por la
imponencia del recinto y la dedicación afanosa de sus investigadores: la del
Instituto Oceanográfico en cuya entrada se exhibía con orgullo científico,
desde 1977, uno de los tres ejemplares del Celacanto que existían en el mundo.
Era este un pez proveniente de las islas Comores (África), perteneciente a un
orden que se daba por extinguido hace 70 millones de años.
Desgarrador
es ahora el paisaje. No hay paredes, ni vidrios, ni puertas, ni cablería, ni
aires acondicionados, ni pisos, ni estanterías, ni pocetas, ni lavamanos, ni
vidrios, ni aluminios, ni maderas, ni pisos… Hasta las cabillas fueron
extraídas de sus columnas. Los libros de su otrora bien dotada biblioteca
central, esparcidos por el suelo, ofrecen la más penosa estampa del vandalismo
y la crueldad que se apoderó de la universidad.
El
Instituto Oceanográfico es ahora una ruma de escombros. Hasta las uniones de
cobre de sus pisos de granito fueron sustraídas. Nada se ha salvado de la furia
depredadora de la barbarie. El Celacanto se escapó porque hace unos años fue
trasladado al museo marino de la ciudad. Se comenta que este crimen fue
perpetrado por los vecinos de las comunidades aledañas al conjunto
universitario.
Sus
edificaciones fueron convertidas en una gigantesca ferretería a la orden de la
miseria y la rapacidad. La Universidad de Oriente que creó identidad y sentido
de pertenencia; la que democratizó la educación superior en la región (porque
en ella estudiaron sin distingo, ricos, pobres, clase media, hombres, mujeres,
propios y extraños) es ahora desolación y ruina. La furia de Putin cuyo frenesí
por destruir a Ucrania la tenemos presente hora tras hora en los noticieros,
parece haberse descargado también aquí.
Recibo
con estupor la información de que la poca actividad universitaria se realiza
ahora en instituciones ajenas a la universidad, como la escuela de enfermería,
o la antigua sede de la extinta Corporiente. ¡Qué absurdo! Se cuenta y no se
cree.
Un
crimen como este no se perpetra en un día ni en dos, ni siquiera en meses. Se
necesitó mucho tiempo y, sobre todo, el silencio y la indiferencia cómplice de
las autoridades locales. ¿Quién paga por este crimen? Seguramente nadie porque
desde hace mucho rato las universidades y los universitarios, nada importan a
los dueños del poder.
Nelly
Arenas
Invitamos
a suscribirse a nuestro Boletín semanal, tanto por Whatsapp como vía correo
electrónico, con los más leídos de la semana, Foros realizados, lectura
recomendada y nuestra sección de Gastronomía y Salud. A través del correo
electrónico anunciamos los Foros por venir de la siguiente semana con los
enlaces para participar y siempre acompañamos de documentos importantes,
boletines de otras organizaciones e información que normalmente NO publicamos
en el Blog.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico