MACKY ARENAS 29 de marzo de 2024
@MackyArenas
El
Padre Luis Ugalde, destacado jesuita venezolano, rector por veinte años de la
UCAB y especializado en Estudios Políticos, conversó con Encuentro Humanista
sobre la delicada coyuntura en que se encuentra Venezuela. El énfasis estuvo en
temas relacionados con la transición y la necesaria reconstrucción que debe
emprenderse en Venezuela. No rehusó ningún tema, ni siquiera los relacionados
con la Iglesia Católica y el rol que debe asumir y mantener durante el proceso.
_ La
transición requiere conversión personal, nacer de nuevo.
_ Cuanto menos fuerza dediques a perseguir, más fuerza tienes para construir.
_ Lo peor que puede pasar es la resignación porque es servir en bandeja la
continuidad.
_ la Iglesia debe levantar los ánimos, presentar un horizonte, mover los
resortes espirituales. No es opcional: si no se hace usted no sigue el
Evangelio.
_ La frase más escuchada últimamente es la salida “pacífica y electoral”. En realidad, eso lo hemos venido escuchando desde hace dos décadas. ¿Usted cree que esa salida puede darse sin efectivas presiones internacionales y sin el pueblo en la calle pidiéndola con toda la fuerza de su poder soberano?
_ En
teoría. Pero creo que el pueblo no va a ir a la calle y la presión
internacional no irá muy lejos, el factor principal para la transición es el
militar. Es fundamental. Ellos tienen hijos y deben estar preguntándose cuál es
el futuro que quieren para ellos. Pero la otra realidad es que ellos no llegan
solos a esa conclusión. También miran afuera, lo qué dicen otros países con
respecto a ese futuro. Y saben que quienes quisieran invertir en Venezuela no
lo harán con este régimen. El militar no vive en la luna. Conoce el profundo
malestar que hay en Venezuela y que abarca el 80% de la población. No hace
falta ir a la calle para ver el profundo descontento. Es verdad que esos
factores hacen falta, sobre todo que la comunidad internacional diga “hasta
aquí llegamos”. No creo que estos factores se den y coincidan de esa manera en
este momento. No se saldrá a la calle de la manera como lo vimos hace años.
Pero llega un momento en que nada funciona.
_ Es
lo que ocurre ahora en Cuba…
_
Claro. Lo dijiste al comienzo. ¿Internacionalmente a quién tenemos?. China ya
parece haber llegado al llegadero con Venezuela. No ven ganancias, no devuelven
las inversiones porque no tienen cómo hacerlo. Europa no llamará a tumbar al
gobierno pero ya ha dicho que las elecciones deben ser limpias, que no se puede
inhabilitar de la manera como se ha hecho. Todos harán lo mismo, salvo Rusia y
otros satélites. Ahora se las dan de fuertes desmereciendo todo lo que viene de
afuera. Pero sí les importa porque no tienen un centavo. Las inversiones no
llegan. Puede ser que vengan 30 millones pero 300 mil no vienen si no hay
garantías. Está muy claro que el capital no se prodiga así como así. Lo que
quieren es una política abierta con las garantías necesarias.
_ Ud
siempre ha mencionado un Gran Acuerdo de Salvación Nacional. ¿Cómo se convierte
eso en factible e indetenible?
_
Cuando alguien comienza en política lo hace dentro de un grupo o partido. Los
horizontes son los de esa comunidad. Pero cuando ya se tiene la posibilidad de
acceder al poder, tienes que empezar a cocinar para el país. Le puede a usted
gustar mucho un plato, pero llega un momento en que debe preparar uno que guste
a todos, a Venezuela entera. Ese es el salto fundamental que hay que dar. Hay
partidos con mucha tradición pero ya vemos cómo están pues, de alguna manera,
deben nacer de nuevo.
_ En
este punto, ¿usted percibe liderazgos políticos renovados, centrados en ese
único y difícil reto que es el cambio democrático; o aún siente que falta para
dar el paso del yo al nosotros?
