Rafael Veloz García 29 de marzo de 2024
@Rafaelvelozg
A las 3:00 de la tarde de este viernes se conmemora la consumación de la mayor injusticia de la historia. No hay otra más grande. Me refiero a todo el proceso que vivió Jesús de Nazaret hasta su muerte por crucifixión en el Gólgota. En estos días de Semana Santa, en todas las iglesias católicas del país y del mundo, se habla y se representa la llamada Pasión de Cristo, que muestra el dolor y el sufrimiento que padeció Jesús, quien fue traicionado por Judas Iscariote uno de sus discípulos. El Hijo de Dios, que sabía lo que iba a suceder, tuvo su última cena con ellos y oró la noche anterior en el huerto de Getsemaní, al pie del Monte de los Olivos de Jerusalén, para luego ser capturado (se entregó de manera voluntaria) y condenado por el poder imperante. Fue Judas quien guió hasta Jesús a los esbirros del Sanedrín (especie de corte suprema para tratar los temas del Estado y también los religiosos), porque no lo conocían. De allí fue encarcelado y posteriormente presentado ante Anás, Herodes y Caifás. Este último fue el verdadero autor intelectual o verdugo de Jesús, luego de que el prefecto romano, Poncio Pilatos, se lavara las manos al no encontrar argumentos para hacerlo, aunque por presión y temor, sin dictar una sentencia lo hizo al final. Fue una ejecución política y podemos afirmar, como han revelado científicos investigadores, que Jesús fue torturado de manera brutal antes de su muerte. Sobre todo este proceso presentaremos más adelante otros detalles y consideraciones relativas a la justicia.
Jesús,
con su sacrificio nos entregó un signo de amor y se convirtió en el Cordero de
Dios que quita el pecado del mundo, para conducirnos a la salvación. Y con su
resurrección nos dejó abiertas las puertas para la vida eterna en el Reino de
Dios. Pero antes, debemos demostrar con nuestras acciones a lo largo de
nuestras vidas que somos merecedores de alcanzar la gloria. ¡No existe
sacrificio mayor que el de Jesús por nosotros!
La
lucha entre el bien y el mal continúa, y como ejemplo tenemos la que libramos
en Venezuela. Dije al principio que el juicio más injusto de la historia condujo
a la condena de Jesucristo, quien pocas horas después de su muerte, abrió las
puertas del Cielo. Los principios universales del debido proceso, juez natural,
presunción de inocencia, no fueron aplicados al Hijo de Dios, algo similar a lo
que ocurre en nuestro país. Su corto pasaje por este mundo, fue suficiente para
entregar muchas enseñanzas a la humanidad, y una de ellas fue mostrar el
linchamiento en la “apariencia” de un Estado de Derecho. Por ello, en Semana
Santa, se reavivan las peticiones de restablecimiento de la justicia, libertad
para los presos políticos, entre muchas injusticias terrenales.
El
juicio a Cristo no fue realmente un proceso, fue un linchamiento, con todos los
horrores de las violaciones legales, tanto a la ley judía como a la ley romana
de la época. Escribió José Elías Romero en su libro “El Proceso a Cristo”, lo
siguiente: “A los judíos no se les acusa de crueldad sino de traición, y a los
latinos no se les acusa de traición sino de crueldad. Los romanos no
enfrentaron a Jesús por razones religiosas; fueron los propios judíos”. A
Cristo, como señala el penalista Romero, no se le respetó ningún principio
universal (esbozados por los romanos), y se le mató bajo procedimientos penales
de entonces, pero bajo un proceso violatorio de esas propias leyes vigentes.
El
proceso a Jesús es, por lejos, el proceso penal más importante de la historia.
Tan pronto Jesús fue aprendido en el huerto de Getsemaní lo llevaron donde Anás
(suegro de Caifás, sumo sacerdote en aquel año). Era la primera vez que Jesús
se enfrentaba a su más fiero enemigo. En poco tiempo (horas), a Jesús lo
interrogan Anás, Caifás, Herodes y Pilatos. En ese espacio ocurren claras
violaciones a la ley judía: notoriedad y privacidad. Nadie podía ser juzgado al
amparo de las sombras ni en la clandestinidad. Dice la historia que el
interrogatorio hecho por Anás fue sin la presencia de testigos y sin abogado
que se encargara de la defensa de Jesús, aunque José de Arimatea ante el
Sanedrín cumplió este papel. La principal acusación contra Jesús era la blasfemia.
