Orlando Viera-Blanco 19 de marzo de 2024
@ovierablanco
La
náusea es la primera novela del filósofo francés Jean Paul
Sartre. Los temas más importantes que destaca son la muerte, la historia, el
progreso, el autoritarismo y la rebelión, entre otros. El autor nos induce a
poner en duda la existencia del ser humano y, especialmente, su
propósito vital.
Compartiendo algunos puntos con el escritor existencialista, Albert Camus, Sartre llega a la conclusión que la vida del hombre es vacía. Frente a esta constatación, el hombre que se da cuenta de esta evidencia, siente profundamente una sensación de repugnancia, de náusea. “El tiempo es un relámpago. Después de ello, el desfile vuelve a comenzar, nos acomodamos a hacer la adición de las horas y de los días. Lunes, martes, miércoles, abril, mayo, junio de 1924, 1925, 1926: esto es vivir”. Los venezolanos-particularmente-llevamos 25 años acumulando náuseas.
Camus
en su novela El Extranjero, “va a lo absurdo de las cosas”.
No asume la vida del hombre “como vacía”. Apuesta que el reto de la humanidad
es ser feliz. Esa es la misión del hombre. El extranjero [L’Étranger] es
su primera novela [1942]. El protagonista-Meursault-es un francés- argelino
indiferente a la realidad que le rodea por resultar absurda e inabordable. Se
constituye en un «extranjero» de su propio entorno. Meursault, jamás mostrará
sentimiento alguno de injusticia, arrepentimiento o lástima. La
pasividad y el escepticismo frente a todo y todos, recorre el comportamiento
del protagonista: un sentido apático de la existencia y de la propia muerte.
L’état
de la question. El estado del arte en la política
La política es poder y poder, es querer ser Dios: infinitamente feliz,
glorioso, al punto de tener el poder de decidir entre la nobleza
y la impiedad [Bertrand Rossel]. Entonces las ambiciones infinitas del
hombre han sido limitadas por la razón de los mortales. La humanidad ha ido de
la voluntad absolutista a la consciencia como imperativo moral, que
limita la vocación de poder absoluto y superior. El estado, la religión, las
armas, la riqueza o la opinión-los componentes del poder según Russel- se
compensan en procura de la paz y el orden [Contrato Social].
En
todo caso la modernidad ha dado cuenta de los economistas
ortodoxos y de Marx quienes colocan la variable económica como la variante
fundamental del interés de las ciencias sociales. Tampoco la riqueza, las armas
o la fe, legitiman la política. Es la obediencia ciudadana fundamentada en los
derechos fundamentales del hombre: la libertad, la vida, la pluralidad, la
igualdad, la diversidad. Quien se gana ‘el poder’ de tutelar
la vida republicana moderna, no representa a Dios en la tierra. No personifica
la eternidad ni la impiedad. Dan náuseas al decir de Sartre, aquellos
cuyo propósito vital es permutar la vida, la felicidad o la
muerte de los demás, por poder. Absurdo…
Thomas
Jefferson sentencia: “Nunca he podido concebir cómo un ser racional
podría perseguir la felicidad ejerciendo el poder sobre otros”. Es lo que
Isaías Berlín definió como libertad negativa, que consiste en que nadie
interfiera en mis acciones. “En este sentido, la libertad política es,
simplemente, el ámbito en que un ser humano puede actuar sin ser obstaculizado
por otro”. Un espacio donde no exista la coacción. Donde mano segura
no se tranca…El poder hoy civiliza al hombre medieval, feudal, monarca,
dictador, gendarme o totalitario, prohibiéndole truncar y sustituirse en los
derechos ciudadanos. Vivir en democracia y libertad, también tiene sus
fronteras. Los ciudadanos disponen de su libertad política en la medida que no
se convierten en obstáculo los unos respecto a los otros. Mano segura
no se tranca…
Sartre
describe en su novela cómo reprochable, dejar correr el tiempo, las horas, los
días, los años, sin darle un sentido vital a la existencia. ¿Cuál es ese
sentido Vital? La defensa de la libertad de participar de las decisiones de la
polis. El poder también comporta no interferir en la libertad de los otros o
que los otros no interfieran en la propia. Ganar tiempo es poder. No perderlo,
es poder. Tanto gana tiempo el hombre generoso como lo pierde el apático. Y da
náuseas.
Un
falso dilema
La obra de Camus denuncia a una sociedad que olvida al individuo. Cuando la
izquierda habla del hombre nuevo-sic-no habla de un hombre
libre. Un hombre ideologizado, no es un ser libre. Es un ser vigilado y
chantajeado. El hombre es libre en la medida que su aquiescencia no está
sometida a la autoridad del estado. El hombre nuevo-socialista,
crucifica la prosperidad [económica] como factor de felicidad. Una lógica que
esquilma y desconoce la propiedad privada, los medios de producción y la libre
empresa. Que concibe “el ser-social”, cuyo coraje no es
el conocimiento, el emprendimiento, la vida creativa, sino la extirpación y
muerte de la voluntad, violentada por un colectivismo igualitario utópico.