_ Creo
que falta. Pero hay cosas que se dan aceleradamente cuando viene la coyuntura.
Previamente no se dan. Pasó en España, en Chile. Estando en el exilio no se les
podía hablar de tolerancia. “¿Tolerar yo, que estoy exiliado?” Pero hay
momentos de la historia donde se produce una condensación que permite lo que
antes no era posible. Creo que en Venezuela esas cualidades existen pero hay
que insistir en que se comprenda la dimensión del liderazgo. Ya no eres de un
grupo o partido, tu misión es nacional, por tanto debes abrirte a todos. Eres
de la transición, lo que implica que tienes que ser capaz de convertir algo que
no sirve para nada en otra cosa. Puedes predicar que vas a barrer con lo que
sea pero, cuando te ubicas en perspectiva de que hay que empujar juntos la cosa
cambia. También hay que tener claro por qué pasó esto, cómo hemos llegado hasta
aquí. Qué pasó en los 90 que no lo hicimos bien y perdimos el apoyo de la
gente. Son preguntas esenciales y la coyuntura en la que estamos entrando
acelerará las respuestas.
_ Hace
ratico tocó de refilón el tema internacional. Ya sabemos que la solución no
viene de fuera. No obstante, ¿cree usted que la solidaridad internacional ha
comprendido lo que pasa en este país y se presenta mejor encaminada que cuando
se manifestó armando aquel grupo de 60 países que respaldó a Guaidó y
desconoció a Maduro?
_ Más
bien pareciera que Europa está en otra cosa. Las guerras en desarrollo ocupan
su atención. De cara a ellos no tenemos una imagen de seriedad política. Ellos
parecen estar diciendo: “Bueno, únanse y luego volvemos a hablar”. Igual
Estados Unidos. Por eso insisto, tiene que llegar un punto de condensación
donde efectivamente se manifieste una alternativa válida, asumida por todos. El
régimen puede replicar lo que quiera y en la forma que quiera a los factores
internacionales, pero eso es de palabra. En la realidad, saben que por allí no
es el camino pues afuera ya no se les cree. Y tampoco cuentan con apoyos
significativos. De nuevo, ¿quién va a invertir aquí? Y el tema económico es
clave. Los temas ideológicos, ya ni el propio presidente los menciona. Ya ni
dice que estamos en socialismo.
_ En
el mundo democrático hay quienes piensan que es posible derrotar al régimen en
cualquier circunstancia, incluyendo las que plantea un cuadro ventajista. Son los
partidarios del voto en las condiciones que sea, que la gente se exprese. Pero
otros sostienen que la solución no es electoral o no es sólo electoral. Creen
que eso es un instrumento, un camino que se debe transitar pero que se impondrá
una confrontación final que liquide todo lo malo del presente, como escribió
Oswaldo Álvarez Paz en uno de sus más recientes artículos de prensa. ¿Cómo lo
ve usted?
_ Es
obvio. Después que cayó Pérez Jiménez -que tomó un avión y se fue- no podían
dedicar toda la energía a sacar las raíces del perezjimenismo. Eso se irá
consumando por la fuerza de las circunstancias. Unos se irán y otros se
adaptarán a las nuevas realidades. Y cuanto menos fuerza dediques a perseguir,
más fuerza tienes para construir. Las dudas serias que se me presentan es
cuánta fuerza real tenemos para construir.
_ Aquí
es donde cambiamos de tercio. Usted ha hablado de transición. Vamos a hablar de
reconstrucción. ¿Qué factores tendrían que confluir para que se consumara una
reconstrucción de Venezuela?
_
Cualquiera que llegue al poder se va a espantar al encontrar que la casa está
destruida, que no hay un centavo en el banco y que tiene que decidir por dónde
empezar. Es allí donde se plantea pasar del yo al nosotros. Eso significa un
espíritu de grandeza y de comprensión de que el liderazgo es para Venezuela, no
para un grupo. Que, aunque hayas ganado, no puedes solo. Pero no basta. La
misma necesidad te obliga ir del yo al nosotros pues quien creía que tenía todo
el poder, resulta que se ve en la indigencia total.
