Opus Dei 27 de marzo de 2024
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Comentario
del Jueves Santo. “Si yo, que soy el Señor y el Maestro, os he lavado los pies,
vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros”. Aprendamos a dejarnos
salvar por Jesús, a acompañar a los demás en su camino y a adorar a Cristo en
la Eucaristía.
Evangelio
(Jn 13,1-15)
La
víspera de la fiesta de Pascua, como Jesús sabía que había llegado su hora de
pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el
mundo, los amó hasta el fin. Y mientras celebraban la cena, cuando el diablo ya
había sugerido en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariote, que lo
entregara, como Jesús sabía que todo lo había puesto el Padre en sus manos y
que había salido de Dios y a Dios volvía, se levantó de la cena, se quitó el
manto, tomó una toalla y se la puso a la cintura. Después echó agua en una
jofaina, y empezó a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la
toalla que se había puesto a la cintura.
Llegó
a Simón Pedro y éste le dijo:
—
Señor, ¿tú me vas a lavar a mí los pies?
— Lo
que yo hago no lo entiendes ahora -respondió Jesús-. Lo comprenderás después.
Le
dijo Pedro:
— No
me lavarás los pies jamás.
— Si
no te lavo, no tendrás parte conmigo -le respondió Jesús.
Simón
Pedro le replicó:
—
Entonces, Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.
Jesús
le dijo:
— El
que se ha bañado no tiene necesidad de lavarse más que los pies, porque todo él
está limpio. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos -como sabía quién le
iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios».
Después
de lavarles los pies se puso el manto, se recostó a la mesa de nuevo y les
dijo:
—
¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis el Maestro y el
Señor, y tenéis razón, porque lo soy. Pues si yo, que soy el Señor y el
Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a
otros. Os he dado ejemplo para que, como yo he hecho con vosotros, también lo
hagáis vosotros.
Comentario
En la
solemnidad de hoy recordamos la institución del sacerdocio y de la Eucaristía,
dos sacramentos profundamente relacionados entre sí.
La
Iglesia, siguiendo una tradición de muchos siglos, recomienda durante la Misa
en la Cena del Señor el rito del lavatorio de los pies, en continuidad con el
evangelio que se proclama en esta celebración.
El
gesto de Jesús en la última cena se inspira en un detalle de hospitalidad común
a muchas culturas orientales, por el uso de las sandalias en los caminos
polvorientos de estas tierras. En el Antiguo Testamento Abrahán insiste en
lavarle los pies a los tres viajeros que pasan por su casa (Gn 18,4) y entre
los primeros cristianos se valoraba quien, como buenas obras, había “practicado
la hospitalidad y lavado los pies a los santos” (1 Tm 5,10).
Sin
embargo en este especial momento de despedida de sus apóstoles, las palabras
del Maestro dan al gesto un significado más profundo. Lavar los pies es
manifestación de humildad y de servicio, en cierto sentido anticipa la
humillación final de la cruz salvadora que se realizará pocas horas después.
Lo
primero que Jesús pide a sus discípulos es dejarse lavar los pies por Él. Así
como a todos los cristianos nos pide dejarnos servir, dejarnos salvar por el
Hijo de Dios sin ningún mérito por nuestra parte. La premisa de cualquier
empeño de vida cristiana es recibir la salvación, el perdón de Dios: “Si no te
lavo, no tendrás parte conmigo”.
El
paso siguiente es “lavarnos los pies unos a otros”, que es como una variante
del mandamiento del amor, “que os améis unos a otros”. En esa invitación del
Señor podemos ver la importancia de cuidar y acompañar el camino de los demás.
Los pies, de hecho, son medio para caminar, son imagen de nuestro seguimiento
de Jesús. Lavar los pies de nuestros hermanos significa por lo tanto sentirnos
responsables de su fidelidad, servir con alegría a cada uno, poniendo el
“corazón en el suelo para que los demás pisen blando” (San Josemaría, Via
Crucis IX,1).
Hay
una última posibilidad, no explicitada en este pasaje, pero que podemos sacar
de otra página del evangelio: lavarle nosotros los pies a Jesús. Se trata del
episodio de la mujer que baña los pies del Señor con sus lágrimas, los enjuga
con sus cabellos, los besa y los unge con perfume (Lc 7,44-47). Jesús tiene
palabras de alabanza por la manifestación del gran amor de esta pecadora: “le
son perdonados sus muchos pecados, porque ha amado mucho”. Se puede considerar
este gesto como la inauguración del culto eucarístico, que esta noche de manera
especial se prestará en todas las iglesias del mundo.
Tomado
de: https://opusdei.org/es/gospel/
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