Del interrogatorio a Jesús formulado parte por Anás, quedó claro que éste no
tenía competencia para juzgarlo y por ello lo remitió a Caifás. El juicio a
Jesús ante el Sanedrín o Sanhedrín comenzó a las 4:00 a.m. del día viernes. El
Sanedrín era la cúpula de la autoridad judía. Estaba integrada por 70 personas
representantes del dinero, de la religión y del saber. Este cuerpo condena a
Jesús por blasfemo o falso profeta. Esta reunión violó claras normas jurídicas
del derecho penal judío de la época; a saber: 1. El Sanedrín no estaba
autorizado para celebrar esta clase de reuniones en la casa del sumo sacerdote;
2. En los procesos penales no podía aplicarse la pena capital y no podía
juzgarse en los días festivos ni en la víspera; 3. Ningún acusado podía ser
condenado con base en su propio dicho; 4. No se presentaron testigos a acusar a
Jesús; 5. La blasfemia tal como fue tratado por el Sanedrín, no debió concluir
en culpabilidad, pues Jesús no blasfemó contra Dios. Es decir, el proceso ante
el Sanedrín se sustentó básicamente en la afirmación de Jesús de que él era el
hijo de Dios. Se afirma que a las 6:00 a.m. de ese viernes, el Sanedrín emitió
su sentencia de muerte y remitió a Jesús a la autoridad romana para su
ejecución. En esa época Judea estaba bajo la dominación romana; por tanto, no
podía ejecutar la sentencia, esto es, matar al acusado. Y el poder en Judea lo
ejercía Poncio Pilato, como gobernador; por tanto, procurador y prefecto del
Imperio romano. Se dice que los representantes del Sanedrín llegaron donde
Pilatos a eso de las 8:00 a.m. Se sabe que la primera pregunta que le hizo
Pilatos a Jesús fue: “¿Eres tú el rey de los judíos?” y Jesús le respondió: “Tú
eres el que lo dice”. Y cuando Pilatos les quiso devolver a Jesús a los judíos
aduciendo que no encontraba falta alguna, los judíos le dijeron que no tenían
facultad para aplicar la pena de muerte. La historia también cuenta que ante
esta situación Pilatos envió a Jesús donde Herodes Antipas, quien no lo condena
porque lo considera un “extraviado mental”, por tanto, lo devolvió a Pilatos.
Eran las 10:00 a.m. del día viernes de la Pasión. Luego, es enviado de nuevo
Jesús ante Pilatos, Caifás cambió la acusación. Acusó a Jesús de “alborotador”,
esto es, que predicaba y no pagaba los impuestos al César. En el fondo,
cambiaron una acusación religiosa por una política. Serían las 11:00 a.m. de
ese viernes cuando Jesús es devuelto a Pilatos. En ese momento se produce el
enfrentamiento de Pilatos con la muchedumbre. Pilatos pregunta “¿Qué hago con
Jesús? y la muchedumbre responde “crucifícalo, crucifícalo”. Y Pilatos temeroso
toma agua y se lava las manos de la sangre que iba a derramar de un hombre
inocente. Pilatos, cuenta la historia, buscó dejar en libertad a Jesús, pero el
temor a la muchedumbre y al César hizo que se acobardara. Pilatos soltó a
Barrabás y entregó a Jesús para que fuese crucificado en la cruz. Con ello se
consumó no una ejecución, sino un linchamiento y como lo afirma el penalista
Romero: “Un asesinato tumultuario sin sentencia declaratoria ni condenatoria”.
El proceso y su ejecución violaron claramente las normas vigentes, tanto judías
como romanas de la época. La cadena de hechos, sirve para reflexionar en
momentos de injusticia como el actual.
¿Cuántos
Pilatos tenemos hoy en los Poderes Públicos de Venezuela? Funcionarios de
distintos calibres, la mayoría alineados a perseguir por fines políticos, pues
su misión es mantenerse en el poder a costa de cualquier arbitrariedad.
Nos
encontramos en fase de transición, pues el país asumió en primera persona el
cambio político por la vía electoral.
En
toda la historia republicana, nunca un Poder Judicial se había postrado o
sometido a un proceso de promoción del anti-Estado. En todos los tableros de la
lucha democrática seguiremos trabajando. Dentro de ellos, la oración es una
poderosa arma para liberar a los presos políticos y Venezuela. Comparto la
visión de María Corina Machado, pues el reto trasciende lo electoral, para
ubicarse en una lucha del bien contra el mal.
Mi
ecuación para esta semana: vamos a seguir acompañando el mandato popular del 22
de octubre, fecha en que el ciudadano apostó por el cambio político por la vía
electoral. Hay variables como la incidencia internacional o la negociación que
no está en nuestras manos, ello se encuentra en pleno desarrollo y seguimos
confiando que el equipo bajo el liderazgo de María Corina tomará las decisiones
más prudentes y sabias. Lo otro es seguir trabajando en el proceso unitario.
Valga
esta reflexión final, que tiene como base el mensaje central del Hijo de Dios
en la Tierra: luego del viernes de holocausto y tinieblas, viene el domingo de
Resurrección y Vida.
Rafael
Veloz García
@Rafaelvelozg
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