_ Como
la canción aquella, “dueño de nada”…
_
Exacto, dueño de nada, por muchos votos que hayas sacado. La prioridad es
reordenar, reorganizar. Llegan las mil millonarias deudas, siguen las demandas
insatisfechas del país. Eso coloca al liderazgo, no importa la popularidad y el
respaldo que tenga, en debilidad. Ya hay que dejar atrás las facturas
personales y políticas y llamar a todo el que tenga algo que aportar. Se llama
crear un clima distinto. Eso fue lo que conocemos como “el espíritu del 23 de
enero”. AD y Copei no se hablaban. El trienio adeco en Venezuela fue muy
fuerte. Unos eran tildados de anticlericales y comunistas disfrazados; y los
otros “cureros, reaccionarios y franquistas”. Pero dejaron de condenarse
mutuamente y terminaron en el Pacto de Puntofijo. Y no sólo eso, terminaron
generando una fidelidad mutua entre Rómulo Betancourt y Rafael Caldera que
sostuvo la democracia en tiempos muy difíciles de transición y reconstrucción
del país. Si comparas eso con el ambiente que había durante el trienio, es otra
cosa completamente distinta, lo que yo llamo nacer de nuevo. Porque la
transición requiere conversión personal. Es una palabra que a veces pensamos
que es sólo para el terreno religioso pero no. La conversión personal es
fundamental.
Contaré
una anécdota personal. En ese entretiempo que media del triunfo a la
proclamación, habiendo ganado Chávez, me invitaron a Miraflores al cumpleaños
de Asdrúbal Aguiar. Era profesor de la UCAB. Yo no solía ir a Palacio, no me
gustaba pero, tratándose del gobierno saliente pensé que pocos irían, así que
resolví acudir. Me sentaron al lado de Caldera y hablamos de los tiempos del
colegio San Ignacio, de la fundación de Copei y otros temas. De pronto me dice:
“Mire, ése para mí ha sido una revelación”. Pensé que hablaba de Aguiar pero me
dijo que se refería a Teodoro Petkoff. Teodoro siempre hablaba bien de Caldera
y sus virtudes. En otras palabras, se redescubrieron después de aquella etapa
de izquierdismo, guerrilla y violencia. Ya Caldera no era el reaccionario al
que había que combatir y Teodoro no era el violento al que reprimir. Se
redescubrieron en el trabajo por un gobierno donde estaban ambos comprometidos.
Teodoro elogió el papel de Caldera en la transición y Caldera descubrió que
Teodoro no era un tirapiedras sino un tipo muy capaz que hizo un buen papel al
ayudar a reflotar un gobierno que naufragaba.
_
¿Cuál piensa usted que será el papel de la Iglesia en estos tiempos? Parecen,
tanto laicos institucionales como autoridades eclesiásticas, algo adormecidos.
Y no me refiero al trabajo humanitario que siempre ha sido eficiente y
comprometido. Pero se percibe la falta de orientación y acompañamiento cuando
hasta hace años la voz de los obispos era un constante ejercicio pastoral de
guía y conducción espiritual con eco en la sociedad. ¿Qué será lo que ocurre?
_
Efectivamente, es este tipo de regímenes, se enfrenta un gran peligro en
momentos como el que vivimos. Se trata de la resignación. La gente no ve salida
y opta por sobrevivir, por mantener un bajo perfil. Esa es la tentación. Se ve
en los empresarios, por ejemplo. No buscar pleitos sino entenderse y correr la
arruga. Hay un poco ese clima, también en la Iglesia. Lo peor que puede pasar
es la resignación porque es servir en bandeja la continuidad. Toda institución
pasa en este momento por esa tensión. Otro elemento es que en la Iglesia
también influyen mucho las personalidades y en el episcopado hemos tenido gente
que se formó en una situación de combatientes. Obispos como monseñor Ovidio
Pérez Morales quien fue militante político antes de hacerse sacerdote. Estos se
formaron para enfrentar coyunturas como la actual y son obispos muy convencidos
del aporte público, no partidista pero sí público, que debe hacer la Iglesia. Y
en estos momentos, entra gente nueva, distinta, muy valiosa, inteligente pero
que probablemente viene de experiencias diferentes pues pertenecen a otra
generación.
