«Es una idea grandiosa pretender formar de todo el mundo nuevo una sola nación con un solo vinculo que ligue sus partes entre sí y con el todo».
Simón Bolívar, Carta de Jamaica, 6 de septiembre de 1815
Existe el Simón Bolívar mitológico, el de la invención engolada al servicio del Poder. El mito es más poderoso que la Historia. Ya que un mito es: «el conjunto de creencias de los pueblos primitivos, concernientes a sus orígenes, historia antigua, héroes, divinidades, etc., y que difiere de las descripciones verdaderas, inventadas con posteridad». (Ambrose Bierce)
Son creencias y no hechos demostrables a través de una documentación veraz. Se les atribuye a los pueblos primitivos contrarios a los principios de la razón que representa el epicentro de la modernidad cartesiana. La modernidad sigue siendo todo un programa pendiente para la mayor parte de la humanidad aún en este siglo XXI.
Existe también el Simón Bolívar psiquiátrico. Quizás el más interesante de todos pero que apenas hay estudios acerca de ello. «El Padre de la Patria había exacerbado, en los últimos años, su genio intemperante, violento y desaforado. El éxito fue inflando su yo hasta hacerlo perder la visión de la realidad, y la flexibilidad necesaria para imponer o negociar su criterio». Esto es del psiquiatra y profesor universitario Francisco Herrera Luque.
Hay también, el Simón Bolívar histórico/historiográfico. Aunque cuidado, tampoco es el más certero. Los historiadores no se ponen de acuerdo sobre Simón Bolívar. Carlos Marx lo difamó y su impacto ha sido bestial a lo largo del tiempo. Luego están los que le profesan una sincera admiración y sus textos son apologéticos como el de otro alemán Gerhard Masur. «El destino de Bolívar puede parangonarse con el de todos los grandes hombres de la historia que ayudaron a progresar a la humanidad: hombres que tuvieron un profundo e inmanente conocimiento de las ansiedades de sus prójimos y supieron expresar en palabras las necesidades silenciosas de las masas».
El que no sepa del dictamen final de la guerra de exterminio que se practicó en la Capitanía General de Venezuela entre los años 1813 hasta 1820, con sus 200.000 fallecidos de una población de apenas 800.000 habitantes y el consiguiente desbarajuste sociológico que esto produjo por más de cien años, le costará mucho refrendar las palabras optimistas y rendidas al héroe que realizó Masur.
Ya sabemos que hay autores que admiran al caraqueño y otros que lo adversan. Entre los respetuosos y críticos que le admiran se encuentra Jhon V. Lombardi. Este historiador estadounidense nos dice: «Bolívar captó la esencia de una Hispanoamérica unida, libre de España, partícipe del creciente comercio mundial de los imperios atlánticos y asociada igualitaria de Gran Bretaña y los Estados Unidos en la administración de los asuntos del hemisferio».
Lamentablemente el imperio de la Gran Colombia fue solo una ilusión. El poderío de Bolívar tuvo una base frágil. La unidad de mando siempre fue precaria y con disidencias constantes entre los propios aliados de la «causa por la libertad». La Ley era un saludo a la bandera. Y la balcanización territorial se impuso por encima de la Unidad. Aunque en realidad el principal obstáculo fue la extrema indigencia presupuestaria del nuevo Estado colombiano.
Bolívar por ello, siendo el principal campeón del antimperialismo hispánico, se entregó al más nuevo y pujante a nivel mundial para que le ofreciera protección. «Aunque él esperaba que Gran Bretaña fuera la principal colaboradora a la seguridad y prosperidad hispanoamericana, el futuro ha visto a los Estados Unidos desempeñar esta función bolivariana».
John V. Lombardi, estadounidense, al fin y al cabo, justifica el panamericanismo bolivariano, eso sí, concretado por los Estados Unidos. El éxito de las naciones está directamente relacionado a su capacidad comercial para producir riqueza haciéndose acompañar de los cañones para abrir los nuevos «mercados». El expansionismo territorial de los Estados Unidos a diferencia de la Gran Colombia si tuvo un plan y fue respetado y asumido en el tiempo por sus principales líderes.
Así tenemos que el Congreso de Panamá del año 1826 fue otra quimera más de un Bolívar napoleónico, aunque sin musculo para ello, a pesar de las deslumbrantes conquistas militares que terminaron en Ayacucho en el año 1824.
La América Unida en todo caso fue una empresa militar continental de liberación manifestada como un destello. Y también esto hay que ponerlo en perspectiva ya que hubo importantes ciudades y regiones geográficas que resistieron a la Independencia y prefirieron a la sociedad del Antiguo Régimen. Tales fueron los casos de Maracaibo, Guayana, Coro, Lima, Piura, Pasto, Santa Marta entre otras muchas más.
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