San Josemaría 27 de marzo de 2024
@sJosemaria
Debemos
hacer nuestras, por asimilación, aquellas palabras de Jesús: “desiderio
desideravi hoc Pascha manducare vobiscum” –ardientemente he deseado comer esta
Pascua con vosotros.
De
ninguna forma podremos manifestar mejor nuestro máximo interés y amor por el
Santo Sacrificio, que guardando esmeradamente hasta la más pequeña de las
ceremonias prescritas por la sabiduría de la Iglesia. Y, además del Amor, debe
urgirnos la “necesidad” de parecernos a Jesucristo, no solamente en lo
interior, sino también en lo exterior, moviéndonos –en los amplios espacios del
altar cristiano– con aquel ritmo y armonía de la santidad obediente, que se
identifica con la voluntad de la Esposa de Cristo, es decir, con la Voluntad
del mismo Cristo. (Forja, 833)
La víspera de la fiesta solemne de la Pascua, sabiendo Jesús que era llegada la hora de su tránsito de este mundo al Padre, como hubiera amado a los suyos que vivían en el mundo, los amó hasta el fin. Este versículo de San Juan anuncia, al lector de su Evangelio, que algo grande ocurrirá en ese día. Es un preámbulo tiernamente afectuoso, paralelo al que recoge en su relato San Lucas: ardientemente, afirma el Señor, he deseado comer este cordero, celebrar esta Pascua con vosotros, antes de mi Pasión.
Comencemos
por pedir desde ahora al Espíritu Santo que nos prepare, para entender cada
expresión y cada gesto de Jesucristo: porque queremos vivir vida sobrenatural,
porque el Señor nos ha manifestado su voluntad de dársenos como alimento del
alma, y porque reconocemos que sólo Él tiene palabras de vida eterna.
La fe
nos hace confesar con Simón Pedro: nosotros hemos creído y conocido que
tú eres el Cristo, el Hijo de Dios. Y es esa fe, fundida con nuestra
devoción, la que en esos momentos trascendentales nos lleva a imitar la audacia
de Juan: acercarnos a Jesús y recostar la cabeza en el pecho del Maestro, que
amaba ardientemente a los suyos y ‑acabamos de escucharlo‑ los iba a amar hasta
el fin.
Todos
los modos de decir resultan pobres, si pretenden explicar, aunque sea de lejos,
el misterio del Jueves Santo. Pero no es difícil imaginar en parte los
sentimientos del Corazón de Jesucristo en aquella tarde, la última que pasaba
con los suyos, antes del sacrificio del Calvario. (Es Cristo que pasa, 83)
Tomado
de: https://opusdei.org/es/dailytext/
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