Ofrecer lo contrario, es mano segura.
La
sociedad olvida al individuo en la medida que reconoce como primordial y
superior al estado todo poderoso bajo el mando del tirano o del ególatra. El
deber de formar ciudadanía lo delegamos en el caudillo. La sociedad se envilece
y envejece cuando se polariza y desconfía de sus vecinos y conciudadanos. El
reto es salir de esta dinámica de odio y anomia […] El reto no es-por ahora-ser
presidente[a]. Mano segura…Meursault en el extranjero de
Camus, es el personaje que encarna ese sentimiento de profunda apatía por todo
lo que le rodea. Apatía por la injusticia, por la vida, por la muerte, por la
guerra o por la paz. Esa actitud extranjera frente al
deber existencial de luchar por la felicidad-la propia y la
colectiva-extirpa los sentimientos. Meursault, siguiendo el discurso de Sartre,
se abstiene de acabar con las ataduras nauseabundas que
interfieren.
María
Corina ha logrado la aceptación mayoritaria de una sociedad convertida en
desecho. Una población cansada, envejecida, apática. Cuánto mérito tiene una
mujer que en medio de la resaca y la infamia de los nauseabundos, es capaz de
recuperar la confianza de los olvidados. Maria Corina no pretende la felicidad
perpetua ni la impiedad. Ella no es Dios, por lo que no es ella quien nos hará
libres, sino su inspiración. Mano segura…No es [María Corina] expresión de
apatía ni absolutez, porque no se presenta como depositaria intransferible de
la verdad, sino como propósito vital, incansable y existencial de una
transición política compleja e histórica. Su misión es derrotar el ocio y no
ver pasar lunes, martes, miércoles; marzos, abriles, mayos; años y décadas,
lidiando con la tristeza, la miseria, la mentira y la muerte.
El
dilema de María Corina no es “ser o no ser”. Otelo “sabe
que, en los momentos de felicidad perfecta, no le importa la muerte porque sabe
que esa felicidad no puede durar eternamente”. Sólo Dios puede lograr
la bienaventuranza eterna. Esta es la mejor definición de humildad que
Shakespeare le ha dado a la humanidad. La tragedia de Otelo, Hamlet o Macbeth
es ser o no ser, un vengador, un ruin, un egoista. El poder que personifica
Maria Corina es poder derrotar la maldad y rescatar la paz, la justicia y la
tranquilidad. Ser o no ser no es el estado de la
cuestión. Es el ser siendo-consciente y heroico-que nos saca de nuestra
degradación, de nuestra extranjeria y pérdida.
Ser o
no ser, no es la disyuntiva política. Mano segura. Es
verdad “que ella tiene el derecho de ir hasta el final”. Pero
también es verdad que no sería sólo el final de María Corina
Machado, sino de todos los ciudadanos que, siguiendo su liderazgo, tenemos la
ilusión de salir de esta tragedia. El poder de María Corina-apelando al
concepto moderno de poder-no es propio ni único. Es compartido. Su poder es el
poder de todos. Sus derechos y sus deberes llegan hasta donde comienzan los
deberes y derechos de sus liderados a hacer lo que a ella le impiden hacer.
Tanto tiene derecho María Corina a ser candidata como tiene el deber de
anteponer el valor superior de la vida que es el respeto humano. Comprenderlo
es mano segura. Un modo de evitar la apatía o la tristeza de “los
extranjeros”, es darle luz, oportunidad, ruta y coraje a una transición
impostergable. Los venezolanos queremos ser felices, convivir y volver a casa.
No queremos ser forasteros. Deseamos salir de un modelo de poder que al decir
de Roquentin (el personaje principal de la novela La Náusea de Sartre), “nos
ha obligado a llevarla cabeza baja, solos ante una masa negra y nudosa,
enteramente bruta, que me [nos] causa miedo”.
María
Corina nos hace subir la cabeza. Revelarnos a esa masa negra y nudosa de un
estado totalitario. Nos hace ganar tiempo y perder el miedo. Ahí reposa la mano
segura. La propia coalición dominante debería contagiarse de esa luz, de esa
oportunidad.
María
Corina será Presidente de la nueva Venezuela. Quizás algunas cosas deben
suceder antes. No por mucho tiempo, porque a fin de cuenta María Corina no es
un personaje de Shakespeare, no lidia con venganzas ni traiciones, sino con la
generosidad de un pueblo que cree en su nobleza. Tampoco es Dios. Maria Corina
sabe perfectamente lo que tienen que hacer. No busca su felicidad eterna sino
el camino de la esperanza infinita para lograr hasta el final, el
derecho de todos a ser felices. Ese gesto-estadista e hidalgo-la habilitará
para siempre. !Mano segura no se tranca!
Orlando
Viera-Blanco
@ovierablanco
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