_
Vienen, como generaciones en este país, de la placidez democrática…
_ Sí,
entonces se plantean que los políticos hagan su trabajo y ellos el suyo. Creo
que algo de eso puede estar pasando. Por ello es bueno que los cristianos, como
tú y yo, y tantos, alerten que en este momento el país necesita más que nunca
de la Iglesia, de su voz, de la voz de los pastores. Y en la reconstrucción
será más necesario todavía. Hay que mover a las parroquias, a las comunidades,
hablarles y acompañarlos. Hay que inducir un nuevo espíritu creativo y un nuevo
espíritu de perdón y reconciliación nacional. Eso no llueve del cielo. La
palabra reconciliación, si no es de la Iglesia no es de nadie.
_ Y
qué decir de la palabra esperanza, que es difícil vender si desde la Iglesia
hay resignación. ¿Cómo se contribuye a generar y mantener la esperanza si la
Iglesia se contamina de acomodamiento y conformismo?
_ Eso
que dices es fundamental: esperanza. Nos encontramos en una tentación muy grave
de desesperanza. La manera de salir de ello y donde la Iglesia puede aportar es
en la medida en que hace aquello que hemos aprendido. Tiene que ser voz de los
que no tienen voz. En Venezuela hoy, si bien la situación de la Iglesia es
estable porque no ha sufrido lo que otros, es obligación pensar en los millones
que la están pasando muy mal. En los millones que no tienen empleo, en los que,
teniendo empleo, no ganan ni $30 al mes. Esa es la inmensa mayoría del país. A
nadie le gusta meterse en pleitos, pero no es cuestión de gusto. Usted
-Iglesia-, si no hace suyas esas tragedias, usted no sigue el Evangelio. Tan
sencillo como eso. No es algo optativo. Es verdad, siempre hay la muy humana
tentación de pensar “no se meten demasiado con nosotros, y como estos van a
durar, mientras tanto hay que subsistir”. El tema no es si usted sobrevive. El
tema es si sobreviven esos millones y millones de venezolanos, si tienen
esperanza y si usted tiene la responsabilidad de volver a despertar la
esperanza en ellos. Y en la esperanza está la fuerza. Si usted no cree que esto
puede cambiar, no aporta nada y se conforma. Cada católico puede y debe, de
manera constructiva, aportar lo que deba, tanto la jerarquía como el laicado. Y
si se percibe que no se está haciendo, reclamar que no se haga silencio, que no
se callen ante lo que ocurre. Que, ¡ojo!, no es lo mismo que ser tirapiedras.
Se trata de levantar los ánimos, que presenten un horizonte, que muevan los
resortes espirituales.
_ El
Papa Juan Pablo II, en una de sus visitas a México dijo: “Allá, donde sea que
se violenten los derechos humanos, eso es un asunto de la Iglesia”. Así de
claro. Y usted ve, por todo el continente, a los obispos, de manera constante y
desde una perspectiva humanista y eclesial, hablando fuerte, terciando o tomando
la delantera en todos esos temas que afectan a la gente…
_
Ciertamente, desde el Concilio Vaticano II y la Asamblea de obispos de Medellín
en el año 68, la Iglesia, en todos los países de América Latina, ha sido
portavoz de los pobres, oprimidos y perseguidos. Con lo cual, lleva gran
esperanza a los pueblos. Aquí en Venezuela igual, por lo que resulta lógico que
ahora la gente diga “oiga, si tiene más aporte más”. Y es que, si estamos en el
desierto y nadie tiene agua, mientras la Iglesia tiene cantimploras llenas,
pues saque y brinde, ¿no? El desierto es la desesperanza y el agua es la
esperanza que lleva la Iglesia.-
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